/ martes 23 de junio de 2020

Cuatro actitudes ante la incertidumbre

El célebre principio enunciado por el filósofo español José Ortega y Gasset goza de total vigencia “Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo” afirmó en uno de los libros, me parece a riesgo de la traición de la memoria que fue en “Las meditaciones del Quijote”. Este pensamiento nos adentra en algo fundamental, independientemente de nuestras habilidades y flaquezas, la realidad externa está siempre al acecho con su modo cambiante y muchas veces retador. Gracias a ello se forma el carácter y se desarrolla la inteligencia.

La realidad en su esencia es incertidumbre, si se construye con la interacción de los seres humanos, el medio ambiente y los golpes del azar, no nos debe extrañar que mute y nos plantee nuevos desafíos. Decía Voltaire que “La certidumbre es una posición incómoda. Pero la certeza es una posición absurda”. La pregunta cómo será el mundo después de la pandemia, por supuesto que genera inestabilidad, tenemos la opción de permanecer a la sombra negativa de la misma y quedar inmóviles y asustados o por el contrario podemos aprovechar el caudal de preguntas que se asoman para usar nuestra inteligencia y construir respuestas. Por supuesto, las universidades debemos optar por la segunda opción. Para ello, me parece indispensable plantear cuatro actitudes indispensables.

Replantear paradigmas. Un paradigma nos da seguridad y nos enseña el camino recorrido. Sin embargo, el movimiento de los escenarios nos hace ver que los caminos también se desgastan o terminan erosionados por el paso del tiempo. Esto implica reconocer que lo aprendido sirve parcialmente y con ello se vuelve imperante la necesidad de edificar nuevos escenarios de pensamiento que replanteen paradigmas. En el caso educativo sobre lo que significa aprender, la posición en este proceso de maestros, alumnos y administrativos, como rehacer la educación presencial y a distancia, así cómo reformular los esquemas de evaluación y la nueva importancia de las universidades.


Capacidad de adaptación. Si seguimos a Voltaire la incomodidad nos exige reacomodo. Pero esto tiene una óptica interesante. Quien se siente enteramente cómodo con su entorno, no ve la necesidad de reformarlo, entonces no se producen innovaciones y adelantos. Estarnos readaptando necesariamente nos da la posibilidad de responder satisfactoriamente a los retos del entorno. En lo educativo significa que ningún modelo, forma de docencia y conocimiento está escrito en bronce, más aún, que todo aquello que aprendemos debe procurar ponerse en práctica en el mundo real y debe servir para reforzar nuestras tradiciones y herencias pero también para modificar lo que sea necesario. Nada permanece para siempre, pero también Nada se crea desde cero.

Actuar para la equidad y contra la desigualdad. La brecha entre ricos y pobres es gigante. Esto además de inmoral y condenable es peligroso para la especie humana. La única vía de estabilidad y crecimiento real es en comunidad, de manera aislada el ser humano termina consumido por el egoísmo. La desigualdad también afecta a quienes más tienen. La “nueva normalidad” ya no debe de dar como algo dado la desigualdad. Terminarla debe ser un objetivo central de la educación.

Superar al fracaso. Pocas veces se detiene uno a pensar en las grandes transformaciones, una característica es que arribamos a ellas precedidos de errores. Nunca se logra nada a la primera y de manera perfecta. Si entendemos que el proceso ensayo-error es parte del conocimiento, tendremos no sólo tolerancia al fracaso, sino que al final del camino terminaremos saliendo adelante. Documentar y revisar metodológicamente nuestros yerros es una actitud necesaria para generar conocimiento oportuno.


La Renovación de la UACH está en marcha, estos factores expuestos son parte del modelo. Ahora el gran reto es pasar del papel a los hechos. No queremos que sea letra muerta sino realidad cotidiana. Hay condiciones para lograrlo, maestras y maestros dispuestos al cambio, estudiantes deseosos de un nuevo modelo y administrativos convencidos de la necesidad de un cambio. La sociedad demanda eso de nosotros. Manos a la obra. El futuro debe ser prometedor.


El célebre principio enunciado por el filósofo español José Ortega y Gasset goza de total vigencia “Yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella, no me salvo yo” afirmó en uno de los libros, me parece a riesgo de la traición de la memoria que fue en “Las meditaciones del Quijote”. Este pensamiento nos adentra en algo fundamental, independientemente de nuestras habilidades y flaquezas, la realidad externa está siempre al acecho con su modo cambiante y muchas veces retador. Gracias a ello se forma el carácter y se desarrolla la inteligencia.

La realidad en su esencia es incertidumbre, si se construye con la interacción de los seres humanos, el medio ambiente y los golpes del azar, no nos debe extrañar que mute y nos plantee nuevos desafíos. Decía Voltaire que “La certidumbre es una posición incómoda. Pero la certeza es una posición absurda”. La pregunta cómo será el mundo después de la pandemia, por supuesto que genera inestabilidad, tenemos la opción de permanecer a la sombra negativa de la misma y quedar inmóviles y asustados o por el contrario podemos aprovechar el caudal de preguntas que se asoman para usar nuestra inteligencia y construir respuestas. Por supuesto, las universidades debemos optar por la segunda opción. Para ello, me parece indispensable plantear cuatro actitudes indispensables.

Replantear paradigmas. Un paradigma nos da seguridad y nos enseña el camino recorrido. Sin embargo, el movimiento de los escenarios nos hace ver que los caminos también se desgastan o terminan erosionados por el paso del tiempo. Esto implica reconocer que lo aprendido sirve parcialmente y con ello se vuelve imperante la necesidad de edificar nuevos escenarios de pensamiento que replanteen paradigmas. En el caso educativo sobre lo que significa aprender, la posición en este proceso de maestros, alumnos y administrativos, como rehacer la educación presencial y a distancia, así cómo reformular los esquemas de evaluación y la nueva importancia de las universidades.


Capacidad de adaptación. Si seguimos a Voltaire la incomodidad nos exige reacomodo. Pero esto tiene una óptica interesante. Quien se siente enteramente cómodo con su entorno, no ve la necesidad de reformarlo, entonces no se producen innovaciones y adelantos. Estarnos readaptando necesariamente nos da la posibilidad de responder satisfactoriamente a los retos del entorno. En lo educativo significa que ningún modelo, forma de docencia y conocimiento está escrito en bronce, más aún, que todo aquello que aprendemos debe procurar ponerse en práctica en el mundo real y debe servir para reforzar nuestras tradiciones y herencias pero también para modificar lo que sea necesario. Nada permanece para siempre, pero también Nada se crea desde cero.

Actuar para la equidad y contra la desigualdad. La brecha entre ricos y pobres es gigante. Esto además de inmoral y condenable es peligroso para la especie humana. La única vía de estabilidad y crecimiento real es en comunidad, de manera aislada el ser humano termina consumido por el egoísmo. La desigualdad también afecta a quienes más tienen. La “nueva normalidad” ya no debe de dar como algo dado la desigualdad. Terminarla debe ser un objetivo central de la educación.

Superar al fracaso. Pocas veces se detiene uno a pensar en las grandes transformaciones, una característica es que arribamos a ellas precedidos de errores. Nunca se logra nada a la primera y de manera perfecta. Si entendemos que el proceso ensayo-error es parte del conocimiento, tendremos no sólo tolerancia al fracaso, sino que al final del camino terminaremos saliendo adelante. Documentar y revisar metodológicamente nuestros yerros es una actitud necesaria para generar conocimiento oportuno.


La Renovación de la UACH está en marcha, estos factores expuestos son parte del modelo. Ahora el gran reto es pasar del papel a los hechos. No queremos que sea letra muerta sino realidad cotidiana. Hay condiciones para lograrlo, maestras y maestros dispuestos al cambio, estudiantes deseosos de un nuevo modelo y administrativos convencidos de la necesidad de un cambio. La sociedad demanda eso de nosotros. Manos a la obra. El futuro debe ser prometedor.