/ viernes 31 de julio de 2020

Cubrebocas y civismo

¿Quién diría que una prenda sanitaria tan simple como es el cubrebocas vendría a desatar una serie de dichos y contradichos, afirmaciones y negaciones, aplausos y reproches, cuestionamientos y respuestas diversos?

En nuestro contexto cotidiano, donde opiniones –fundadas o infundadas- chocan, ya ni siquiera se trata de un debate científico sobre la efectividad del uso del cubrebocas, sino que la cuestión salta entre actitudes y comentarios caprichosos, entre complejos y simbolismos irracionales.

Sin embargo, siendo la crisis sanitaria por el Covid-19 un problema comunitario, cada ciudadano debe involucrarse en su atención. La salud no sólo es un bien individual, sino un bien público, y su cuidado debe estar a cargo de todos los agentes que hacen la dimensión comunitaria.

El problema sanitario del Covid-19 es público y por lo tanto todos tenemos que asumir nuestra obligación frente a él, porque es la comunidad un factor determinante para la solución del mismo. Se requiere el compromiso ciudadano para frenar la epidemia que amenaza con ser larga.

Más allá de lo que se crea sobre la mucha o poca efectividad del cubrebocas (haya debates públicos o privados al respecto), usarlo públicamente debe entenderse como un gesto de solidaridad con la comunidad, como un signo de que al individuo le importa el interés común que es, en este caso, la prevención sanitaria.

El hecho de usar el cubrebocas frente a los demás, sobre todo en lugares concurridos, es un mensaje cívico, una muestra de que lo público, lo ciudadano, nos está preocupando y nos disponemos a hacer lo que nos toca frente a la contingencia sanitaria.

Una persona con perspectiva cívica –que se da cuenta del interés común ciudadano y define los valores que le guían en este marco-, logra entender el problema de la pandemia como algo más que una situación médica u hospitalaria. Desde esa perspectiva se comprende que la batalla se ha de librar también desde la conducta ciudadana.

El civismo, ¿qué es? El civismo es una forma de vivir y convivir con la preocupación e interés por todos aquellos con quienes hacemos sociedad. Comportarnos cívicamente significa que asumimos valores y principios, deberes y obligaciones dentro del funcionamiento de la sociedad. Por supuesto que es cultura, se aprende.

El civismo apunta hacia un fin: nuestro bienestar común. Toda conducta cívica está enfocada en el bien común, lo que permite que la colectividad opere y haga posible la vida y la convivencia. El uso del cubrebocas es, por lo anterior, un gesto cívico, una conducta respetuosa enfocada en el bien común.

En la contingencia sanitaria que estamos pasando –y que lamentablemente ya nos costó tantas vidas-, usar el cubrebocas es un mensaje de preocupación y solidaridad con los demás, con todos, por la salud y la vida de todos. Es un valioso acto de civismo.


¿Quién diría que una prenda sanitaria tan simple como es el cubrebocas vendría a desatar una serie de dichos y contradichos, afirmaciones y negaciones, aplausos y reproches, cuestionamientos y respuestas diversos?

En nuestro contexto cotidiano, donde opiniones –fundadas o infundadas- chocan, ya ni siquiera se trata de un debate científico sobre la efectividad del uso del cubrebocas, sino que la cuestión salta entre actitudes y comentarios caprichosos, entre complejos y simbolismos irracionales.

Sin embargo, siendo la crisis sanitaria por el Covid-19 un problema comunitario, cada ciudadano debe involucrarse en su atención. La salud no sólo es un bien individual, sino un bien público, y su cuidado debe estar a cargo de todos los agentes que hacen la dimensión comunitaria.

El problema sanitario del Covid-19 es público y por lo tanto todos tenemos que asumir nuestra obligación frente a él, porque es la comunidad un factor determinante para la solución del mismo. Se requiere el compromiso ciudadano para frenar la epidemia que amenaza con ser larga.

Más allá de lo que se crea sobre la mucha o poca efectividad del cubrebocas (haya debates públicos o privados al respecto), usarlo públicamente debe entenderse como un gesto de solidaridad con la comunidad, como un signo de que al individuo le importa el interés común que es, en este caso, la prevención sanitaria.

El hecho de usar el cubrebocas frente a los demás, sobre todo en lugares concurridos, es un mensaje cívico, una muestra de que lo público, lo ciudadano, nos está preocupando y nos disponemos a hacer lo que nos toca frente a la contingencia sanitaria.

Una persona con perspectiva cívica –que se da cuenta del interés común ciudadano y define los valores que le guían en este marco-, logra entender el problema de la pandemia como algo más que una situación médica u hospitalaria. Desde esa perspectiva se comprende que la batalla se ha de librar también desde la conducta ciudadana.

El civismo, ¿qué es? El civismo es una forma de vivir y convivir con la preocupación e interés por todos aquellos con quienes hacemos sociedad. Comportarnos cívicamente significa que asumimos valores y principios, deberes y obligaciones dentro del funcionamiento de la sociedad. Por supuesto que es cultura, se aprende.

El civismo apunta hacia un fin: nuestro bienestar común. Toda conducta cívica está enfocada en el bien común, lo que permite que la colectividad opere y haga posible la vida y la convivencia. El uso del cubrebocas es, por lo anterior, un gesto cívico, una conducta respetuosa enfocada en el bien común.

En la contingencia sanitaria que estamos pasando –y que lamentablemente ya nos costó tantas vidas-, usar el cubrebocas es un mensaje de preocupación y solidaridad con los demás, con todos, por la salud y la vida de todos. Es un valioso acto de civismo.