/ miércoles 11 de diciembre de 2019

De Argentina a Alaska

Hace unos días, paseando por el centro de San José, Costa Rica, vi una camioneta de una belleza clásica color azul verde, estacionada al lado de un parque que tenía magnetos artísticos a la venta pegados a la carrocería; era un Estanciero 1961. Intrigada me acerqué y advertí que en el parabrisas estaba escrito: de Argentina a Alaska. Así conocí a Romina, una chica argentina quien al lado de su pareja Bruno llevaban más de dos años viajando por todo el continente americano. Viajar y hacer turismo es diferente. El turista recorre cinco países en dos semanas y el viajero se adentra a la cultura, a la gente y a la experiencia de sustraer la esencia de otro lugar por más tiempo.

¿Cómo se hicieron del vehículo?, pregunté. La compramos en Mendoza un mes antes de salir de viaje. Andamos a 50 km/h en carretera y dormimos en la parte de atrás, así nos quedamos en cada país el tiempo que nos permita el permiso. ¿Cómo se decidieron a hacer el viaje? Él lo venía soñando desde hace 15 años, pero siempre lo estaba postergando; nos conocimos en un momento en que a mí no me pareció una locura. Tenía que ser sí o sí, porque era un sueño. Para mí fue muy simple, lo hice sin pensar. Lo vi como una súper oportunidad, como una aventura. ¿De qué viven? Del arte que hacemos, no se necesita ahorrar toda la vida para viajar. ¿Qué es lo más hermoso que has visto? Vivimos cosas hermosas todo el tiempo, sobre todo, los amigos que hemos hecho. Después, ver cómo la comunidad andina se va haciendo una sola desde Argentina a Colombia. Es una de las cosas más hermosas que he visto. ¿Cómo te ha cambiado el viaje desde que empezaste? Uy, es algo idílico. Uno sigue con sus cosas a resolver, pero sin duda, haber soltado cosas que yo no tenía por seguras y necesarias es un sentimiento que te convierte en otra persona. Yo soy licenciada en terapia ocupacional. Trabajaba para instituciones y haberme salido de ellas fue maravilloso, me cambió. Uno no se negocia a sí mismo con alguien más.

¿Qué se siente dejarlo todo para irse? En el momento uno deja las cosas que puede dejar: los afectos los dejas por un rato, el trabajo, la seguridad social, la certidumbre de un sueldo mensual. Algún día volveré y me reencontraré con todo. Más bien sueltas resistencias propias, creencias, miedos y la incertidumbre de: ¿voy a poder? o ¿no voy a poder? Aprendes a desprenderte y no vivirlo de manera trágica, porque cuando uno dice dejarlo todo, lo haces por un tiempo, y cuando sea el momento de regresar, regresaremos. Uno suelta lo que puede. Hay un montón de cosas de las que no me he dado cuenta todavía. Entendimos la profundidad de la conversación, sonreímos y de pronto, tomé un magneto que decía: ¿Cuál es tu sueño? con la Estanciera dibujada. Intercambiamos datos y nos despedimos.

Cuando uno viaja, lo más valioso que se lleva son experiencias y memorias, y en este caso, un imán que atestigua que de pronto aparecen personas que nos inspiran a crear nuevos sueños y a hacerlos realidad. Cada quien sueña diferente y los cumple a su manera. Procuremos desprendernos de aquello que nos estanca y nos impide fluir en la vida y sobre los sueños, lo importante es tener la firme convicción de que tenemos el poder de lograrlos. No es un sacrificio, es un boleto a la felicidad.


yanez_flor@hotmail.com

Hace unos días, paseando por el centro de San José, Costa Rica, vi una camioneta de una belleza clásica color azul verde, estacionada al lado de un parque que tenía magnetos artísticos a la venta pegados a la carrocería; era un Estanciero 1961. Intrigada me acerqué y advertí que en el parabrisas estaba escrito: de Argentina a Alaska. Así conocí a Romina, una chica argentina quien al lado de su pareja Bruno llevaban más de dos años viajando por todo el continente americano. Viajar y hacer turismo es diferente. El turista recorre cinco países en dos semanas y el viajero se adentra a la cultura, a la gente y a la experiencia de sustraer la esencia de otro lugar por más tiempo.

¿Cómo se hicieron del vehículo?, pregunté. La compramos en Mendoza un mes antes de salir de viaje. Andamos a 50 km/h en carretera y dormimos en la parte de atrás, así nos quedamos en cada país el tiempo que nos permita el permiso. ¿Cómo se decidieron a hacer el viaje? Él lo venía soñando desde hace 15 años, pero siempre lo estaba postergando; nos conocimos en un momento en que a mí no me pareció una locura. Tenía que ser sí o sí, porque era un sueño. Para mí fue muy simple, lo hice sin pensar. Lo vi como una súper oportunidad, como una aventura. ¿De qué viven? Del arte que hacemos, no se necesita ahorrar toda la vida para viajar. ¿Qué es lo más hermoso que has visto? Vivimos cosas hermosas todo el tiempo, sobre todo, los amigos que hemos hecho. Después, ver cómo la comunidad andina se va haciendo una sola desde Argentina a Colombia. Es una de las cosas más hermosas que he visto. ¿Cómo te ha cambiado el viaje desde que empezaste? Uy, es algo idílico. Uno sigue con sus cosas a resolver, pero sin duda, haber soltado cosas que yo no tenía por seguras y necesarias es un sentimiento que te convierte en otra persona. Yo soy licenciada en terapia ocupacional. Trabajaba para instituciones y haberme salido de ellas fue maravilloso, me cambió. Uno no se negocia a sí mismo con alguien más.

¿Qué se siente dejarlo todo para irse? En el momento uno deja las cosas que puede dejar: los afectos los dejas por un rato, el trabajo, la seguridad social, la certidumbre de un sueldo mensual. Algún día volveré y me reencontraré con todo. Más bien sueltas resistencias propias, creencias, miedos y la incertidumbre de: ¿voy a poder? o ¿no voy a poder? Aprendes a desprenderte y no vivirlo de manera trágica, porque cuando uno dice dejarlo todo, lo haces por un tiempo, y cuando sea el momento de regresar, regresaremos. Uno suelta lo que puede. Hay un montón de cosas de las que no me he dado cuenta todavía. Entendimos la profundidad de la conversación, sonreímos y de pronto, tomé un magneto que decía: ¿Cuál es tu sueño? con la Estanciera dibujada. Intercambiamos datos y nos despedimos.

Cuando uno viaja, lo más valioso que se lleva son experiencias y memorias, y en este caso, un imán que atestigua que de pronto aparecen personas que nos inspiran a crear nuevos sueños y a hacerlos realidad. Cada quien sueña diferente y los cumple a su manera. Procuremos desprendernos de aquello que nos estanca y nos impide fluir en la vida y sobre los sueños, lo importante es tener la firme convicción de que tenemos el poder de lograrlos. No es un sacrificio, es un boleto a la felicidad.


yanez_flor@hotmail.com