/ viernes 19 de abril de 2019

De prudencia e imprudencias

En reiteradas ocasiones, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha recurrido (aparentemente) a la “prudencia” como instrumento conciliador en torno a los temas de la política exterior relacionada con EU. Sin embargo, en asuntos de política interior, el presidente no deja de ser imprudente.

Con su imprudente discurso y comportamiento presidencialista, López Obrador no sólo ha logrado confrontar y polarizar a los mexicanos. También ha encontrado la manera de amenazar, descarada e reiteradamente, a aquellos que no comulgan con sus ideas o se atreven a evidenciar su manipulador modus operandi.

Considerando que el término “prudencia” se refiere a la templanza, cautela, moderación, sensatez o buen juicio, y que -por ende- la palabra imprudencia se refiere a la falta de ésta, no hay duda de que el presidente López Obrador es imprudentemente prudente (o viceversa), según lo dicten sus fobias, filias, manías o complejos.

La reflexión que en esta ocasión nos ocupa, se deriva de lo que sucedió el viernes pasado durante la conferencia de prensa del presidente López Obrador. Esa, en la que Jorge Ramos le hizo algunos comentarios al presidente y, además, lo cuestionó enérgicamente respecto al altísimo número de mexicanos asesinados en lo poco que va de su administración.

Que conste en actas que Jorge Ramos no es santo de mi devoción, pero lo que él hizo es digno de reconocimiento porque hizo lo que pocos se han atrevido a hacer durante las denominadas “mañaneras”: evidenciar la manipulación de datos o la “otra información” que el presidente López da a conocer a los medios y, por lo tanto, al pueblo.

El caso es que, como era de esperarse, en la siguiente “mañanera” el presidente demostró que su imprudente discurso y su soberbio desempeño no tienen límites (salvo con Donald Trump). Es decir, expresar ante los representantes de los medios de comunicación que, a diferencia de Jorge Ramos, ellos sí son buenos periodistas porque son prudentes, porque “si se pasan, ya saben lo que sucede”.

No es nuevo que, para el presidente Andrés Manuel López Obrador, todo aquel periodista o medio de comunicación que se atreva a cuestionarlo o a criticarlo pertenece a la “prensa fifí” al servicio del “conservadurismo”. Lo que sí es nuevo, peligroso e inaceptable, es que el presidente del tercer país más letal (sin ser un país con un conflicto bélico) para el ejercicio del periodismo, diga que un buen periodista es aquel que muestra prudente con el presidente porque, si no, ya saben lo que les puede suceder.

En esta ocasión, concluyo con lo dicho alguna vez por el poeta, periodista, cineasta y religioso jesuita español Luis Espinal Camps: “Hay un límite imperceptible entre prudencia y cobardía […] Danos sinceridad, para no llamar prudencia a la cobardía, al conformismo, a la comodidad”.


laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com


En reiteradas ocasiones, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha recurrido (aparentemente) a la “prudencia” como instrumento conciliador en torno a los temas de la política exterior relacionada con EU. Sin embargo, en asuntos de política interior, el presidente no deja de ser imprudente.

Con su imprudente discurso y comportamiento presidencialista, López Obrador no sólo ha logrado confrontar y polarizar a los mexicanos. También ha encontrado la manera de amenazar, descarada e reiteradamente, a aquellos que no comulgan con sus ideas o se atreven a evidenciar su manipulador modus operandi.

Considerando que el término “prudencia” se refiere a la templanza, cautela, moderación, sensatez o buen juicio, y que -por ende- la palabra imprudencia se refiere a la falta de ésta, no hay duda de que el presidente López Obrador es imprudentemente prudente (o viceversa), según lo dicten sus fobias, filias, manías o complejos.

La reflexión que en esta ocasión nos ocupa, se deriva de lo que sucedió el viernes pasado durante la conferencia de prensa del presidente López Obrador. Esa, en la que Jorge Ramos le hizo algunos comentarios al presidente y, además, lo cuestionó enérgicamente respecto al altísimo número de mexicanos asesinados en lo poco que va de su administración.

Que conste en actas que Jorge Ramos no es santo de mi devoción, pero lo que él hizo es digno de reconocimiento porque hizo lo que pocos se han atrevido a hacer durante las denominadas “mañaneras”: evidenciar la manipulación de datos o la “otra información” que el presidente López da a conocer a los medios y, por lo tanto, al pueblo.

El caso es que, como era de esperarse, en la siguiente “mañanera” el presidente demostró que su imprudente discurso y su soberbio desempeño no tienen límites (salvo con Donald Trump). Es decir, expresar ante los representantes de los medios de comunicación que, a diferencia de Jorge Ramos, ellos sí son buenos periodistas porque son prudentes, porque “si se pasan, ya saben lo que sucede”.

No es nuevo que, para el presidente Andrés Manuel López Obrador, todo aquel periodista o medio de comunicación que se atreva a cuestionarlo o a criticarlo pertenece a la “prensa fifí” al servicio del “conservadurismo”. Lo que sí es nuevo, peligroso e inaceptable, es que el presidente del tercer país más letal (sin ser un país con un conflicto bélico) para el ejercicio del periodismo, diga que un buen periodista es aquel que muestra prudente con el presidente porque, si no, ya saben lo que les puede suceder.

En esta ocasión, concluyo con lo dicho alguna vez por el poeta, periodista, cineasta y religioso jesuita español Luis Espinal Camps: “Hay un límite imperceptible entre prudencia y cobardía […] Danos sinceridad, para no llamar prudencia a la cobardía, al conformismo, a la comodidad”.


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