/ jueves 25 de julio de 2019

De transformaciones

“El mundo no es más que transformación, y la vida, opinión solamente”

- Marco Aurelio -

El actual presidente de México, tan madrugador como es, quiere que a su forma de gobierno se le diga “La cuarta transformación” y somos varios los que a través de los espacios de expresión con que contamos le hemos seguido erróneamente la corriente. Pero ¿por qué digo erróneamente?, para poder responder esta cuestión tenemos primero que recordar las tres transformaciones de nuestro país; vamos pues.

La primera transformación se remonta al periodo comprendido entre 1810 y 1821, cuando poniéndole fin al dominio español de aquellos ayeres Miguel Hidalgo y Costilla encabezó el levantamiento popular que conllevó a la independencia de México integrándose por 19 estados, cinco territorios y un distrito federal y concluyendo con la lastimosa esclavitud.

La segunda transformación se ubica en el calendario entre 1858 y 1861 con la llamada “Guerra de Reforma”, cuando los conservadores y los liberales peleaban por sus firmes ideales y donde se estableció un Estado nacional separado de la Iglesia bajo el liderazgo de Benito Juárez García.

La tercera transformación encuentra sus orígenes en 1910 con la Revolución Mexicana que puso fin al mandato dictatorial de más de treinta años de Porfirio Díaz como presidente de México, donde diversas crisis sociales, políticas y económicas propiciaron el levantamiento armado y que llevó a la renuncia de Díaz para después ser exiliado en Europa, donde murió en 1915.

Las tres transformaciones mencionadas redefinieron y le dieron otro contexto a nuestra azteca nación con trascendencia histórica y son consideradas precisamente transformaciones (positivas) porque representaron un importante cambio, pero su adjetivo se plasmó una vez conocidos los resultados o las consecuencias de haberlas emprendido, no antes. Hoy en día no se debe declarar al gobierno como la 4T de nuestro país, y aunque el presidente crea y quiera que al final de su mandato México haya sido transformado será la historia la única encargada de calificarlo, y si consideramos todo lo hecho y deshecho en estos meses de su mandato, pues como que las cifras y los resultados no son del todo satisfactorios para aducir que la cuarta transformación será un hecho. Veremos. Por lo pronto, a hacer lo nuestro.


“El mundo no es más que transformación, y la vida, opinión solamente”

- Marco Aurelio -

El actual presidente de México, tan madrugador como es, quiere que a su forma de gobierno se le diga “La cuarta transformación” y somos varios los que a través de los espacios de expresión con que contamos le hemos seguido erróneamente la corriente. Pero ¿por qué digo erróneamente?, para poder responder esta cuestión tenemos primero que recordar las tres transformaciones de nuestro país; vamos pues.

La primera transformación se remonta al periodo comprendido entre 1810 y 1821, cuando poniéndole fin al dominio español de aquellos ayeres Miguel Hidalgo y Costilla encabezó el levantamiento popular que conllevó a la independencia de México integrándose por 19 estados, cinco territorios y un distrito federal y concluyendo con la lastimosa esclavitud.

La segunda transformación se ubica en el calendario entre 1858 y 1861 con la llamada “Guerra de Reforma”, cuando los conservadores y los liberales peleaban por sus firmes ideales y donde se estableció un Estado nacional separado de la Iglesia bajo el liderazgo de Benito Juárez García.

La tercera transformación encuentra sus orígenes en 1910 con la Revolución Mexicana que puso fin al mandato dictatorial de más de treinta años de Porfirio Díaz como presidente de México, donde diversas crisis sociales, políticas y económicas propiciaron el levantamiento armado y que llevó a la renuncia de Díaz para después ser exiliado en Europa, donde murió en 1915.

Las tres transformaciones mencionadas redefinieron y le dieron otro contexto a nuestra azteca nación con trascendencia histórica y son consideradas precisamente transformaciones (positivas) porque representaron un importante cambio, pero su adjetivo se plasmó una vez conocidos los resultados o las consecuencias de haberlas emprendido, no antes. Hoy en día no se debe declarar al gobierno como la 4T de nuestro país, y aunque el presidente crea y quiera que al final de su mandato México haya sido transformado será la historia la única encargada de calificarlo, y si consideramos todo lo hecho y deshecho en estos meses de su mandato, pues como que las cifras y los resultados no son del todo satisfactorios para aducir que la cuarta transformación será un hecho. Veremos. Por lo pronto, a hacer lo nuestro.