/ miércoles 14 de septiembre de 2022

¿Debe el PAN volver a salvar al PRI? ¿A pesar de sus traiciones?

Por: Gustavo Madero


¿Debe el PAN perdonar al PRI después de que rompió su compromiso firmado de no apoyar la militarización y de no modificar la Constitución?

¿Debe mantener esa alianza a toda costa?

Es tan trascendente la decisión que requiere ver las cosas desde una perspectiva histórica:

El PRI inició un grave proceso de deterioro en 1988 y desde entonces no lo ha podido detener. Ese año inició su final como el “partido hegemónico de Estado” que dominó el sistema político nacional, con una férrea disciplina monolítica corporativa y la ideología del “nacionalismo revolucionario” que le permitió permanecer invicto en todas las elecciones a la presidencia y a las 32 gubernaturas estatales por 60 años, desde su fundación en 1929 como PNR hasta su primera derrota reconocida en 1989.

En 1988 surgió la corriente crítica para promover la democratización del sistema político y oponerse a la implementación del modelo neoliberal. Nació la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, quienes rompieron formalmente con el PRI y formaron un nuevo partido, el PRD.

El PRI quedó fracturado luego confrontado por el cuestionado triunfo electoral de Carlos Salinas cuando se le cayó el sistema a Manuel Bartlet en el recuento de los votos.

Fue entonces cuando el PAN acudió por primera vez al rescate del PRI, su enemigo histórico, publicando un desplegado “Compromiso nacional por la legitimidad y la democracia” en el que le propuso una ruta para legitimarse en el ejercicio de su gobierno con una agenda de reformas legales, entre otras la electoral que creó al IFE autónomo.

La derrota del PRI en el año 2000 llevó a Vicente Fox a la presidencia y se enfrentó con un grave dilema: darle la puntilla al PRI, desmantelarlo y formar un nuevo sistema político, o darle respiración artificial para tener una transición de terciopelo. Fox optó por lo último y el PRI se refugió en sus gobernadores, quienes formaron a la Conago para tener fuerza e interlocución y le acabaron tomando la medida a Fox. Esta fue la segunda ocasión que el PAN le echó la mano al PRI para que no desapareciera.

La tercera ocasión en la que el PAN salva al PRI fue en marzo de 2010, cuando el gobierno de Felipe Calderón firmó con el entonces gobernador Enrique Peña Nieto un pacto contra alianza del PAN con el PRD en el Edomex a cambio de aprobarle el presupuesto y “construir gobernabilidad”. Fue un acto de alta traición que cambió el rumbo del país pues, de no haberse firmado, el PRI hubiera perdido la elección y Peña nunca hubiera llegado a ser presidente.

La cuarta ocasión en la que el PAN apoyó al PRI fue el Pacto por México en la que el PAN y el PRD impulsamos cinco grandes acuerdos y 95 compromisos para impulsar una agenda democratizadora y modernizadora y legitimar a un gobierno caracterizado por su corrupción.

La quinta ocasión ha sido la alianza Va por México, para sumar fuerzas y estructuras en 2021. Evolucionó de alianza electoral a una alianza legislativa y aspiraba a ser alianza para un gobierno de coalición. Por eso, sorprende tanto la decisión de Alejandro Moreno de romper su compromiso y poner en riesgo el triunfo en Edomex y en el 24 sólo para cuidar su futuro personal. El PRI ya ha perdido todas las elecciones de los estados que gobierna desde 2018. Llegar a tener sólo tres ahora lo ubican al borde de la irrelevancia y perder en 2023 el Estado de México significaría la puntilla a ese partido hegemónico que dominó el sistema político durante casi todo el siglo pasado. Y por eso la trascendencia de la decisión que deberá tomar el PAN. ¿Salvar al PRI es salvar a México o es perpetuar la agonía de un partido sentenciado?

¿Está siendo el PAN patriota, o sólo el tonto útil de un partido que lo utiliza cuando le conviene y lo traiciona cuando no lo necesita?


Por: Gustavo Madero


¿Debe el PAN perdonar al PRI después de que rompió su compromiso firmado de no apoyar la militarización y de no modificar la Constitución?

¿Debe mantener esa alianza a toda costa?

Es tan trascendente la decisión que requiere ver las cosas desde una perspectiva histórica:

El PRI inició un grave proceso de deterioro en 1988 y desde entonces no lo ha podido detener. Ese año inició su final como el “partido hegemónico de Estado” que dominó el sistema político nacional, con una férrea disciplina monolítica corporativa y la ideología del “nacionalismo revolucionario” que le permitió permanecer invicto en todas las elecciones a la presidencia y a las 32 gubernaturas estatales por 60 años, desde su fundación en 1929 como PNR hasta su primera derrota reconocida en 1989.

En 1988 surgió la corriente crítica para promover la democratización del sistema político y oponerse a la implementación del modelo neoliberal. Nació la Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, quienes rompieron formalmente con el PRI y formaron un nuevo partido, el PRD.

El PRI quedó fracturado luego confrontado por el cuestionado triunfo electoral de Carlos Salinas cuando se le cayó el sistema a Manuel Bartlet en el recuento de los votos.

Fue entonces cuando el PAN acudió por primera vez al rescate del PRI, su enemigo histórico, publicando un desplegado “Compromiso nacional por la legitimidad y la democracia” en el que le propuso una ruta para legitimarse en el ejercicio de su gobierno con una agenda de reformas legales, entre otras la electoral que creó al IFE autónomo.

La derrota del PRI en el año 2000 llevó a Vicente Fox a la presidencia y se enfrentó con un grave dilema: darle la puntilla al PRI, desmantelarlo y formar un nuevo sistema político, o darle respiración artificial para tener una transición de terciopelo. Fox optó por lo último y el PRI se refugió en sus gobernadores, quienes formaron a la Conago para tener fuerza e interlocución y le acabaron tomando la medida a Fox. Esta fue la segunda ocasión que el PAN le echó la mano al PRI para que no desapareciera.

La tercera ocasión en la que el PAN salva al PRI fue en marzo de 2010, cuando el gobierno de Felipe Calderón firmó con el entonces gobernador Enrique Peña Nieto un pacto contra alianza del PAN con el PRD en el Edomex a cambio de aprobarle el presupuesto y “construir gobernabilidad”. Fue un acto de alta traición que cambió el rumbo del país pues, de no haberse firmado, el PRI hubiera perdido la elección y Peña nunca hubiera llegado a ser presidente.

La cuarta ocasión en la que el PAN apoyó al PRI fue el Pacto por México en la que el PAN y el PRD impulsamos cinco grandes acuerdos y 95 compromisos para impulsar una agenda democratizadora y modernizadora y legitimar a un gobierno caracterizado por su corrupción.

La quinta ocasión ha sido la alianza Va por México, para sumar fuerzas y estructuras en 2021. Evolucionó de alianza electoral a una alianza legislativa y aspiraba a ser alianza para un gobierno de coalición. Por eso, sorprende tanto la decisión de Alejandro Moreno de romper su compromiso y poner en riesgo el triunfo en Edomex y en el 24 sólo para cuidar su futuro personal. El PRI ya ha perdido todas las elecciones de los estados que gobierna desde 2018. Llegar a tener sólo tres ahora lo ubican al borde de la irrelevancia y perder en 2023 el Estado de México significaría la puntilla a ese partido hegemónico que dominó el sistema político durante casi todo el siglo pasado. Y por eso la trascendencia de la decisión que deberá tomar el PAN. ¿Salvar al PRI es salvar a México o es perpetuar la agonía de un partido sentenciado?

¿Está siendo el PAN patriota, o sólo el tonto útil de un partido que lo utiliza cuando le conviene y lo traiciona cuando no lo necesita?