/ jueves 19 de octubre de 2017

Del amor y otros dilemas

Las relaciones modernas se dan en momentos imperfectos y, cuando el amor aparece, tienen el carácter del apuro, la superficialidad, la necesidad que busca ser cubierta por cualquier medio. Así, el amor pasa de eterno, a temporal, y es cuando las exigencias del mundo han ganado sobre el sentido que tiene la humanidad. Esta falta de oportunidades para reconocer el valor del amor, usualmente termina con la real apariencia que le corresponde al amor, menor a lo que esperábamos, y las consecuencias corresponden al valor que realmente tiene.

Pero hay algo que puede rescatar al amor en estos tiempos. Cuando no hay oportunidad de conocer a las personas, se pueden reconocer sus valores morales y si su conciencia obedece al sentido común y no a las leyes sin sentido de alguien. El ser humano, mientras vive, descubre el amor, pero es muy difícil buscarlo con la intención de encontrarlo. Si no se encuentra el amor, al menos se protege la hermandad entre dos seres humanos. Es una amistad de valores, pero no un amor ordinario que pueda medirse como valores matrimoniales.

Es curioso cómo el cuerpo marcha sin llevar al alma y cómo el alma se sorprende cuando descubre a dónde la llevó el cuerpo. Tal vez, por eso, hay que darle al cuerpo pocas oportunidades de actuar sin el alma. En algunas personas vive más el alma que el cuerpo. El hombre deseará permanecer junto a una mujer, si el alma y el cuerpo del hombre logran caminar junto a ella. El hombre que desee descubrir la felicidad del amor verdadero deberá luchar siempre para que ese caminar así sea. La mujer busca un hombre que la perfeccione.

Esa perfección se encamina a ser la madre perfecta. Pero esta perfección ya la tiene, sólo necesita que se lo recuerden. La vida de una mujer es lo que a veces enamora al hombre, porque lo que la rodea resulta venerable. Cuerpo y carácter es lo que el hombre busca. Pero hay algo más que hay que buscar y que los valores nos muestran: el espíritu. Si el cerebro se concentra en una sola cosa, emoción y deseo, sólo verá eso. Para que algo no tenga fuerza, debe dispersarse. Si al último todo es instinto, al menos al principio, debe  encaminarse.

Y el mejor camino que podrá seguirse es desear lo mejor que Dios quiere para nosotros, según sus propósitos. La mujer por su sensibilidad, buscará el paso entre la paz y el instinto vistiendo cada etapa del amor con las apariencias de la más pura naturalidad. El hombre deberá recorrer ese camino junto a ella. El hombre y la mujer tienen intenciones. Presentarlas como la sociedad las acepta conforme se llega a los distintos destinos que el camino tiene, son los medios para llegar al fin. Pero no todos los fines tienen las consecuencias deseadas.

Una de las mayores frustraciones del ser humano es elegir algo que se antoja como lo mejor y enfrentar, luego, las peores consecuencias. Esto mismo sucede en la moral. A veces, no sabemos el valor moral de lo que elegimos, hasta que apreciamos sus consecuencias, no siempre en esta vida. Pero hay algo que nos dice que una cuestión es buena para nuestro espíritu, aunque no lo sea para la comodidad del cuerpo. Es lo que, tal vez, llamaríamos como el sexto sentido de lo que sólo el espíritu percibe. agusperezr@hotmail.com

Las relaciones modernas se dan en momentos imperfectos y, cuando el amor aparece, tienen el carácter del apuro, la superficialidad, la necesidad que busca ser cubierta por cualquier medio. Así, el amor pasa de eterno, a temporal, y es cuando las exigencias del mundo han ganado sobre el sentido que tiene la humanidad. Esta falta de oportunidades para reconocer el valor del amor, usualmente termina con la real apariencia que le corresponde al amor, menor a lo que esperábamos, y las consecuencias corresponden al valor que realmente tiene.

Pero hay algo que puede rescatar al amor en estos tiempos. Cuando no hay oportunidad de conocer a las personas, se pueden reconocer sus valores morales y si su conciencia obedece al sentido común y no a las leyes sin sentido de alguien. El ser humano, mientras vive, descubre el amor, pero es muy difícil buscarlo con la intención de encontrarlo. Si no se encuentra el amor, al menos se protege la hermandad entre dos seres humanos. Es una amistad de valores, pero no un amor ordinario que pueda medirse como valores matrimoniales.

Es curioso cómo el cuerpo marcha sin llevar al alma y cómo el alma se sorprende cuando descubre a dónde la llevó el cuerpo. Tal vez, por eso, hay que darle al cuerpo pocas oportunidades de actuar sin el alma. En algunas personas vive más el alma que el cuerpo. El hombre deseará permanecer junto a una mujer, si el alma y el cuerpo del hombre logran caminar junto a ella. El hombre que desee descubrir la felicidad del amor verdadero deberá luchar siempre para que ese caminar así sea. La mujer busca un hombre que la perfeccione.

Esa perfección se encamina a ser la madre perfecta. Pero esta perfección ya la tiene, sólo necesita que se lo recuerden. La vida de una mujer es lo que a veces enamora al hombre, porque lo que la rodea resulta venerable. Cuerpo y carácter es lo que el hombre busca. Pero hay algo más que hay que buscar y que los valores nos muestran: el espíritu. Si el cerebro se concentra en una sola cosa, emoción y deseo, sólo verá eso. Para que algo no tenga fuerza, debe dispersarse. Si al último todo es instinto, al menos al principio, debe  encaminarse.

Y el mejor camino que podrá seguirse es desear lo mejor que Dios quiere para nosotros, según sus propósitos. La mujer por su sensibilidad, buscará el paso entre la paz y el instinto vistiendo cada etapa del amor con las apariencias de la más pura naturalidad. El hombre deberá recorrer ese camino junto a ella. El hombre y la mujer tienen intenciones. Presentarlas como la sociedad las acepta conforme se llega a los distintos destinos que el camino tiene, son los medios para llegar al fin. Pero no todos los fines tienen las consecuencias deseadas.

Una de las mayores frustraciones del ser humano es elegir algo que se antoja como lo mejor y enfrentar, luego, las peores consecuencias. Esto mismo sucede en la moral. A veces, no sabemos el valor moral de lo que elegimos, hasta que apreciamos sus consecuencias, no siempre en esta vida. Pero hay algo que nos dice que una cuestión es buena para nuestro espíritu, aunque no lo sea para la comodidad del cuerpo. Es lo que, tal vez, llamaríamos como el sexto sentido de lo que sólo el espíritu percibe. agusperezr@hotmail.com