/ sábado 11 de enero de 2020

¡Deseos de Año Nuevo!

Cada vez que inicia un año, aflora la esperanza, nos proponemos metas para cumplir y la historia se repite, se aquilata lo bueno y lo malo que hay en nosotros y valoramos nuestro entorno. Con toda actitud y optimismo, salimos a retar al mundo llenos de buenos deseos y a intentar poner el grano de arena que nos corresponde para hacerlo mejor. Desgraciadamente nos topamos con noticias desagradables y malas, por ejemplo apenas inicia el año y se anuncian los ataques mutuos entre Irán y USA, con la amenaza de una guerra mundial, que a estas alturas con el desarrollo de armamento nuclear, se eliminaría la especie humana y todas las otras, cuando le preguntaron a Albert Einstein, que si se imaginaba cómo sería la Tercera Guerra Mundial, dijo que no sabía, pero que sin duda la cuarta sería a piedras y palos. Es lamentable que el desarrollo de algunos países, no coadyuve al progreso para el resto de la humanidad. Los indicadores son claros, frente a un puñado de países desarrollados y ricos, hay tres puñados de países subdesarrollados y pobres. Las investigaciones indican que el planeta tiene recursos y alimentos para todos los habitantes, no obstante la distribución de la riqueza, es tan desproporcionada que se concentra en pocos personajes, que acumulan riquezas multimillonarias para que vivan como reyes varias de las generaciones de su dinastía, en muchas ocasiones a costa de miles de personas explotadas, maltratadas y violentadas. Steve Jobs, el innovador y empresario de la computación, quien amasó una millonaria fortuna, a sus 56 años en su lecho de muerte, sostuvo que con el dinero puedes comprar cosas materiales, pero no puedes comprar el tiempo. San Juan Pablo II refería que sobre la riqueza existe una hipoteca social, es decir, los poseedores de fortunas tienen la responsabilidad social de crear fuentes de empleo y pagar salarios y prestaciones justas. Nos hace falta apelar al principio de la solidaridad para apoyar a los que más necesitan, con el solo interés de que salgan adelante para que tengan mejores niveles de vida. Pese a todo lo negativo que se presente, sigamos trabajando por el bien, que siempre ha prevalecido sobre el mal, porque las buenas obras allanan el camino al cielo, y es lo único que nos llevaremos cuando se acabe nuestro tiempo terrenal.

Cada vez que inicia un año, aflora la esperanza, nos proponemos metas para cumplir y la historia se repite, se aquilata lo bueno y lo malo que hay en nosotros y valoramos nuestro entorno. Con toda actitud y optimismo, salimos a retar al mundo llenos de buenos deseos y a intentar poner el grano de arena que nos corresponde para hacerlo mejor. Desgraciadamente nos topamos con noticias desagradables y malas, por ejemplo apenas inicia el año y se anuncian los ataques mutuos entre Irán y USA, con la amenaza de una guerra mundial, que a estas alturas con el desarrollo de armamento nuclear, se eliminaría la especie humana y todas las otras, cuando le preguntaron a Albert Einstein, que si se imaginaba cómo sería la Tercera Guerra Mundial, dijo que no sabía, pero que sin duda la cuarta sería a piedras y palos. Es lamentable que el desarrollo de algunos países, no coadyuve al progreso para el resto de la humanidad. Los indicadores son claros, frente a un puñado de países desarrollados y ricos, hay tres puñados de países subdesarrollados y pobres. Las investigaciones indican que el planeta tiene recursos y alimentos para todos los habitantes, no obstante la distribución de la riqueza, es tan desproporcionada que se concentra en pocos personajes, que acumulan riquezas multimillonarias para que vivan como reyes varias de las generaciones de su dinastía, en muchas ocasiones a costa de miles de personas explotadas, maltratadas y violentadas. Steve Jobs, el innovador y empresario de la computación, quien amasó una millonaria fortuna, a sus 56 años en su lecho de muerte, sostuvo que con el dinero puedes comprar cosas materiales, pero no puedes comprar el tiempo. San Juan Pablo II refería que sobre la riqueza existe una hipoteca social, es decir, los poseedores de fortunas tienen la responsabilidad social de crear fuentes de empleo y pagar salarios y prestaciones justas. Nos hace falta apelar al principio de la solidaridad para apoyar a los que más necesitan, con el solo interés de que salgan adelante para que tengan mejores niveles de vida. Pese a todo lo negativo que se presente, sigamos trabajando por el bien, que siempre ha prevalecido sobre el mal, porque las buenas obras allanan el camino al cielo, y es lo único que nos llevaremos cuando se acabe nuestro tiempo terrenal.