/ martes 29 de octubre de 2019

Día de Muertos (I)

“Comenzamos a morir apenas nacemos, y el fin tiene conexión con el principio”. Manilius



La vida y la muerte forman parte del proceso dialéctico de la unión y lucha de los contrarios. En esta reflexión, tocaremos las costumbres de algunos pueblos acerca de la muerte, fundamentalmente nuestros antepasados de Mesoamérica. Desde la Prehistoria, el homo creó ceremonias para despedirse de los muertos, y al paso del tiempo, surgieron los entierros. Ya en los tiempos históricos (cuando el homo inventó la escritura), se buscó la creencia en el alma, espíritu, o como se le quiera denominar, como parte del cuerpo vivo. Al morir, se efectuaba la separación. Los indios creyeron en la transmigración del “atman” (alma), es decir, de un ser que moría, su alma pasaba a otro, incluso a un animal. El cuerpo era incinerado. El esposo moría, y la mujer debía arrojarse a la hoguera fúnebre. En ocasiones era a la inversa.

Los egipcios tuvieron un gran fervor con sus muertos, sobre todo con los faraones y los sacerdotes. Finalmente todos eran conducidos a las mansiones funerarias en la barca de Osiris. Las religiones tuvieron como base la existencia del alma, tesis filosófica del heleno Platón. El hombre que observaba los preceptos de la religión (no hacer separaciones), iba al “topos uranos” (cielo). Posteriormente de los pueblos mesopotámicos y de los persas, se tomó el concepto del maligno, demonio, diablo, pazuzu, satanás, como símbolo de quienes no cumplieron con los preceptos de su religión. Sus almas iban al “infierno”(basurero ardiendo).

En nuestras culturas prehispánicas, no se condenaba el comportamiento en vida, se ponderaba la forma de morir. Por ejemplo, las mujeres que morían de parto, o los hombres que morían en la guerra, se unían al sol. El destino de otras formas de morir, era llegar el Mictlán (región de los muertos descarnados, donde reinaba Mictlantecuhtli, el dios de la muerte. Suponían la región florida del Tlalocan, que los invasores españoles tergiversaron como el paraíso. La celebración del “Día de los Muertos” tuvo gran significación, que bien merece otra reflexión. “Dadme flores cuando las pueda oler”, proverbio inglés.


“Comenzamos a morir apenas nacemos, y el fin tiene conexión con el principio”. Manilius



La vida y la muerte forman parte del proceso dialéctico de la unión y lucha de los contrarios. En esta reflexión, tocaremos las costumbres de algunos pueblos acerca de la muerte, fundamentalmente nuestros antepasados de Mesoamérica. Desde la Prehistoria, el homo creó ceremonias para despedirse de los muertos, y al paso del tiempo, surgieron los entierros. Ya en los tiempos históricos (cuando el homo inventó la escritura), se buscó la creencia en el alma, espíritu, o como se le quiera denominar, como parte del cuerpo vivo. Al morir, se efectuaba la separación. Los indios creyeron en la transmigración del “atman” (alma), es decir, de un ser que moría, su alma pasaba a otro, incluso a un animal. El cuerpo era incinerado. El esposo moría, y la mujer debía arrojarse a la hoguera fúnebre. En ocasiones era a la inversa.

Los egipcios tuvieron un gran fervor con sus muertos, sobre todo con los faraones y los sacerdotes. Finalmente todos eran conducidos a las mansiones funerarias en la barca de Osiris. Las religiones tuvieron como base la existencia del alma, tesis filosófica del heleno Platón. El hombre que observaba los preceptos de la religión (no hacer separaciones), iba al “topos uranos” (cielo). Posteriormente de los pueblos mesopotámicos y de los persas, se tomó el concepto del maligno, demonio, diablo, pazuzu, satanás, como símbolo de quienes no cumplieron con los preceptos de su religión. Sus almas iban al “infierno”(basurero ardiendo).

En nuestras culturas prehispánicas, no se condenaba el comportamiento en vida, se ponderaba la forma de morir. Por ejemplo, las mujeres que morían de parto, o los hombres que morían en la guerra, se unían al sol. El destino de otras formas de morir, era llegar el Mictlán (región de los muertos descarnados, donde reinaba Mictlantecuhtli, el dios de la muerte. Suponían la región florida del Tlalocan, que los invasores españoles tergiversaron como el paraíso. La celebración del “Día de los Muertos” tuvo gran significación, que bien merece otra reflexión. “Dadme flores cuando las pueda oler”, proverbio inglés.