/ jueves 29 de marzo de 2018

Diario del alma

Pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar algo de la vida interior de aquellos que han sido reconocidos como santos, y una de esas oportunidades se nos ha presentado con una obra llamada “Diario del alma” (1895-1963) del papa recientemente canonizado, san Juan XXIII, llamado el “Papa bueno”, y que en vida se llamara Ángel José Roncalli (1881-1963). Compartimos con ustedes algunas frases resumidas entresacadas de su puño y letra:

Dios, haced que os ame y seré humilde. No hablar de uno mismo, ni en mal sentido; hablar de los otros sólo para alabarlos. No deseo a los míos riqueza y placeres, sino sólo paciencia y caridad. La pena que se siente es por falta de ellos. Si enloqueciéramos de amor por Dios, las penas no nos pesarían tanto. Eliminar las faltas más frecuentes y más llamativas, luego, las otras. No entrar en defensa de lo que es atacado demasiado injustamente. Se es pecador por lo que deberíamos hacer y las gracias que nos han dado y no las usamos.

María inmaculada, ayúdame. María, si no supiera que sólo a Dios se le debe dar amor supremo, te adoraría. Le pedía a María dos cosas: humildad y amor. Jesús y María, sed siempre mi único amor. Señor, dirige una mirada a quien tiene el deseo de amaros. El amor ahuyenta el temor. Ayudadme, María, os consagro mis acciones, purificarlas, dadles esa perfección que necesitan para mitigar nuestros dolores. Jaculatorias: flechas de amor, que hiriéndolo, harán brotar del corazón de Jesús, la verdadera caridad cristiana. Obedece con sencillez y bondad.

Si no se puede deshacer del amor propio, al menos tenerlo sujeto. Cuando falte, me guardaré de desalentarme, un acto de humildad profunda y volveré a empezar alegre. No desear ser lo que no soy, sino ser muy bien lo que soy. Como si Dios me hubiera puesto en el mundo sólo para hacer bien aquella acción y mi santificación dependiera del éxito de ella, sin pensar en las cosas de antes o las que vendrán. Es el principio de la presencia del espíritu… debe iniciar desde la mañana. Camino de humildad… buscar en mis obras, no mi gusto, sino el de Dios.

¿Por qué en nuestras luchas no hay consuelo, la plena satisfacción de espíritu? Porque hemos antes hecho mal una acción o huido de una mortificación. Conclusión: perfección máxima en las cosas pequeñas. Que mi estudio sea una oración continua y la oración un estudio ininterrumpido. Paciencia alegre y sonriente, para no perder mérito. Preocupación constante por ser santo, pero serena y tranquila, no agobiante y tirana. Nunca es el hombre tan grande como cuando está de rodillas… con el conocimiento de nosotros mismos y de Dios.

Cuando me sienta turbado o cometa falta, me imaginaré postrado al pie de la cruz. La imaginación, la loca de la casa: la razón razonable, la razón propiamente mía, y la razón del otro yo que hay en mí y es mi enemigo formidable. Seré digno y grande de reputación ante Dios y los hombres, cuanto más ame al ocultamiento. Cuando el amor propio construya castillos en el aire, pensaré en tres lugares: Getsemaní, la casa de Caifás y el Calvario. Monte Calvario, monte de los amantes, la academia del amor. No perder nunca el gozo de mi espíritu.

agusperezr@hotmail.com

Pocas veces se tiene la oportunidad de apreciar algo de la vida interior de aquellos que han sido reconocidos como santos, y una de esas oportunidades se nos ha presentado con una obra llamada “Diario del alma” (1895-1963) del papa recientemente canonizado, san Juan XXIII, llamado el “Papa bueno”, y que en vida se llamara Ángel José Roncalli (1881-1963). Compartimos con ustedes algunas frases resumidas entresacadas de su puño y letra:

Dios, haced que os ame y seré humilde. No hablar de uno mismo, ni en mal sentido; hablar de los otros sólo para alabarlos. No deseo a los míos riqueza y placeres, sino sólo paciencia y caridad. La pena que se siente es por falta de ellos. Si enloqueciéramos de amor por Dios, las penas no nos pesarían tanto. Eliminar las faltas más frecuentes y más llamativas, luego, las otras. No entrar en defensa de lo que es atacado demasiado injustamente. Se es pecador por lo que deberíamos hacer y las gracias que nos han dado y no las usamos.

María inmaculada, ayúdame. María, si no supiera que sólo a Dios se le debe dar amor supremo, te adoraría. Le pedía a María dos cosas: humildad y amor. Jesús y María, sed siempre mi único amor. Señor, dirige una mirada a quien tiene el deseo de amaros. El amor ahuyenta el temor. Ayudadme, María, os consagro mis acciones, purificarlas, dadles esa perfección que necesitan para mitigar nuestros dolores. Jaculatorias: flechas de amor, que hiriéndolo, harán brotar del corazón de Jesús, la verdadera caridad cristiana. Obedece con sencillez y bondad.

Si no se puede deshacer del amor propio, al menos tenerlo sujeto. Cuando falte, me guardaré de desalentarme, un acto de humildad profunda y volveré a empezar alegre. No desear ser lo que no soy, sino ser muy bien lo que soy. Como si Dios me hubiera puesto en el mundo sólo para hacer bien aquella acción y mi santificación dependiera del éxito de ella, sin pensar en las cosas de antes o las que vendrán. Es el principio de la presencia del espíritu… debe iniciar desde la mañana. Camino de humildad… buscar en mis obras, no mi gusto, sino el de Dios.

¿Por qué en nuestras luchas no hay consuelo, la plena satisfacción de espíritu? Porque hemos antes hecho mal una acción o huido de una mortificación. Conclusión: perfección máxima en las cosas pequeñas. Que mi estudio sea una oración continua y la oración un estudio ininterrumpido. Paciencia alegre y sonriente, para no perder mérito. Preocupación constante por ser santo, pero serena y tranquila, no agobiante y tirana. Nunca es el hombre tan grande como cuando está de rodillas… con el conocimiento de nosotros mismos y de Dios.

Cuando me sienta turbado o cometa falta, me imaginaré postrado al pie de la cruz. La imaginación, la loca de la casa: la razón razonable, la razón propiamente mía, y la razón del otro yo que hay en mí y es mi enemigo formidable. Seré digno y grande de reputación ante Dios y los hombres, cuanto más ame al ocultamiento. Cuando el amor propio construya castillos en el aire, pensaré en tres lugares: Getsemaní, la casa de Caifás y el Calvario. Monte Calvario, monte de los amantes, la academia del amor. No perder nunca el gozo de mi espíritu.

agusperezr@hotmail.com