/ jueves 21 de diciembre de 2017

Digamos “feliz Navidad” sinceramente

“Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”

  • John Locke -

Al ir a pagar el recibo vencido del agua la cajera se despide de su servidor con un “feliz Navidad”, saludo que respondo en forma automática; en el supermercado tras empacarnos rápidamente el mandado y recibir su respectiva propina, el “cerillo” (no sé por qué les llaman así) le dice a mi dulce consorte: “Gracias doña, feliz Navidad”, y en la casa de ustedes, que es la mía, todas las llamadas telefónicas de señoritas que hablan en estas épocas para ofrecernos tarjetas de crédito, viajes a la playa o servicios de inhumación son debidamente mandadas al limbo no sin antes decirles “feliz Navidad”. Días en que, en la oficina, en restaurantes, en la iglesia, en la calle y prácticamente en todas partes escuchamos a la gente expresar este clásico deseo navideño. Pero, ¿realmente se le desea de la misma manera una feliz Navidad a todos?, ¿expresamos este deseo con auténtica sinceridad?, ¿son todos iguales?

Les propongo que la próxima vez que vayan a expresar un “feliz Navidad” se detengan un momento para reconocer realmente lo que sienten por la persona que será receptora de su deseo y una vez meditado al respecto entonces si con total honestidad manifestarle su deseo y que éste vaya acompañado de un agradecimiento por los pequeños o grandes momentos que han vivido juntos. Decir “feliz Navidad” por llevar a cabo una costumbre merma la importancia de estas dos palabras que nos recuerdan el nacimiento de Jesús. Hoy en día la sinceridad es un elemento necesario en nuestra diaria jornada.

En esto de los temas navideños pensé (iluso de mí) que los escuincles que habitan en casa y que ya llegaron a su primera década de existencia ya no pedirían regalos a Santaclós, pero no, la economía del hogar continúa degradándose significativamente cada mes de diciembre; en las instituciones bancarias contamos con el crédito a tope y en el Monte de Piedad ya se reservan el derecho de admisión. Y es que si pidieran calcetines o calzones pues como quiera le hacemos, pero mis adorables vástagos creen que Santa es compadre de Slim y se recetaron una cartita de regalos que incluye patines, una consola nueva de videojuegos, legos, iPad, bicicletas y el disco nuevo de Pitbull; antes de que entablara un diálogo de padre a hijos y ante la posibilidad de una desilusión navideña, mi compañera de vida no sé cómo le hizo pero logró que nos aumentaran el límite de crédito y me dio la alegre noticia de que ya había comprado todos los regalos; al recibir la notificación yo sólo me puse a imaginar cómo beben los peces en el río. Realmente sufro.

El consumismo responsable constituye en estas épocas una difícil tarea, ya que nos enfrentamos a un sistema publicitario navideño que a través de diversos medios de comunicación nos llenan hasta el tope de una información debidamente planeada y elegida cuyo objetivo es inducirnos a comprar ese producto que según su fabricante “nos hace tanta falta” en nuestra vida y si a esto le sumamos las facilidades que actualmente se otorgan para comprar sin dinero, se termina cayendo quieran o no en las redes de la agresiva actividad comercial.

Querido lector, el próximo lunes es Navidad, la celebres o no, con regalos o sin ellos, en tu casa con los tuyos o solo en tu habitación, te mando un abrazo. Ande pues.

Hasta la próxima.   

 

 

 

 

 

“Los hombres olvidan que la felicidad es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”

  • John Locke -

Al ir a pagar el recibo vencido del agua la cajera se despide de su servidor con un “feliz Navidad”, saludo que respondo en forma automática; en el supermercado tras empacarnos rápidamente el mandado y recibir su respectiva propina, el “cerillo” (no sé por qué les llaman así) le dice a mi dulce consorte: “Gracias doña, feliz Navidad”, y en la casa de ustedes, que es la mía, todas las llamadas telefónicas de señoritas que hablan en estas épocas para ofrecernos tarjetas de crédito, viajes a la playa o servicios de inhumación son debidamente mandadas al limbo no sin antes decirles “feliz Navidad”. Días en que, en la oficina, en restaurantes, en la iglesia, en la calle y prácticamente en todas partes escuchamos a la gente expresar este clásico deseo navideño. Pero, ¿realmente se le desea de la misma manera una feliz Navidad a todos?, ¿expresamos este deseo con auténtica sinceridad?, ¿son todos iguales?

Les propongo que la próxima vez que vayan a expresar un “feliz Navidad” se detengan un momento para reconocer realmente lo que sienten por la persona que será receptora de su deseo y una vez meditado al respecto entonces si con total honestidad manifestarle su deseo y que éste vaya acompañado de un agradecimiento por los pequeños o grandes momentos que han vivido juntos. Decir “feliz Navidad” por llevar a cabo una costumbre merma la importancia de estas dos palabras que nos recuerdan el nacimiento de Jesús. Hoy en día la sinceridad es un elemento necesario en nuestra diaria jornada.

En esto de los temas navideños pensé (iluso de mí) que los escuincles que habitan en casa y que ya llegaron a su primera década de existencia ya no pedirían regalos a Santaclós, pero no, la economía del hogar continúa degradándose significativamente cada mes de diciembre; en las instituciones bancarias contamos con el crédito a tope y en el Monte de Piedad ya se reservan el derecho de admisión. Y es que si pidieran calcetines o calzones pues como quiera le hacemos, pero mis adorables vástagos creen que Santa es compadre de Slim y se recetaron una cartita de regalos que incluye patines, una consola nueva de videojuegos, legos, iPad, bicicletas y el disco nuevo de Pitbull; antes de que entablara un diálogo de padre a hijos y ante la posibilidad de una desilusión navideña, mi compañera de vida no sé cómo le hizo pero logró que nos aumentaran el límite de crédito y me dio la alegre noticia de que ya había comprado todos los regalos; al recibir la notificación yo sólo me puse a imaginar cómo beben los peces en el río. Realmente sufro.

El consumismo responsable constituye en estas épocas una difícil tarea, ya que nos enfrentamos a un sistema publicitario navideño que a través de diversos medios de comunicación nos llenan hasta el tope de una información debidamente planeada y elegida cuyo objetivo es inducirnos a comprar ese producto que según su fabricante “nos hace tanta falta” en nuestra vida y si a esto le sumamos las facilidades que actualmente se otorgan para comprar sin dinero, se termina cayendo quieran o no en las redes de la agresiva actividad comercial.

Querido lector, el próximo lunes es Navidad, la celebres o no, con regalos o sin ellos, en tu casa con los tuyos o solo en tu habitación, te mando un abrazo. Ande pues.

Hasta la próxima.