/ viernes 18 de mayo de 2018

Docencia y democracia (a propósito del Día del Maestro)

Ha pasado un siglo desde que, en México, el 15 de mayo quedó formalmente instituido como el Día del Maestro. Fue exactamente el 15 de mayo de 1918 la primera vez que, en nuestro país, se honró (y se celebró) de manera oficial la labor de todas aquellas personas que dedican su vida a la docencia.

Sin duda alguna, la docencia es una de las profesiones más nobles y satisfactorias que puede haber porque, a través de la verdadera práctica docente, no sólo es posible transmitir y transferir conocimientos (enseñar), sino también formar ciudadanos capaces de analizar, enfrentar y superar los problemas sociales de su entorno general, particular o específico. Y es justo en la verdadera práctica docente donde el término democracia hace acto de presencia.

Y es que, como bien dice Diego A. Muñoz León, doctor en Educación por la Universidad Central de Venezuela, el docente democrático está llamado a formarse permanentemente en asociación con otros para hacer del trabajo escolar un esfuerzo corresponsable que exige un alto grado de disciplina intelectual, cívica y política acorde con su responsabilidad social.

Con lo expuesto en los párrafos anteriores, queda más que claro que el docente democrático no se define únicamente por la actividad de la enseñanza, sino por el significado que le da a su labor. Dicho en otras palabras, asumiendo que la docencia desempeña un papel fundamental, decisivo y definitorio en el nivel de desarrollo social y humano de la sociedad en su conjunto.

Es indiscutible pues, que la labor docente es cosa seria. Ser es docente implica una gran responsabilidad porque su labor repercute directamente en la formación de los individuos. En esa formación que debe ser la idónea para contribuir al desarrollo integral de la sociedad; es decir, acorde con las expectativas sociales, culturales y éticas.

En esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el filósofo y educador brasileño (uno de los pedagogos más influyentes del siglo XX) Paulo Freire: “Una de las convicciones propias del docente democrático, consiste en saber que enseñar no es transferir contenidos de su cabeza a la cabeza de los alumnos. Enseñar es posibilitar que los alumnos, al promover su curiosidad y volverla cada vez más crítica, produzcan el conocimiento en colaboración con los profesores”.



laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com


Ha pasado un siglo desde que, en México, el 15 de mayo quedó formalmente instituido como el Día del Maestro. Fue exactamente el 15 de mayo de 1918 la primera vez que, en nuestro país, se honró (y se celebró) de manera oficial la labor de todas aquellas personas que dedican su vida a la docencia.

Sin duda alguna, la docencia es una de las profesiones más nobles y satisfactorias que puede haber porque, a través de la verdadera práctica docente, no sólo es posible transmitir y transferir conocimientos (enseñar), sino también formar ciudadanos capaces de analizar, enfrentar y superar los problemas sociales de su entorno general, particular o específico. Y es justo en la verdadera práctica docente donde el término democracia hace acto de presencia.

Y es que, como bien dice Diego A. Muñoz León, doctor en Educación por la Universidad Central de Venezuela, el docente democrático está llamado a formarse permanentemente en asociación con otros para hacer del trabajo escolar un esfuerzo corresponsable que exige un alto grado de disciplina intelectual, cívica y política acorde con su responsabilidad social.

Con lo expuesto en los párrafos anteriores, queda más que claro que el docente democrático no se define únicamente por la actividad de la enseñanza, sino por el significado que le da a su labor. Dicho en otras palabras, asumiendo que la docencia desempeña un papel fundamental, decisivo y definitorio en el nivel de desarrollo social y humano de la sociedad en su conjunto.

Es indiscutible pues, que la labor docente es cosa seria. Ser es docente implica una gran responsabilidad porque su labor repercute directamente en la formación de los individuos. En esa formación que debe ser la idónea para contribuir al desarrollo integral de la sociedad; es decir, acorde con las expectativas sociales, culturales y éticas.

En esta ocasión concluyo citando lo dicho alguna vez por el filósofo y educador brasileño (uno de los pedagogos más influyentes del siglo XX) Paulo Freire: “Una de las convicciones propias del docente democrático, consiste en saber que enseñar no es transferir contenidos de su cabeza a la cabeza de los alumnos. Enseñar es posibilitar que los alumnos, al promover su curiosidad y volverla cada vez más crítica, produzcan el conocimiento en colaboración con los profesores”.



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