/ viernes 28 de mayo de 2021

Dos clases de personas

Existen dos clases de hombres: los capaces y los incapaces. Los fuertes y los débiles. La diferencia entre los dos es que los capaces, a fuerza de tener paciencia y práctica, cambian sus razones, sus motivos, sus gustos y sus pasiones a voluntad, mientras que los débiles e incapaces son impotentes para resistir los impulsos interiores que producen sus acciones.

Pocas cosas más importantes en el mundo como ser capaces de destruir en uno mismo una inclinación negativa y hasta delincuencial, y crear otra de llevarnos por el camino del bien. Y el secreto es sencillo y solo tenemos que tener la disposición de hacer lo que tenemos que hacer. Consiste en que con repetir una acción, se puede gradualmente inducir el deseo de repetirla, y que rechazando un deseo con constancia, se llega al punto de llegarlo a eliminar. El creer y practicar esto, es la llave de una sociedad estable.

Con los conocimientos actuales, el hombre puede hacer ahora consigo mismo y con su vida, mucho más que lo que podía hacer en el pasado. Ahora puede desplegar y mostrar mayor habilidad, energía y valor que sus antepasados. El hombre es lo que piensa, y esto ya muchos lo saben. De modo que puede cambiarse a sí mismo, cambiar su vida y aún las circunstancias que parecen adversas, con sólo cambiar sus pensamientos.

Si bien, por definición “la modestia es la actitud tendente a moderar y templar las acciones externas; implica contenerse en ciertos límites, de acuerdo con las conveniencias sociales o personales. También es la cualidad de humilde, de falta de vanidad o de engreimiento.

También la modestia es una Cualidad del carácter de una persona que le hace restar importancia a sus propias virtudes y logros y reconocer sus defectos y errores: la modestia es una gran virtud”

Y en verdad, la modestia es una gran virtud, pero la experiencia nos demuestra que si nos sentamos a esperar nuestro turno dentro de la competencia mundial, nuestro turno será siempre usurpado por otros y nuestro turno nunca llegará. Y aquí es donde debemos mantener un balance con las posibilidades de caer en la vanidad, la que se define como “la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción causada hacia los demás. Es un tipo de arrogancia, engreimiento, una expresión exagerada de la soberbia...”

Estamos en una etapa en la historia en que lo que hace verdaderamente grande a una persona son sus cualidades, no sus conocimientos. Para el hombre que se basta a sí mismo, todas las puertas se encuentran abiertas y todos los honores le son ofrecidos, porque a diferencia de los políticos, no los necesita.

La riqueza de la personalidad es acumulativa, sin embargo, después de ganarla, hay que conservarla. La desconfianza en uno mismo es quizá, la causa de la mayor parte de los fracasos.

Para el hombre capaz y fuerte, las opiniones de los demás no importan. La barrera principal para el progreso individual es la falta de confianza en uno mismo; es lo que nos lleva al fracaso.

Existen dos clases de hombres: los capaces y los incapaces. Los fuertes y los débiles. La diferencia entre los dos es que los capaces, a fuerza de tener paciencia y práctica, cambian sus razones, sus motivos, sus gustos y sus pasiones a voluntad, mientras que los débiles e incapaces son impotentes para resistir los impulsos interiores que producen sus acciones.

Pocas cosas más importantes en el mundo como ser capaces de destruir en uno mismo una inclinación negativa y hasta delincuencial, y crear otra de llevarnos por el camino del bien. Y el secreto es sencillo y solo tenemos que tener la disposición de hacer lo que tenemos que hacer. Consiste en que con repetir una acción, se puede gradualmente inducir el deseo de repetirla, y que rechazando un deseo con constancia, se llega al punto de llegarlo a eliminar. El creer y practicar esto, es la llave de una sociedad estable.

Con los conocimientos actuales, el hombre puede hacer ahora consigo mismo y con su vida, mucho más que lo que podía hacer en el pasado. Ahora puede desplegar y mostrar mayor habilidad, energía y valor que sus antepasados. El hombre es lo que piensa, y esto ya muchos lo saben. De modo que puede cambiarse a sí mismo, cambiar su vida y aún las circunstancias que parecen adversas, con sólo cambiar sus pensamientos.

Si bien, por definición “la modestia es la actitud tendente a moderar y templar las acciones externas; implica contenerse en ciertos límites, de acuerdo con las conveniencias sociales o personales. También es la cualidad de humilde, de falta de vanidad o de engreimiento.

También la modestia es una Cualidad del carácter de una persona que le hace restar importancia a sus propias virtudes y logros y reconocer sus defectos y errores: la modestia es una gran virtud”

Y en verdad, la modestia es una gran virtud, pero la experiencia nos demuestra que si nos sentamos a esperar nuestro turno dentro de la competencia mundial, nuestro turno será siempre usurpado por otros y nuestro turno nunca llegará. Y aquí es donde debemos mantener un balance con las posibilidades de caer en la vanidad, la que se define como “la creencia excesiva en las habilidades propias o la atracción causada hacia los demás. Es un tipo de arrogancia, engreimiento, una expresión exagerada de la soberbia...”

Estamos en una etapa en la historia en que lo que hace verdaderamente grande a una persona son sus cualidades, no sus conocimientos. Para el hombre que se basta a sí mismo, todas las puertas se encuentran abiertas y todos los honores le son ofrecidos, porque a diferencia de los políticos, no los necesita.

La riqueza de la personalidad es acumulativa, sin embargo, después de ganarla, hay que conservarla. La desconfianza en uno mismo es quizá, la causa de la mayor parte de los fracasos.

Para el hombre capaz y fuerte, las opiniones de los demás no importan. La barrera principal para el progreso individual es la falta de confianza en uno mismo; es lo que nos lleva al fracaso.