/ viernes 13 de noviembre de 2020

Dr. Gabriel Thomas del Río, in memoria

“Fue Gabriel Thomas del Río… un hombre muy apreciado; un médico renombrado; y de suyo ‘compa’ mío”.

Gabriel Thomas del Río, médico ginecólogo de Cd. Delicias, fue mi “compa”; compañero de preparatoria y luego de facultad; fuimos miembros de la Escolta de Bandera de la Escuela Preparatoria de la U. de Ch.; y correligionarios de luchas universitarias en el Ceripu -asociación de alumnos universitarios- en los años 1973-1974; compartimos experiencias, acciones y podría decir que hasta aventuras, y sin embargo no fuimos amigos; no nos dimos esa oportunidad –esto es…no compartimos ni ámbitos mayormente personales o familiares- y sin embargo le guardo gran afecto y tengo de él un buen recuerdo. Sentí de veras su reciente fallecimiento este 4 de noviembre próximo pasado, que me enteré que el Covid-19, al igual que a Enrique Grajeda y a otros médicos conocidos, le había demandado la vida; para uno como médico viejo, la enfermedad o causa del fallecimiento es lo de menos; la naturaleza desde que nacemos está buscando la forma de eliminarnos; a unos nos da la oportunidad de crecer y multiplicarnos, a otros ni eso; pero finalmente siempre nos alcanza con cualquier pretexto orgánico o inorgánico, y es cuando nos manda a uno de sus agentes… algún ángel de la muerte. De ahí que haber vivido acertadamente, siendo un ser positivo y lograr que alguien que no sea de nuestra familia nos recuerde con afecto, será la mejor compensación por la pérdida de la que nos hace víctima –la vida- y será también nuestro mejor reconocimiento.

Recorté la esquela y la guardé en la carpeta de las fotos de la Escolta de Bandera de la que fui miembro durante tres años –dos como comandante- los años 1965 a 1967; y ahí… en la gráfica número 15, una foto del 22 de octubre de 1966, frente al frontispicio del Paraninfo del Instituto, hoy Rectoría de la UACh, evidencia un grupo de seis jóvenes –frisábamos entre los 18 y 22 años y la vida nos prometía de todo y mucho– portando uniforme de gala, con morrión de espiguilla con el que alcanzábamos la estatura de 2 metros o más. Al extremo derecho de la foto… su servidor; luego Javier Sánchez Armendáriz, que sería abogado y fallecería hace un lustro; enseguida Gabriel Thomas del Río; luego César Cabello López, que sería ingeniero civil -del que no volví a saber-; enseguida Héctor Máynez Monárrez –el “Tetor”, hoy médico veterinario-; y finalmente Álvaro Domínguez Terrazas –el “Chino”- que sería médico internista y el primero en fallecer del grupo; Gabriel y Álvaro eran los rompecorazones femeninos; entonces Gabriel tenía pelo, y era delgado y bien portado. Ahí quedamos plasmados para la historia familiar, huella de que por aquí estuvimos. Descanse en paz Gabriel; nuestro más sentido pésame a su familia y a sus más cercanos amigos.

“Fue Gabriel Thomas del Río… un hombre muy apreciado; un médico renombrado; y de suyo ‘compa’ mío”.

Gabriel Thomas del Río, médico ginecólogo de Cd. Delicias, fue mi “compa”; compañero de preparatoria y luego de facultad; fuimos miembros de la Escolta de Bandera de la Escuela Preparatoria de la U. de Ch.; y correligionarios de luchas universitarias en el Ceripu -asociación de alumnos universitarios- en los años 1973-1974; compartimos experiencias, acciones y podría decir que hasta aventuras, y sin embargo no fuimos amigos; no nos dimos esa oportunidad –esto es…no compartimos ni ámbitos mayormente personales o familiares- y sin embargo le guardo gran afecto y tengo de él un buen recuerdo. Sentí de veras su reciente fallecimiento este 4 de noviembre próximo pasado, que me enteré que el Covid-19, al igual que a Enrique Grajeda y a otros médicos conocidos, le había demandado la vida; para uno como médico viejo, la enfermedad o causa del fallecimiento es lo de menos; la naturaleza desde que nacemos está buscando la forma de eliminarnos; a unos nos da la oportunidad de crecer y multiplicarnos, a otros ni eso; pero finalmente siempre nos alcanza con cualquier pretexto orgánico o inorgánico, y es cuando nos manda a uno de sus agentes… algún ángel de la muerte. De ahí que haber vivido acertadamente, siendo un ser positivo y lograr que alguien que no sea de nuestra familia nos recuerde con afecto, será la mejor compensación por la pérdida de la que nos hace víctima –la vida- y será también nuestro mejor reconocimiento.

Recorté la esquela y la guardé en la carpeta de las fotos de la Escolta de Bandera de la que fui miembro durante tres años –dos como comandante- los años 1965 a 1967; y ahí… en la gráfica número 15, una foto del 22 de octubre de 1966, frente al frontispicio del Paraninfo del Instituto, hoy Rectoría de la UACh, evidencia un grupo de seis jóvenes –frisábamos entre los 18 y 22 años y la vida nos prometía de todo y mucho– portando uniforme de gala, con morrión de espiguilla con el que alcanzábamos la estatura de 2 metros o más. Al extremo derecho de la foto… su servidor; luego Javier Sánchez Armendáriz, que sería abogado y fallecería hace un lustro; enseguida Gabriel Thomas del Río; luego César Cabello López, que sería ingeniero civil -del que no volví a saber-; enseguida Héctor Máynez Monárrez –el “Tetor”, hoy médico veterinario-; y finalmente Álvaro Domínguez Terrazas –el “Chino”- que sería médico internista y el primero en fallecer del grupo; Gabriel y Álvaro eran los rompecorazones femeninos; entonces Gabriel tenía pelo, y era delgado y bien portado. Ahí quedamos plasmados para la historia familiar, huella de que por aquí estuvimos. Descanse en paz Gabriel; nuestro más sentido pésame a su familia y a sus más cercanos amigos.