/ sábado 9 de marzo de 2019

El abucheo contra el pueblo

La narrativa bien redactada que hizo el periodista mexicano Pascal Beltrán del Río Martín, dos veces premio nacional de Periodismo en México y actual director editorial del periódico Excélsior, sobre el abucheo a gobernadores estatales durante las visitas presidenciales, no dejó lugar a duda sobre el contenido de la nueva Constitución Moral que promueve del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y su partido Morena, un instrumento para denigrar, denostar y ridiculizar a las autoridades y la oposición que no tienen el mismo origen partidista.

Pascal Beltrán del Río describe la concurrencia de estos bochornosos actos que pretenden, de forma ruin, denigrar a las autoridades de las entidades federativas y así pretender enaltecer la figura presidencial, pues inmediatamente después de la agresión, el Ejecutivo federal sube a la tribuna para “exigir a sus admiradores respeto hacia las autoridades locales”, como una especie de patriarca perdonavidas más falso que una monedad de 2,752 pesos.

No ha tenido Andrés Manuel recato para someter al escrutinio popular, de forma abyecta, la pertinencia de suspender los abucheos y “organizar una consulta popular” improvisada para decidir si se les debe respetar o no. Un inaceptable exhibición de un totalitarismo ahora sí, claramente fascista, de un mandatario que no ha entendido que su campaña electoral ya terminó y que tiene la responsabilidad de gobernar para todos, respetando la constitución, el orden jurídico y la soberanía de los estados y municipios, instituciones que nos dan esencia como nación democrática.

En una vertiente distinta a la que atinadamente utiliza el periodista Beltrán del Río Marín, cabe cuestionarnos si el presidente México no se ha percatado que con esta forma de hacer política, evidentemente con tinte electoral, a quien verdaderamente agrede es a los ciudadanos que gobierna, a los ciudadanos de las entidades federativas que le abren la puerta y lo reciben con respeto, pues la investidura de un gobernador local no es un traje típico regional que le haya sido entregado sólo de adorno, sino que en ella lleva la representada la voluntad, la esperanza y la confianza de todos los ciudadanos a quienes gobierna.

La estrategia, sea presidencial o del partido Morena, es una directa y franca agresión a la dignidad de los ciudadanos y las instituciones que se ha dado para que le gobiernen. No es un insulto a la persona del gobernador, ni mucho menos al partido político que lo postuló. Es una agresión directa entre poderes que puede terminar en una confrontación muy grave que dé al traste con todos los avances democráticos, independientemente de la ruptura institucional que puede aniquilar la esencia fundamental de nuestro federalismo.


Es una absurda e innecesaria polarización y radicalización de la población, mediante la cual se enfrente entre sí a los ciudadanos y socava de forma contumaz el respeto por las autoridades y las instituciones. Para la próxima, los chihuahuenses no vamos a permitir que el presidente de la república venga a ofender y denigrar a nuestras instituciones y al gobierno que, bien o mal, nosotros mismos nos hemos dado.


No vamos a permitir que nuestra patria siga el camino que han recorrido otras naciones, como le ha ocurrido ahora a Venezuela, para satisfacer las ambiciones desmedidas de poder y la necesidad enfermiza de sentirse idolatrado o de querer pasar a la historia como falso prócer de una ridícula e hipócrita Cuarta Transformación.


Y si Andrés Manuel López Obrador lo que busca es el aprecio y el respeto de todos los mexicanos, lo que primero tiene que hacer es respetar a los pueblos, su gente y sus gobiernos. Respetar a las instituciones y el marco legal que nos hace una nación digna e independiente. Tal como va, no pasará de inscribirse en las páginas de la historia como un echeverrista más, o lo que podría resultar todavía peor, un chavista o un autoritario que ni a Maduro llega.


alfredopineraguevara@gmail.com


La narrativa bien redactada que hizo el periodista mexicano Pascal Beltrán del Río Martín, dos veces premio nacional de Periodismo en México y actual director editorial del periódico Excélsior, sobre el abucheo a gobernadores estatales durante las visitas presidenciales, no dejó lugar a duda sobre el contenido de la nueva Constitución Moral que promueve del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y su partido Morena, un instrumento para denigrar, denostar y ridiculizar a las autoridades y la oposición que no tienen el mismo origen partidista.

Pascal Beltrán del Río describe la concurrencia de estos bochornosos actos que pretenden, de forma ruin, denigrar a las autoridades de las entidades federativas y así pretender enaltecer la figura presidencial, pues inmediatamente después de la agresión, el Ejecutivo federal sube a la tribuna para “exigir a sus admiradores respeto hacia las autoridades locales”, como una especie de patriarca perdonavidas más falso que una monedad de 2,752 pesos.

No ha tenido Andrés Manuel recato para someter al escrutinio popular, de forma abyecta, la pertinencia de suspender los abucheos y “organizar una consulta popular” improvisada para decidir si se les debe respetar o no. Un inaceptable exhibición de un totalitarismo ahora sí, claramente fascista, de un mandatario que no ha entendido que su campaña electoral ya terminó y que tiene la responsabilidad de gobernar para todos, respetando la constitución, el orden jurídico y la soberanía de los estados y municipios, instituciones que nos dan esencia como nación democrática.

En una vertiente distinta a la que atinadamente utiliza el periodista Beltrán del Río Marín, cabe cuestionarnos si el presidente México no se ha percatado que con esta forma de hacer política, evidentemente con tinte electoral, a quien verdaderamente agrede es a los ciudadanos que gobierna, a los ciudadanos de las entidades federativas que le abren la puerta y lo reciben con respeto, pues la investidura de un gobernador local no es un traje típico regional que le haya sido entregado sólo de adorno, sino que en ella lleva la representada la voluntad, la esperanza y la confianza de todos los ciudadanos a quienes gobierna.

La estrategia, sea presidencial o del partido Morena, es una directa y franca agresión a la dignidad de los ciudadanos y las instituciones que se ha dado para que le gobiernen. No es un insulto a la persona del gobernador, ni mucho menos al partido político que lo postuló. Es una agresión directa entre poderes que puede terminar en una confrontación muy grave que dé al traste con todos los avances democráticos, independientemente de la ruptura institucional que puede aniquilar la esencia fundamental de nuestro federalismo.


Es una absurda e innecesaria polarización y radicalización de la población, mediante la cual se enfrente entre sí a los ciudadanos y socava de forma contumaz el respeto por las autoridades y las instituciones. Para la próxima, los chihuahuenses no vamos a permitir que el presidente de la república venga a ofender y denigrar a nuestras instituciones y al gobierno que, bien o mal, nosotros mismos nos hemos dado.


No vamos a permitir que nuestra patria siga el camino que han recorrido otras naciones, como le ha ocurrido ahora a Venezuela, para satisfacer las ambiciones desmedidas de poder y la necesidad enfermiza de sentirse idolatrado o de querer pasar a la historia como falso prócer de una ridícula e hipócrita Cuarta Transformación.


Y si Andrés Manuel López Obrador lo que busca es el aprecio y el respeto de todos los mexicanos, lo que primero tiene que hacer es respetar a los pueblos, su gente y sus gobiernos. Respetar a las instituciones y el marco legal que nos hace una nación digna e independiente. Tal como va, no pasará de inscribirse en las páginas de la historia como un echeverrista más, o lo que podría resultar todavía peor, un chavista o un autoritario que ni a Maduro llega.


alfredopineraguevara@gmail.com