/ sábado 18 de junio de 2022

El arte de la cocina en el cine: Délicieux, de Éric Besnard

Por: Mario Saavedra

La reciente cinta Delicioso (Délicieux, Francia, 2021), de Éric Besnard, hace honor al inefable arte culinario. Exquisita y punzante comedia costumbrista nos ubica en la antesala de la Revolución Francesa, en los entretelones de una aristocracia decadente y en vías de extinción, que se regodea en sus ridículos excesos, en una rampante ignorancia que pretendende seguirse imponiendo a gritos y sombrerazos. En contraste, sus protagonistas encarnan a una nueva clase social que se consolida tras el fortalecimiento y la independencia de sus saberes y talentos, de sus educados buen gusto y sensibilidad, porque finalmente han aprendido a hacer bien lo que hacen y se esmeran tras la búsqueda de la excelencia.

A partir de un muy bien documentado e inteligente guión del mismo Besnard y Nicolas Boukhrief, Délicieux testimonia la apertura circunstancial del primer restaurante francés por parte de una pareja de amantes apasionados de la cocina que vieron en ese hecho un franco acontecimiento democrático y de movilidad social. Y en este lugar de socialización sin restricciones igual se hace patente que el placer culinario no puede ser ni excluyente ni privativo ––como cualquier otro goce de la existencia––, conforme esta incomparable experiencia sinestésica igual condensa aquí los ideales revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad. Los hermosos e impecables montaje y fotografía preciosistas de Lydia Decobert y Jean-Marie Dreujou, respectivamente, consiguen verdaderas estampas pictóricas.

Combinación afortunada de varios géneros, se trata de una crítica a la vez amena y penetrante, juguetona y comprometida, y como el arte sublime del cual se ocupa, la cocina en su más alto y sofisticado nivel, igual seduce y comunica a varios sentidos a un mismo tiempo. También un impetuoso canto a la independencia, a la libertad creativa, mucho significado tiene por ejemplo una frase que le dice su joven hijo Benjamín ––de una nueva generación ya con nuevas ideas–– a su creativo padre antes de romper con su decadente patrón: “Olvida a Chamfort, no le debes nada”. Entonces Pierre Manceron se empodera y acaba de entender que efectivamente no puede tener ningún compromiso para con una clase y con un personaje enrarecidos que sólo lo han humillado y no han sabido valorar sus talentos, decidiéndose por fin a volar por sí mismo y convertirse entonces en el único responsable de sus éxitos y fracasos.

Gran producción franco-belga, Délicieux está además protagonizada por actores de prestigio como Grégory Gadebois e Isabelle Carré, dentro de una nutrida nómina donde hasta quienes encarnan los papeles más pequeños contribuyen a vestir una película de época ––y de autor–– que cinematografías de tradición como la francesa se resisten por fortuna a dejar morir. Como el arte del chef en cuestión, este hermoso filme de Éric Besnard se define por una puesta cuidadosa en los más mínimos detalles, por ser un todo coherente que se disfruta y recordaremos ––o volveremos a ver–– con placer. Y si se puede hacer con un buen platillo y una copa de buen vino, qué mejor.


Por: Mario Saavedra

La reciente cinta Delicioso (Délicieux, Francia, 2021), de Éric Besnard, hace honor al inefable arte culinario. Exquisita y punzante comedia costumbrista nos ubica en la antesala de la Revolución Francesa, en los entretelones de una aristocracia decadente y en vías de extinción, que se regodea en sus ridículos excesos, en una rampante ignorancia que pretendende seguirse imponiendo a gritos y sombrerazos. En contraste, sus protagonistas encarnan a una nueva clase social que se consolida tras el fortalecimiento y la independencia de sus saberes y talentos, de sus educados buen gusto y sensibilidad, porque finalmente han aprendido a hacer bien lo que hacen y se esmeran tras la búsqueda de la excelencia.

A partir de un muy bien documentado e inteligente guión del mismo Besnard y Nicolas Boukhrief, Délicieux testimonia la apertura circunstancial del primer restaurante francés por parte de una pareja de amantes apasionados de la cocina que vieron en ese hecho un franco acontecimiento democrático y de movilidad social. Y en este lugar de socialización sin restricciones igual se hace patente que el placer culinario no puede ser ni excluyente ni privativo ––como cualquier otro goce de la existencia––, conforme esta incomparable experiencia sinestésica igual condensa aquí los ideales revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad. Los hermosos e impecables montaje y fotografía preciosistas de Lydia Decobert y Jean-Marie Dreujou, respectivamente, consiguen verdaderas estampas pictóricas.

Combinación afortunada de varios géneros, se trata de una crítica a la vez amena y penetrante, juguetona y comprometida, y como el arte sublime del cual se ocupa, la cocina en su más alto y sofisticado nivel, igual seduce y comunica a varios sentidos a un mismo tiempo. También un impetuoso canto a la independencia, a la libertad creativa, mucho significado tiene por ejemplo una frase que le dice su joven hijo Benjamín ––de una nueva generación ya con nuevas ideas–– a su creativo padre antes de romper con su decadente patrón: “Olvida a Chamfort, no le debes nada”. Entonces Pierre Manceron se empodera y acaba de entender que efectivamente no puede tener ningún compromiso para con una clase y con un personaje enrarecidos que sólo lo han humillado y no han sabido valorar sus talentos, decidiéndose por fin a volar por sí mismo y convertirse entonces en el único responsable de sus éxitos y fracasos.

Gran producción franco-belga, Délicieux está además protagonizada por actores de prestigio como Grégory Gadebois e Isabelle Carré, dentro de una nutrida nómina donde hasta quienes encarnan los papeles más pequeños contribuyen a vestir una película de época ––y de autor–– que cinematografías de tradición como la francesa se resisten por fortuna a dejar morir. Como el arte del chef en cuestión, este hermoso filme de Éric Besnard se define por una puesta cuidadosa en los más mínimos detalles, por ser un todo coherente que se disfruta y recordaremos ––o volveremos a ver–– con placer. Y si se puede hacer con un buen platillo y una copa de buen vino, qué mejor.