Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren muy bien son mis mejores deseos. Se piensa que para atraer la atención de los demás hay que hablar, y que hay que hacerlo bien, pero hay ocasiones en que no es necesaria ninguna palabra para atraer la atención de todos con una fuerza arrolladora; les compartiré.
El sábado pasado me encontraba platicando con mi esposa cuando recibí una llamada, era mi yerno. En cuanto vi su nombre en la pantalla le dije a mi esposa: “Ya nació”, fue instantáneo, ni siquiera pensé: “Ya va a nacer”; era tal mi deseo de ver ya al hijo de mi hija, que lo afirmé sin ninguna duda, y así fue.
Nos trasladamos de inmediato al lugar donde dio a luz nuestra hija, aunque le pregunté a mi yerno cuando recibí su llamada que si había sido niño o niña, no me quiso decir, pero yo le dije a mi esposa: “Es niño”; lo presentía, lo quería y deseaba que fuera así, y así fue, ya que una vez que llegamos se encontraban pesándolo, midiéndolo, tomándole todos los signos vitales y tomándole las huellas de sus pies para estamparlas en su certificado de registro de nacimiento, que pude constatarlo.
Fue una noche muy especial y muy feliz para todos, y lo tuve en mis brazos, y unas lágrimas de un sentimiento profundo de amor y de agradecimiento para Dios rodaron por mis mejillas cuando contemplaba a Andrés, así se llama mi nieto, por tan hermoso regalo. Abracé también a mi hija Alejandra y a Ramón mi yerno, por hacernos tan felices con la llegada de Andrés. Todo fue tan rápido -nos dijeron que fueron al lugar de nacimiento y una hora después nació Andrés- que no tuvieron tiempo de avisarnos. Sí, Dios y Andrés se nos adelantaron porque esperábamos el nacimiento dos semanas después; pero todo estuvo muy bien, ya que mi hija tuvo mucha atención y cuidados en todo su embarazo.
No me lo van a creer, mis lectores, pero todo fue tan bien medicamente hablando que tres horas después de dar a luz, mi hija y Andrés, mi yerno, mi esposa y yo, ¡nos fuimos a casa! En su hogar hemos estado mi esposa y yo con ellos, brindándoles apoyo, cariño y amor a los tres. Mi esposa le da toda la experiencia a mi hija de lo que necesita Andrés, les cocina y se desvive por ellos.
Uno de esos felices días por la tarde, mi hija y mi yerno se encontraban descansando en su recámara y mi esposa y yo teníamos acostadito a Andrés en un sillón de la sala, dormido. Por un tiempo de dos horas, y lo único que hicimos fue contemplarlo, no había palabras; pero Andrés era el foco de toda nuestra atención. Un niño es como un rey, porque todos son sus súbditos.