/ viernes 23 de febrero de 2018

El boxeador de la vida por experiencia propia

Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren muy bien son mis mejores deseos. Se piensa que para atraer la atención de los demás hay que hablar, y que hay que hacerlo bien, pero hay ocasiones en que no es necesaria ninguna palabra para atraer la atención de todos con una fuerza arrolladora; les compartiré.

El sábado pasado me encontraba platicando con mi esposa cuando recibí una llamada, era mi yerno. En cuanto vi su nombre en la pantalla le dije a mi esposa: “Ya nació”, fue instantáneo, ni siquiera pensé: “Ya va a nacer”; era tal mi deseo de ver ya al hijo de mi hija, que lo afirmé sin ninguna duda, y así fue.

Nos trasladamos de inmediato al lugar donde dio a luz nuestra hija, aunque le pregunté a mi yerno cuando recibí su llamada que si había sido niño o niña, no me quiso decir, pero yo le dije a mi esposa: “Es niño”; lo presentía, lo quería y deseaba que fuera así, y así fue, ya que una vez que llegamos se encontraban pesándolo, midiéndolo, tomándole todos los signos vitales y tomándole las huellas de sus pies para estamparlas en su certificado de registro de nacimiento, que pude constatarlo.

Fue una noche muy especial y muy feliz para todos, y lo tuve en mis brazos, y unas lágrimas de un sentimiento profundo de amor y de agradecimiento para Dios rodaron por mis mejillas  cuando contemplaba a Andrés, así se llama mi nieto, por tan hermoso regalo. Abracé también a mi hija Alejandra y a Ramón mi yerno, por hacernos tan felices con la llegada de Andrés. Todo fue tan rápido -nos dijeron que fueron al lugar de nacimiento y una hora después nació Andrés- que no tuvieron tiempo de avisarnos. Sí, Dios y Andrés se nos adelantaron porque esperábamos el nacimiento dos semanas después; pero todo estuvo muy bien, ya que mi hija tuvo mucha atención y cuidados en todo su embarazo.

No me lo van a creer, mis lectores, pero todo fue tan bien medicamente hablando que tres horas después de dar a luz, mi hija y Andrés, mi yerno, mi esposa y yo, ¡nos fuimos a casa! En su hogar hemos estado mi esposa y yo con ellos, brindándoles apoyo, cariño y amor a los tres. Mi esposa le da toda la experiencia a mi hija de lo que necesita Andrés, les cocina y se desvive por ellos.

Uno de esos felices días por la tarde, mi hija y mi yerno se encontraban descansando en su recámara y mi esposa y yo teníamos acostadito a Andrés en un sillón de la sala, dormido. Por un tiempo de dos horas, y lo único que hicimos fue contemplarlo, no había palabras; pero Andrés era el foco de toda nuestra atención. Un niño es como un rey, porque todos son sus súbditos.

 

Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren muy bien son mis mejores deseos. Se piensa que para atraer la atención de los demás hay que hablar, y que hay que hacerlo bien, pero hay ocasiones en que no es necesaria ninguna palabra para atraer la atención de todos con una fuerza arrolladora; les compartiré.

El sábado pasado me encontraba platicando con mi esposa cuando recibí una llamada, era mi yerno. En cuanto vi su nombre en la pantalla le dije a mi esposa: “Ya nació”, fue instantáneo, ni siquiera pensé: “Ya va a nacer”; era tal mi deseo de ver ya al hijo de mi hija, que lo afirmé sin ninguna duda, y así fue.

Nos trasladamos de inmediato al lugar donde dio a luz nuestra hija, aunque le pregunté a mi yerno cuando recibí su llamada que si había sido niño o niña, no me quiso decir, pero yo le dije a mi esposa: “Es niño”; lo presentía, lo quería y deseaba que fuera así, y así fue, ya que una vez que llegamos se encontraban pesándolo, midiéndolo, tomándole todos los signos vitales y tomándole las huellas de sus pies para estamparlas en su certificado de registro de nacimiento, que pude constatarlo.

Fue una noche muy especial y muy feliz para todos, y lo tuve en mis brazos, y unas lágrimas de un sentimiento profundo de amor y de agradecimiento para Dios rodaron por mis mejillas  cuando contemplaba a Andrés, así se llama mi nieto, por tan hermoso regalo. Abracé también a mi hija Alejandra y a Ramón mi yerno, por hacernos tan felices con la llegada de Andrés. Todo fue tan rápido -nos dijeron que fueron al lugar de nacimiento y una hora después nació Andrés- que no tuvieron tiempo de avisarnos. Sí, Dios y Andrés se nos adelantaron porque esperábamos el nacimiento dos semanas después; pero todo estuvo muy bien, ya que mi hija tuvo mucha atención y cuidados en todo su embarazo.

No me lo van a creer, mis lectores, pero todo fue tan bien medicamente hablando que tres horas después de dar a luz, mi hija y Andrés, mi yerno, mi esposa y yo, ¡nos fuimos a casa! En su hogar hemos estado mi esposa y yo con ellos, brindándoles apoyo, cariño y amor a los tres. Mi esposa le da toda la experiencia a mi hija de lo que necesita Andrés, les cocina y se desvive por ellos.

Uno de esos felices días por la tarde, mi hija y mi yerno se encontraban descansando en su recámara y mi esposa y yo teníamos acostadito a Andrés en un sillón de la sala, dormido. Por un tiempo de dos horas, y lo único que hicimos fue contemplarlo, no había palabras; pero Andrés era el foco de toda nuestra atención. Un niño es como un rey, porque todos son sus súbditos.