/ viernes 8 de junio de 2018

“El boxeador de la vida por experiencia propia”

Muy buenos días, mis amables lectores, que estén teniendo un excelente día, son mis mejores deseos. En esta ocasión les compartiré una felicidad que compartimos mi esposa María y yo, y ésta tiene relación con su profesión, pero muy importante, es decir, que los sueños y los deseos se cumplen.

María ejerció en el magisterio cuando vivíamos en Chihuahua, una vez que nos fuimos a Estados Unidos ella atendió la universidad para obtener su certificación como maestra. Trabajó en Port Arthur, TX. por cinco años en el programa bilingüe y una vez en San Antonio, TX. hizo lo mismo. Yo la veía levantarse a las cinco de la mañana, alistarse e internarse en el tráfico automovilístico para llegar a la escuela; por la tarde llegaba a las seis, y muchas veces a preparar la clase del día siguiente.

El tiempo transcurría en ese tenor y yo le decía que se retirara de su trabajo, ella me decía que no lo hacía porque se sentía preocupada por los gastos normales de nuestra manera de vivir, la cual es para nada, ostentosa. Yo le decía que ni a nosotros ni a nuestros hijos nos iba a faltar nada porque yo hacía el trabajo que Dios me había asignado, y que él, Dios, se había encargado y se encargaría de todas nuestras necesidades económicas.

También me decía que no lo hacía porque era una labor muy loable el enseñar a leer y a escribir a los niños, y muy en especial en Estados Unidos. En fin, eso era como ella pensaba, pero hoy que estoy escribiendo este artículo, miércoles 6 de junio del presente año, acabamos de llegar mi esposa y yo de la escuela en la que enseñó por 15 años, por ultima vez; es decir, fui ayudarle a traer todas sus cosas del aula en que impartió la docencia a cientos de niños y niñas de una manera responsable, cariñosa y muy profesional, y por qué no decirlo, de una manera a veces muy firme y enérgica cuando así se requirió.

Desde hace dos años mi esposa sabía que se iba a retirar porque nuestra situación financiera era aceptable. Por otro lado, desde el año pasado nos habíamos enterado de que íbamos a ser abuelos, y mi esposa supo desde ese momento que nuestro nieto nunca pisaría una guardería, que nosotros al igual que sus padres nos encargaríamos de cuidarlo y de educarlo.

Bueno, pues hoy todo eso que fue un sueño y un deseo, sobe todo de parte mía, es una realidad, y mi esposa María y yo, nos disponemos a disfrutar de lo grande esta siguiente etapa de nuestra vida matrimonial diciéndole: Welcome to the new world, the world of the people who manage their time (bienvenida a nuestro mundo, el mundo de la gente que maneja su tiempo).


Muy buenos días, mis amables lectores, que estén teniendo un excelente día, son mis mejores deseos. En esta ocasión les compartiré una felicidad que compartimos mi esposa María y yo, y ésta tiene relación con su profesión, pero muy importante, es decir, que los sueños y los deseos se cumplen.

María ejerció en el magisterio cuando vivíamos en Chihuahua, una vez que nos fuimos a Estados Unidos ella atendió la universidad para obtener su certificación como maestra. Trabajó en Port Arthur, TX. por cinco años en el programa bilingüe y una vez en San Antonio, TX. hizo lo mismo. Yo la veía levantarse a las cinco de la mañana, alistarse e internarse en el tráfico automovilístico para llegar a la escuela; por la tarde llegaba a las seis, y muchas veces a preparar la clase del día siguiente.

El tiempo transcurría en ese tenor y yo le decía que se retirara de su trabajo, ella me decía que no lo hacía porque se sentía preocupada por los gastos normales de nuestra manera de vivir, la cual es para nada, ostentosa. Yo le decía que ni a nosotros ni a nuestros hijos nos iba a faltar nada porque yo hacía el trabajo que Dios me había asignado, y que él, Dios, se había encargado y se encargaría de todas nuestras necesidades económicas.

También me decía que no lo hacía porque era una labor muy loable el enseñar a leer y a escribir a los niños, y muy en especial en Estados Unidos. En fin, eso era como ella pensaba, pero hoy que estoy escribiendo este artículo, miércoles 6 de junio del presente año, acabamos de llegar mi esposa y yo de la escuela en la que enseñó por 15 años, por ultima vez; es decir, fui ayudarle a traer todas sus cosas del aula en que impartió la docencia a cientos de niños y niñas de una manera responsable, cariñosa y muy profesional, y por qué no decirlo, de una manera a veces muy firme y enérgica cuando así se requirió.

Desde hace dos años mi esposa sabía que se iba a retirar porque nuestra situación financiera era aceptable. Por otro lado, desde el año pasado nos habíamos enterado de que íbamos a ser abuelos, y mi esposa supo desde ese momento que nuestro nieto nunca pisaría una guardería, que nosotros al igual que sus padres nos encargaríamos de cuidarlo y de educarlo.

Bueno, pues hoy todo eso que fue un sueño y un deseo, sobe todo de parte mía, es una realidad, y mi esposa María y yo, nos disponemos a disfrutar de lo grande esta siguiente etapa de nuestra vida matrimonial diciéndole: Welcome to the new world, the world of the people who manage their time (bienvenida a nuestro mundo, el mundo de la gente que maneja su tiempo).