/ viernes 6 de julio de 2018

“El boxeador de la vida por experiencia propia”

Muy buenos días, mis lectores; que se la estén pasando bien, son mis mejores deseos. Hoy les compartiré de algo que nadie, que yo sepa, está comentando ahora que ganó Andrés Manuel López Obrador presidencia de México, y que está muy relacionado con la mayoría de mis escritos; por lo tanto, la continuación del artículo anterior se las compartiré la semana próxima.

Hace algunos años Andrés Manuel López Obrador en su recorrido por la República Mexicana fue a Durango y un amigo, el ingeniero Óscar Prieto Olivas, me dijo: “Mira, José Luis, estuve escuchando a López Obrador y ese hombre tiene algo, tiene eso que a la mayoría de los políticos les falta; lo puedo notar en su manera de hablar y en su manera de actuar en su vida personal”. ¿A qué se referiría mi gran amigo?, me preguntaba.

Pasó el tiempo y empecé a ponerle atención a los mensajes del hoy virtual presidente de México y detecté una cosa que lo diferenciaba de todos los demás políticos: ¡Hablaba de principios morales, éticos y también espirituales! ¡Hablaba de la concientización moral de la sociedad! Todavía en su mensaje después de que medio mundo reconoció su triunfo este 1 de julio lo dijo una vez más.

Era pues, mis lectores, Andrés Manuel el único que no tenía miedo ni vergüenza de hablar de aquello que considero yo la verdadera solución a la terrible situación de México y que es poner en práctica cada uno de los mexicanos o la mayoría, los principios espirituales de los que siempre les he compartido: honestidad, humildad, justicia, cortesía, bondad, amor, unidad, servicio, etcétera. Esos deberían ser los códigos que contuviera una reforma política y social y por la cual nos rigiéramos todos, pero todo eso debe ser voluntario y aceptado de buena voluntad por los ciudadanos, nunca deben ser mandatados ni legal ni jurídicamente, sino que deben ser admitidos por el ciudadano por convicción y con el único propósito del bien común.

No me extraña pues que Andrés Manuel López Obrador haya arrasado con todo y con todos en esta pasada elección, y que sirva ello de experiencia para que nosotros, en nuestras vidas personales, no sólo hablemos de esos principios, sino que verdaderamente los apliquemos en nuestro diario vivir, y concluyo:

Todos los comentaristas que he escuchado hasta el día de hoy, comentan de todo absolutamente, pero aún no he escuchado a ninguno hablar desde ahora de lo que se tiene que hacer para empezar a trabajar ya sobre esa verdadera concientización, sobre esa revolución de la que siempre habló directa e indirectamente: ¡La Revuelta del Amor!


Muy buenos días, mis lectores; que se la estén pasando bien, son mis mejores deseos. Hoy les compartiré de algo que nadie, que yo sepa, está comentando ahora que ganó Andrés Manuel López Obrador presidencia de México, y que está muy relacionado con la mayoría de mis escritos; por lo tanto, la continuación del artículo anterior se las compartiré la semana próxima.

Hace algunos años Andrés Manuel López Obrador en su recorrido por la República Mexicana fue a Durango y un amigo, el ingeniero Óscar Prieto Olivas, me dijo: “Mira, José Luis, estuve escuchando a López Obrador y ese hombre tiene algo, tiene eso que a la mayoría de los políticos les falta; lo puedo notar en su manera de hablar y en su manera de actuar en su vida personal”. ¿A qué se referiría mi gran amigo?, me preguntaba.

Pasó el tiempo y empecé a ponerle atención a los mensajes del hoy virtual presidente de México y detecté una cosa que lo diferenciaba de todos los demás políticos: ¡Hablaba de principios morales, éticos y también espirituales! ¡Hablaba de la concientización moral de la sociedad! Todavía en su mensaje después de que medio mundo reconoció su triunfo este 1 de julio lo dijo una vez más.

Era pues, mis lectores, Andrés Manuel el único que no tenía miedo ni vergüenza de hablar de aquello que considero yo la verdadera solución a la terrible situación de México y que es poner en práctica cada uno de los mexicanos o la mayoría, los principios espirituales de los que siempre les he compartido: honestidad, humildad, justicia, cortesía, bondad, amor, unidad, servicio, etcétera. Esos deberían ser los códigos que contuviera una reforma política y social y por la cual nos rigiéramos todos, pero todo eso debe ser voluntario y aceptado de buena voluntad por los ciudadanos, nunca deben ser mandatados ni legal ni jurídicamente, sino que deben ser admitidos por el ciudadano por convicción y con el único propósito del bien común.

No me extraña pues que Andrés Manuel López Obrador haya arrasado con todo y con todos en esta pasada elección, y que sirva ello de experiencia para que nosotros, en nuestras vidas personales, no sólo hablemos de esos principios, sino que verdaderamente los apliquemos en nuestro diario vivir, y concluyo:

Todos los comentaristas que he escuchado hasta el día de hoy, comentan de todo absolutamente, pero aún no he escuchado a ninguno hablar desde ahora de lo que se tiene que hacer para empezar a trabajar ya sobre esa verdadera concientización, sobre esa revolución de la que siempre habló directa e indirectamente: ¡La Revuelta del Amor!