/ viernes 3 de agosto de 2018

“El boxeador de la vida por experiencia propia”

Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren felices, son mis mejores deseos. ¿Has escuchado alguna vez la siguiente oración: “Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para distinguir la diferencia”? Les compartiré.

Alguien a quien respeto mucho y quien de hecho salvó mi vida dijo cuando la leyó por primera vez, lo que a continuación se expresa: “¡Cuánto dicho, en tan pocas palabras!”. Eso quiere decir para mí, que esta oración está llena de significado, y que no sólo eso, sino que quien pueda aplicarla, rezarla, en su vida personal, obtendrá magníficos resultados.

La oración puede interpretarse de muchas maneras dependiendo de quien la interprete ¿Por qué? Pues simplemente porque se le está pidiendo a alguien algo que sólo a él le pertenece: serenidad, valor y sabiduría. ¿A quién se le están dirigiendo estas tres peticiones? ¡Desde a luego que a Dios! Yo les compartiré lo que entiendo de ella y cómo me ha ayudado.

De lo que me doy cuenta inmediatamente es que se trata de un poder que está envuelto en la oración, millones le llaman “La oración de la serenidad”, y ese poder a veces lo tiene el ser humano y a veces no. Por ejemplo: Yo sé que algún día tengo que morir y ese hecho no lo puedo evitar por más esfuerzos que haga, es más, no importa si lloro o suplico, simplemente pasará, por lo tanto, no tengo ningún poder para evitarlo. Si no acepto ese hecho irrefutable sufriré, así que tengo que pedirle a Dios, como yo lo entiendo, que no sólo me permita aceptar el hecho de que voy a morir un día, sino que lo acepte con ¡SERENIDAD!

¿Qué puedo hacer entonces al respecto? Bueno, aquí es donde entra en acción la siguiente petición en la que solicito VALOR para cambiar las cosas que sí puedo, es decir, tengo el poder de cambiar cosas, pero a veces no tengo valor. Conociendo lo anterior me doy cuenta de que puedo, aunque sé que voy a morir algún día, hacer muchas cosas para que en tanto no llegue mi día final, pueda yo estar viviendo tranquilo, contento, feliz y en paz conmigo mismo; y algunas de las cosas que he logrado cambiar, como ejemplo, para vivir y bien, es haber dejado de fumar, aunque hablando con honestidad, en este hecho de dejar de fumar también le pedí ayuda a mi Dios.

Una vez completas en la práctica las dos peticiones tengo que pedir algo que definitivamente le pertenece a Dios: SABIDURÍA, y si se puede, con humildad decir, que existe poquito de sabiduría en este discernimiento, allí está precisamente la diferencia: ¡En el poder que a veces tengo y que a veces no!



Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren felices, son mis mejores deseos. ¿Has escuchado alguna vez la siguiente oración: “Señor, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo, y sabiduría para distinguir la diferencia”? Les compartiré.

Alguien a quien respeto mucho y quien de hecho salvó mi vida dijo cuando la leyó por primera vez, lo que a continuación se expresa: “¡Cuánto dicho, en tan pocas palabras!”. Eso quiere decir para mí, que esta oración está llena de significado, y que no sólo eso, sino que quien pueda aplicarla, rezarla, en su vida personal, obtendrá magníficos resultados.

La oración puede interpretarse de muchas maneras dependiendo de quien la interprete ¿Por qué? Pues simplemente porque se le está pidiendo a alguien algo que sólo a él le pertenece: serenidad, valor y sabiduría. ¿A quién se le están dirigiendo estas tres peticiones? ¡Desde a luego que a Dios! Yo les compartiré lo que entiendo de ella y cómo me ha ayudado.

De lo que me doy cuenta inmediatamente es que se trata de un poder que está envuelto en la oración, millones le llaman “La oración de la serenidad”, y ese poder a veces lo tiene el ser humano y a veces no. Por ejemplo: Yo sé que algún día tengo que morir y ese hecho no lo puedo evitar por más esfuerzos que haga, es más, no importa si lloro o suplico, simplemente pasará, por lo tanto, no tengo ningún poder para evitarlo. Si no acepto ese hecho irrefutable sufriré, así que tengo que pedirle a Dios, como yo lo entiendo, que no sólo me permita aceptar el hecho de que voy a morir un día, sino que lo acepte con ¡SERENIDAD!

¿Qué puedo hacer entonces al respecto? Bueno, aquí es donde entra en acción la siguiente petición en la que solicito VALOR para cambiar las cosas que sí puedo, es decir, tengo el poder de cambiar cosas, pero a veces no tengo valor. Conociendo lo anterior me doy cuenta de que puedo, aunque sé que voy a morir algún día, hacer muchas cosas para que en tanto no llegue mi día final, pueda yo estar viviendo tranquilo, contento, feliz y en paz conmigo mismo; y algunas de las cosas que he logrado cambiar, como ejemplo, para vivir y bien, es haber dejado de fumar, aunque hablando con honestidad, en este hecho de dejar de fumar también le pedí ayuda a mi Dios.

Una vez completas en la práctica las dos peticiones tengo que pedir algo que definitivamente le pertenece a Dios: SABIDURÍA, y si se puede, con humildad decir, que existe poquito de sabiduría en este discernimiento, allí está precisamente la diferencia: ¡En el poder que a veces tengo y que a veces no!