/ viernes 5 de octubre de 2018

"El boxeador de la vida por experiencia propia"

Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren perfectamente son mis mejores deseos. La semana pasada, dentro del tema: “Algo más sobre el alcoholismo”, les comentaba sobre la personalidad del alcohólico, empezando con la tendencia a la exageración, hoy continúo respecto de ello.

Otro síntoma que los especialistas en alcoholismo dicen que tiene un alcohólico en su personalidad -como el doctor Elizondo y el doctor Lamoglia, y que dicho sea de paso, uno de ellos fue el que definió esa personalidad en algo que llamó "El síndrome de la borrachera seca"- es: la insatisfacción persistente, por ejemplo, si el alcohólico tiene dinero, quiere más dinero; si tiene fama y prestigio, quiere más fama y prestigio; si tiene sexo, quiere más sexo; nunca, jamás, está satisfecho con lo que en su momento posee.

Otro síntoma que el alcohólico tiene y exhibe es: una conducta infantil y que lo convierte en un ser inmaduro, por lo tanto, se aburre muy fácilmente, cambia de una cosa a otra, como el niño. Cambia también, como los niños, de un juguete a otro, y así, el alcohólico va perdiendo la concentración y casi nunca termina las cosas que empieza o las termina a medias, no tiene la habilidad para tener relaciones profundas y genuinas con los demás seres humanos en virtud de su inmadurez. El alcohólico aparte de ser un niño, mejor dicho, un infantiloide, es decir, creció cronológicamente pero tiene la mentalidad de un niño, es un ser neurótico y convierte a su familia también en neuróticos, ya que el alcoholismo es una enfermedad familiar también, donde inclusive, en muchos casos, la familia no quiere que se sepa que él es un alcohólico.

Otro síntoma que conforma su personalidad es: la negación de su realidad no alcohólica, es decir, llega un momento que el alcohólico le echa la culpa a todos de sus problemas, incluyendo al alcohol, diciendo que si no hubiera estado borracho nunca hubiera hecho esto o aquello, y la verdad es que en el alcohólico, muchos de sus defectos de carácter como les llama la psiquiatría, o pecados capitales, como les llama la religión, hicieron acto de presencia a veces antes del que el alcohólico comenzara a beber, y también conforme se fue desarrollando y creciendo, se manifestaban, inclusive, cuando no estaba borracho. Esos defectos son, como les he compartido en diversas ocasiones, siete: el orgullo, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.

(Continuará)


Muy buenos días, mis lectores, que se encuentren perfectamente son mis mejores deseos. La semana pasada, dentro del tema: “Algo más sobre el alcoholismo”, les comentaba sobre la personalidad del alcohólico, empezando con la tendencia a la exageración, hoy continúo respecto de ello.

Otro síntoma que los especialistas en alcoholismo dicen que tiene un alcohólico en su personalidad -como el doctor Elizondo y el doctor Lamoglia, y que dicho sea de paso, uno de ellos fue el que definió esa personalidad en algo que llamó "El síndrome de la borrachera seca"- es: la insatisfacción persistente, por ejemplo, si el alcohólico tiene dinero, quiere más dinero; si tiene fama y prestigio, quiere más fama y prestigio; si tiene sexo, quiere más sexo; nunca, jamás, está satisfecho con lo que en su momento posee.

Otro síntoma que el alcohólico tiene y exhibe es: una conducta infantil y que lo convierte en un ser inmaduro, por lo tanto, se aburre muy fácilmente, cambia de una cosa a otra, como el niño. Cambia también, como los niños, de un juguete a otro, y así, el alcohólico va perdiendo la concentración y casi nunca termina las cosas que empieza o las termina a medias, no tiene la habilidad para tener relaciones profundas y genuinas con los demás seres humanos en virtud de su inmadurez. El alcohólico aparte de ser un niño, mejor dicho, un infantiloide, es decir, creció cronológicamente pero tiene la mentalidad de un niño, es un ser neurótico y convierte a su familia también en neuróticos, ya que el alcoholismo es una enfermedad familiar también, donde inclusive, en muchos casos, la familia no quiere que se sepa que él es un alcohólico.

Otro síntoma que conforma su personalidad es: la negación de su realidad no alcohólica, es decir, llega un momento que el alcohólico le echa la culpa a todos de sus problemas, incluyendo al alcohol, diciendo que si no hubiera estado borracho nunca hubiera hecho esto o aquello, y la verdad es que en el alcohólico, muchos de sus defectos de carácter como les llama la psiquiatría, o pecados capitales, como les llama la religión, hicieron acto de presencia a veces antes del que el alcohólico comenzara a beber, y también conforme se fue desarrollando y creciendo, se manifestaban, inclusive, cuando no estaba borracho. Esos defectos son, como les he compartido en diversas ocasiones, siete: el orgullo, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza.

(Continuará)