/ jueves 22 de abril de 2021

El cerebro feliz

¿Cómo podemos ser más felices con nuestro cerebro? Es una de las interrogantes que el neurobiólogo Dean Burnett ha intentado responder. El cerebro se adaptó a los peligros de la vida salvaje. Por eso, prevalecimos como especie. Pero ahora, ha sido la base del estrés que intenta protegernos, muchas veces sin razón, en la época moderna. Consideremos lo evidente. Cuanto más físicamente activos somos, mejor funciona nuestro cerebro y somos más felices. La actividad física produce nuevas células cerebrales con la proteína Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro o FNDC.

Lo brillante del cerebro humano es que casi no hay nada que no incorpore o a lo que no reaccione. Un cerebro estático es un cerebro muerto. No sólo el ejercicio ayuda a un cerebro sano. También educarse. La monotonía y la familiaridad reducen el placer. La novedad como enriquecimiento mental previene la muerte neuronal y mientras más inesperado sea un estímulo, se producirá, por más tiempo, el neurotrasmisor dopamina, que genera placer y gratificación. El cerebro aprende más con cosas novedosas cuando están cargadas de propiedades emocionales y estimuladoras.

No sólo un cerebro que se educa es más resistente, por ejemplo, al Alzheimer. El aislamiento y la soledad son factores no físicos perjudiciales. Si hacemos algo que disfrutamos, nos hace felices. Si lo compartimos con alguien que también lo disfruta, nos hace más felices. Pruebas indican que mientras mayor es la inteligencia, la felicidad es ligeramente mayor. Tal vez por eso, los animales monógamos tienden a ser más inteligentes y a tener más receptores de oxitocina en el cerebro. Aunque la oxitocina no crea lazos amorosos, los refuerza. Hace al hombre más simpático y fiel.

Cierto. En la mayoría de los animales se forman vínculos tras el apareamiento. Pero la oxitocina transforma la atracción humana puramente física, en afecto y anhelo genuinos entre amistades que se vuelven amantes. La adrenalina dispara la respuesta de lucha y huida en el enamorado. De ahí su nerviosismo. La felicidad proporcionada por el amor representa, a menudo, una barrera para pensar lógica y racionalmente. Se reduce la actividad de la amígdala cerebral y el giro cingulado, que procesan los estímulos negativos y la detección de amenazas. Esto provoca que el amor sea ciego.

Posiblemente, la evolución separó las funciones de la monogamia para aplicarse a amistades estrechas en ausencia de apareamiento. Los mecanismos que nos impulsan a ser agradables a los demás son más recientes que la supervivencia individual y la gratificación. Pero no elimina el hecho de que el deseo de interacción social se encuentre en la parte del cerebro responsable de que experimentemos placer. Tal vez por eso, el humor y la risa importen tanto como un refuerzo positivo en los diálogos interpersonales, desactiven el conflicto y nos hagan más atractivos a los demás.

La muerte es, probablemente, el único caso donde la incertidumbre disminuye el estrés y nos mantiene animados. Pero no olvidemos que las metas en la vida nos hacen más felices, más allá del simple objetivo por sobrevivir, incluso, al Covid-19.

agusperez@hotmail.com

¿Cómo podemos ser más felices con nuestro cerebro? Es una de las interrogantes que el neurobiólogo Dean Burnett ha intentado responder. El cerebro se adaptó a los peligros de la vida salvaje. Por eso, prevalecimos como especie. Pero ahora, ha sido la base del estrés que intenta protegernos, muchas veces sin razón, en la época moderna. Consideremos lo evidente. Cuanto más físicamente activos somos, mejor funciona nuestro cerebro y somos más felices. La actividad física produce nuevas células cerebrales con la proteína Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro o FNDC.

Lo brillante del cerebro humano es que casi no hay nada que no incorpore o a lo que no reaccione. Un cerebro estático es un cerebro muerto. No sólo el ejercicio ayuda a un cerebro sano. También educarse. La monotonía y la familiaridad reducen el placer. La novedad como enriquecimiento mental previene la muerte neuronal y mientras más inesperado sea un estímulo, se producirá, por más tiempo, el neurotrasmisor dopamina, que genera placer y gratificación. El cerebro aprende más con cosas novedosas cuando están cargadas de propiedades emocionales y estimuladoras.

No sólo un cerebro que se educa es más resistente, por ejemplo, al Alzheimer. El aislamiento y la soledad son factores no físicos perjudiciales. Si hacemos algo que disfrutamos, nos hace felices. Si lo compartimos con alguien que también lo disfruta, nos hace más felices. Pruebas indican que mientras mayor es la inteligencia, la felicidad es ligeramente mayor. Tal vez por eso, los animales monógamos tienden a ser más inteligentes y a tener más receptores de oxitocina en el cerebro. Aunque la oxitocina no crea lazos amorosos, los refuerza. Hace al hombre más simpático y fiel.

Cierto. En la mayoría de los animales se forman vínculos tras el apareamiento. Pero la oxitocina transforma la atracción humana puramente física, en afecto y anhelo genuinos entre amistades que se vuelven amantes. La adrenalina dispara la respuesta de lucha y huida en el enamorado. De ahí su nerviosismo. La felicidad proporcionada por el amor representa, a menudo, una barrera para pensar lógica y racionalmente. Se reduce la actividad de la amígdala cerebral y el giro cingulado, que procesan los estímulos negativos y la detección de amenazas. Esto provoca que el amor sea ciego.

Posiblemente, la evolución separó las funciones de la monogamia para aplicarse a amistades estrechas en ausencia de apareamiento. Los mecanismos que nos impulsan a ser agradables a los demás son más recientes que la supervivencia individual y la gratificación. Pero no elimina el hecho de que el deseo de interacción social se encuentre en la parte del cerebro responsable de que experimentemos placer. Tal vez por eso, el humor y la risa importen tanto como un refuerzo positivo en los diálogos interpersonales, desactiven el conflicto y nos hagan más atractivos a los demás.

La muerte es, probablemente, el único caso donde la incertidumbre disminuye el estrés y nos mantiene animados. Pero no olvidemos que las metas en la vida nos hacen más felices, más allá del simple objetivo por sobrevivir, incluso, al Covid-19.

agusperez@hotmail.com