/ jueves 26 de julio de 2018

El crepúsculo del sol azteca

Además del PRI el partido político más perjudicado por ese tsunami electoral llamado Morena lo fue el Partido de la Revolución Democrática.

El PRD pasó a ser uno de los damnificados con mayores daños por quien fuera su estrella política. Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas en 1989 ahora está en riesgo de extinción debido a que sus principales personajes y la mayoría de sus militantes ahora participan en el nuevo partido fundado por el Peje.

Los datos electorales son contundentes y reflejan la patética situación en que se encuentra el otrora partido representante de la izquierda nacionalista mexicana.

Si en la elección presidencial del 2006 con AMLO como candidato obtuvo el PRD 14.6 millones de votos y 15.8 millones en la del 2012, ahora en la del 2018 con el panista Ricardo Anaya de candidato sólo recibieron un millón de votos.

La diferencia obvia fue el tabasqueño, quien antes había sido presidente del partido del sol azteca y había ganado la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. El popular líder optó mejor para esta elección presidencial crear su propio partido (Morena) y con dos pequeños partidos de rémoras obtuvo una cifra histórica de 30 millones de votos.

El PRD de contar con ocho estados (algunos en coalición) en este sexenio ahora sólo tendrá uno en el próximo, Michoacán, cuyo gobernador durante la campaña apoyó la candidatura del priista Meade, tal vez para desquitarse de que no lo nominó su partido como candidato presidencial en lugar del panista Anaya.

El declive electoral del PRD en lo legislativo es más que significativo pues en el 2006 logró 26 senadurías, 22 en el 2012 y en el 2018 sólo siete. En cuanto a diputados federales en el 2006 tuvo 127, en el 2012 disminuyó a 99 y ahora en el 2018 únicamente tendrá 11, menos que algunos de los otros minipartidos.

Además está en riesgo de perder el registro en diez estados, entre ellos Chihuahua. Ni formando un frente común con el PAN y Movimiento Ciudadano (MC) pudo el PRD evitar su caída espectacular después de la salida de López Obrador y sus fundadores como Cárdenas, Muñoz Ledo, Amalia García, Pablo Gómez, Alejandro Encinas y otros.

En la actualidad sólo quedan algunos pocos de sus iniciadores, como los “Chuchos”, a los cuales se les responsabiliza por la decadencia del partido por haber monopolizado la dirigencia nacional.

La disyuntiva del PRD en esta crítica condición es la de refundarse, hacer alianza con otros o de plano cancelar la franquicia. Cualquier estrategia que intenten sus dirigentes tendrá un alto costo político, máxime cuando la mayoría de sus correligionarios ahora militan en Morena.

El PRD llegó a esta deplorable situación no sólo por haber perdido a su principal figura política sino también por dejar a un lado su vocación democrática fundacional para ser controlado por mafias que sólo buscan su beneficio personal o de grupo.

Los mismos vicios y prácticas ilegítimas que le criticaba al PRI, del que provenían sus principales líderes incluido AMLO, las aplicó el sol azteca hasta convertirse en una copia fiel de lo criticado.

El futuro del PRD es poco promisorio y lo más seguro es que si continúa lo hará como un minipartido más o como rémora de alguno de los grandes. Triste destino para quien se perfilaba en sus inicios como una fuerte alternativa de la izquierda democrática y ahora es sólo una figura fantasmal más en el espectro electoral mexicano.

Además del PRI el partido político más perjudicado por ese tsunami electoral llamado Morena lo fue el Partido de la Revolución Democrática.

El PRD pasó a ser uno de los damnificados con mayores daños por quien fuera su estrella política. Andrés Manuel López Obrador (AMLO). El partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas en 1989 ahora está en riesgo de extinción debido a que sus principales personajes y la mayoría de sus militantes ahora participan en el nuevo partido fundado por el Peje.

Los datos electorales son contundentes y reflejan la patética situación en que se encuentra el otrora partido representante de la izquierda nacionalista mexicana.

Si en la elección presidencial del 2006 con AMLO como candidato obtuvo el PRD 14.6 millones de votos y 15.8 millones en la del 2012, ahora en la del 2018 con el panista Ricardo Anaya de candidato sólo recibieron un millón de votos.

La diferencia obvia fue el tabasqueño, quien antes había sido presidente del partido del sol azteca y había ganado la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. El popular líder optó mejor para esta elección presidencial crear su propio partido (Morena) y con dos pequeños partidos de rémoras obtuvo una cifra histórica de 30 millones de votos.

El PRD de contar con ocho estados (algunos en coalición) en este sexenio ahora sólo tendrá uno en el próximo, Michoacán, cuyo gobernador durante la campaña apoyó la candidatura del priista Meade, tal vez para desquitarse de que no lo nominó su partido como candidato presidencial en lugar del panista Anaya.

El declive electoral del PRD en lo legislativo es más que significativo pues en el 2006 logró 26 senadurías, 22 en el 2012 y en el 2018 sólo siete. En cuanto a diputados federales en el 2006 tuvo 127, en el 2012 disminuyó a 99 y ahora en el 2018 únicamente tendrá 11, menos que algunos de los otros minipartidos.

Además está en riesgo de perder el registro en diez estados, entre ellos Chihuahua. Ni formando un frente común con el PAN y Movimiento Ciudadano (MC) pudo el PRD evitar su caída espectacular después de la salida de López Obrador y sus fundadores como Cárdenas, Muñoz Ledo, Amalia García, Pablo Gómez, Alejandro Encinas y otros.

En la actualidad sólo quedan algunos pocos de sus iniciadores, como los “Chuchos”, a los cuales se les responsabiliza por la decadencia del partido por haber monopolizado la dirigencia nacional.

La disyuntiva del PRD en esta crítica condición es la de refundarse, hacer alianza con otros o de plano cancelar la franquicia. Cualquier estrategia que intenten sus dirigentes tendrá un alto costo político, máxime cuando la mayoría de sus correligionarios ahora militan en Morena.

El PRD llegó a esta deplorable situación no sólo por haber perdido a su principal figura política sino también por dejar a un lado su vocación democrática fundacional para ser controlado por mafias que sólo buscan su beneficio personal o de grupo.

Los mismos vicios y prácticas ilegítimas que le criticaba al PRI, del que provenían sus principales líderes incluido AMLO, las aplicó el sol azteca hasta convertirse en una copia fiel de lo criticado.

El futuro del PRD es poco promisorio y lo más seguro es que si continúa lo hará como un minipartido más o como rémora de alguno de los grandes. Triste destino para quien se perfilaba en sus inicios como una fuerte alternativa de la izquierda democrática y ahora es sólo una figura fantasmal más en el espectro electoral mexicano.