/ miércoles 28 de marzo de 2018

El derecho de réplica

Se da hoy un enfrentamiento entre dos visiones diferentes acerca de la realidad del país, en la coyuntura del proceso electoral de 2018. Una es la visión de los neoliberales que dan por hecho que el modelo aplicado por ellos en los últimos 35 años marcha viento en popa. La otra es la de los seguidores de AMLO, que consideran que en estos años de gobiernos de corte neoliberal, la suerte del país ha sido uncida a los intereses de organismos internacionales, particularmente de Estados Unidos.

En favor de la permanencia del modelo neoliberal hay dos bloques: el encabezado por José Antonio Meade, apoyado por el PRI, PVEM y Panal. Otro, encabezado por Ricardo Anaya y apoyado por el PAN, PRD y el partido Movimiento Ciudadano.

Estos dos bloques, a través de quienes los encabezan, se han pronunciado en favor de las reformas estructurales aprobadas por ambos desde el inicio del gobierno de Peña Nieto.

Defienden con uñas y dientes y a pie juntillas la reformas energética, educativa, hacendaria y de comunicaciones, y se lanzan en contra de López Obrador, quien ha expresado que revisará y modificará en su caso dichas reformas. De cierta manera, los dos bloques mencionados, con sus respectivos matices, defienden la continuidad de las políticas públicas aplicadas hasta la fecha.

También coinciden en la concreción de algunas obras emprendidas por el actual gobierno y se comprometen en su terminación. Pongamos por caso la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, donde se han invertido cifras millonarias y habrá jugosas ganancias para algunos. Este ha sido un tema que une en la discusión a Anaya y Meade. A López Obrador “le han brincado” diversas irregularidades que encuentra en esa inversión, situaciones oscuras, sospechosas.

AMLO se opone a que se sigan entregando nuevos contratos a mediano y largo plazo en la construcción de dicho aeropuerto, pues considera que comprometen recursos del presupuesto del nuevo gobierno, en caso de ganar las elecciones. Considera que desde ahorita quieren amarrarle las manos y que no tenga recursos para hacer nada y que lo dejen nada más pagando por las pillerías que se están contratando actualmente.

Lo que AMLO avizora es algo semejante a lo que le sucedió a Javier Corral en Chihuahua, donde el gobierno de César Duarte desfalcó totalmente las arcas y mantuvo al nuevo gobierno panista a pan y agua el tiempo que lleva operando.

Respecto a la reforma energética, que es un tema de discusión en la próxima campaña electoral, está por verse quiénes son los guapos que se meten a defenderla respecto a algunos de sus resultados que más resienten los consumidores de gasolina y gas LP, a sabiendas de que en 2013, en plena euforia reformista, Peña Nieto ofreció que acabaría con los aumentos graduales de precios aplicados desde el gobierno de Calderón y proseguidos por la actual administración. Sucedió que no sólo siguieron, sino que sobrevinieron los “gasolinazos” de los últimos meses que le abrieron los ojos a esa mayoría que poco quiere saber del PRI.

Aparte de revisar todo lo que ha ocurrido con la reforma energética, el proyecto de AMLO contempla la construcción de dos refinerías en Tabasco y Campeche, propuestas que son rechazadas por quienes han hecho el gran negocio de la importación de gasolina.


Se da hoy un enfrentamiento entre dos visiones diferentes acerca de la realidad del país, en la coyuntura del proceso electoral de 2018. Una es la visión de los neoliberales que dan por hecho que el modelo aplicado por ellos en los últimos 35 años marcha viento en popa. La otra es la de los seguidores de AMLO, que consideran que en estos años de gobiernos de corte neoliberal, la suerte del país ha sido uncida a los intereses de organismos internacionales, particularmente de Estados Unidos.

En favor de la permanencia del modelo neoliberal hay dos bloques: el encabezado por José Antonio Meade, apoyado por el PRI, PVEM y Panal. Otro, encabezado por Ricardo Anaya y apoyado por el PAN, PRD y el partido Movimiento Ciudadano.

Estos dos bloques, a través de quienes los encabezan, se han pronunciado en favor de las reformas estructurales aprobadas por ambos desde el inicio del gobierno de Peña Nieto.

Defienden con uñas y dientes y a pie juntillas la reformas energética, educativa, hacendaria y de comunicaciones, y se lanzan en contra de López Obrador, quien ha expresado que revisará y modificará en su caso dichas reformas. De cierta manera, los dos bloques mencionados, con sus respectivos matices, defienden la continuidad de las políticas públicas aplicadas hasta la fecha.

También coinciden en la concreción de algunas obras emprendidas por el actual gobierno y se comprometen en su terminación. Pongamos por caso la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, donde se han invertido cifras millonarias y habrá jugosas ganancias para algunos. Este ha sido un tema que une en la discusión a Anaya y Meade. A López Obrador “le han brincado” diversas irregularidades que encuentra en esa inversión, situaciones oscuras, sospechosas.

AMLO se opone a que se sigan entregando nuevos contratos a mediano y largo plazo en la construcción de dicho aeropuerto, pues considera que comprometen recursos del presupuesto del nuevo gobierno, en caso de ganar las elecciones. Considera que desde ahorita quieren amarrarle las manos y que no tenga recursos para hacer nada y que lo dejen nada más pagando por las pillerías que se están contratando actualmente.

Lo que AMLO avizora es algo semejante a lo que le sucedió a Javier Corral en Chihuahua, donde el gobierno de César Duarte desfalcó totalmente las arcas y mantuvo al nuevo gobierno panista a pan y agua el tiempo que lleva operando.

Respecto a la reforma energética, que es un tema de discusión en la próxima campaña electoral, está por verse quiénes son los guapos que se meten a defenderla respecto a algunos de sus resultados que más resienten los consumidores de gasolina y gas LP, a sabiendas de que en 2013, en plena euforia reformista, Peña Nieto ofreció que acabaría con los aumentos graduales de precios aplicados desde el gobierno de Calderón y proseguidos por la actual administración. Sucedió que no sólo siguieron, sino que sobrevinieron los “gasolinazos” de los últimos meses que le abrieron los ojos a esa mayoría que poco quiere saber del PRI.

Aparte de revisar todo lo que ha ocurrido con la reforma energética, el proyecto de AMLO contempla la construcción de dos refinerías en Tabasco y Campeche, propuestas que son rechazadas por quienes han hecho el gran negocio de la importación de gasolina.