/ miércoles 15 de febrero de 2023

El dilema de los huérfanos 

La elección de 2018 no sólo representó el triunfo arrollador de López Obrador para la presidencia de México, también representó la quiebra de los partidos políticos tradicionales.

PAN, PRI y PRD implosionaron y quedaron diezmados, deslegitimados, sin narrativa, banderas ni liderazgos. Los partidos fueron víctimas de sus excesos y los ciudadanos les cobraron la factura y les retiraron sus votos.

De entonces, PRI, PAN y PRD pasaron de gobernar 30 estados (14+11+5) antes de junio de 2018, a sólo gobernar ocho (3+5+0) estados en la actualidad.

Las dirigencias de esos partidos siguen funcionando inercialmente como lo hacían antes de la elección de AMLO y que fue lo que los llevó a la ruina. No han entendido que vivimos una nueva realidad y que los ciudadanos quieren propuestas de futuro, disruptivas y no de pasado, inerciales. Insistir en los mismos perfiles, narrativas y métodos puede ser el gran error que cometan si no son capaces (hasta ahora no lo han logrado) de abrirse con determinación a la ciudadanía, sin simulaciones. Es la única manera de entusiasmar a los indecisos, a los desencantados y a los abstencionistas.

Por eso surgió el Frente Cívico Nacional, como una iniciativa ciudadana para

ejercer una presión positiva a las dirigencias de los partidos y lograr su apertura. Sacarlos de su lógica de compromisos y facturas con los llamados padroneros de sus partidos que son quienes los pusieron y mantienen en la dirigencia. Actuar así sería una gran traición a México y a la transición democrática que está enfrentando una dura batalla.

El dilema de los huérfanos surge en esta coyuntura. La orfandad que se produce ante la pérdida de líderes morales y políticos que cumplían el papel de faros referenciales en tiempos de gran confusión y polarización, como los que vivimos actualmente.

El dilema de los huérfanos radica en la necesidad de optar por el mal menor ante la ausencia del bien mayor. La necesidad de apoyar a quien antes combatías porque eso recupera competitividad de los partidos tradicionales en los comicios con el fin de que no se consolide el “amenazante” proyecto de la 4T. ¿Deben hacerse de la vista gorda de los señalamientos de corrupción de los partidos con tal de que no gane Morena? ¿La propuesta es que no gane Morena y regresar al modo anterior, sin una autocrítica, sin un compromiso de corrección de los yerros? ¿Se proponen ganarle a Morena sin hacer un compromiso de cambiar la forma en que funciona el poder?

Es el gran déficit actual de la alianza Va Por México que debe ser subsanada con una apertura autocrítica y democrática ante la ciudadanía que está actualmente huérfana de alternativa política. Existe un gran conglomerado de grupos y personas que están urgidos de una propuesta diferente y mejor que las actuales.

No se puede hacer un partido nuevo sino hasta después de la elección de 2024 por lo que tenemos que lograrlo con ellos, pero no así.

En los líderes de los partidos políticos de oposición recae la gran responsabilidad de abrirse a esta nueva condición, abrirse a la ciudadanía para decidir quién encabezará el proyecto de un gobierno de coalición y con una propuesta democrática, social y progresista.

De ellos dependerá el poder ofrecerles a los huérfanos de la política una alternativa que los incluya, no sólo para ganar, sino para impulsar los cambios que no hemos logrado hacer como país hasta ahora. De ellos dependerá la posibilidad de construir una nueva mayoría estable para un mejor futuro para México.


La elección de 2018 no sólo representó el triunfo arrollador de López Obrador para la presidencia de México, también representó la quiebra de los partidos políticos tradicionales.

PAN, PRI y PRD implosionaron y quedaron diezmados, deslegitimados, sin narrativa, banderas ni liderazgos. Los partidos fueron víctimas de sus excesos y los ciudadanos les cobraron la factura y les retiraron sus votos.

De entonces, PRI, PAN y PRD pasaron de gobernar 30 estados (14+11+5) antes de junio de 2018, a sólo gobernar ocho (3+5+0) estados en la actualidad.

Las dirigencias de esos partidos siguen funcionando inercialmente como lo hacían antes de la elección de AMLO y que fue lo que los llevó a la ruina. No han entendido que vivimos una nueva realidad y que los ciudadanos quieren propuestas de futuro, disruptivas y no de pasado, inerciales. Insistir en los mismos perfiles, narrativas y métodos puede ser el gran error que cometan si no son capaces (hasta ahora no lo han logrado) de abrirse con determinación a la ciudadanía, sin simulaciones. Es la única manera de entusiasmar a los indecisos, a los desencantados y a los abstencionistas.

Por eso surgió el Frente Cívico Nacional, como una iniciativa ciudadana para

ejercer una presión positiva a las dirigencias de los partidos y lograr su apertura. Sacarlos de su lógica de compromisos y facturas con los llamados padroneros de sus partidos que son quienes los pusieron y mantienen en la dirigencia. Actuar así sería una gran traición a México y a la transición democrática que está enfrentando una dura batalla.

El dilema de los huérfanos surge en esta coyuntura. La orfandad que se produce ante la pérdida de líderes morales y políticos que cumplían el papel de faros referenciales en tiempos de gran confusión y polarización, como los que vivimos actualmente.

El dilema de los huérfanos radica en la necesidad de optar por el mal menor ante la ausencia del bien mayor. La necesidad de apoyar a quien antes combatías porque eso recupera competitividad de los partidos tradicionales en los comicios con el fin de que no se consolide el “amenazante” proyecto de la 4T. ¿Deben hacerse de la vista gorda de los señalamientos de corrupción de los partidos con tal de que no gane Morena? ¿La propuesta es que no gane Morena y regresar al modo anterior, sin una autocrítica, sin un compromiso de corrección de los yerros? ¿Se proponen ganarle a Morena sin hacer un compromiso de cambiar la forma en que funciona el poder?

Es el gran déficit actual de la alianza Va Por México que debe ser subsanada con una apertura autocrítica y democrática ante la ciudadanía que está actualmente huérfana de alternativa política. Existe un gran conglomerado de grupos y personas que están urgidos de una propuesta diferente y mejor que las actuales.

No se puede hacer un partido nuevo sino hasta después de la elección de 2024 por lo que tenemos que lograrlo con ellos, pero no así.

En los líderes de los partidos políticos de oposición recae la gran responsabilidad de abrirse a esta nueva condición, abrirse a la ciudadanía para decidir quién encabezará el proyecto de un gobierno de coalición y con una propuesta democrática, social y progresista.

De ellos dependerá el poder ofrecerles a los huérfanos de la política una alternativa que los incluya, no sólo para ganar, sino para impulsar los cambios que no hemos logrado hacer como país hasta ahora. De ellos dependerá la posibilidad de construir una nueva mayoría estable para un mejor futuro para México.