/ miércoles 12 de mayo de 2021

El ejercicio de la dialética y su utilidad

Cuando entablamos una conversación con alguien, y particularmente cuando las ideas de cada uno de los participantes son divergentes, el sesgo que toma el dialogo suele ser conflictivo, intentamos convencer o persuadir a las otras personas utilizando nuestros argumentos y herramientas de discurso de que la idea o postura individual que tenemos debería ser adoptada ya que es “la correcta”. Esto es precisamente lo que distingue al dialogo de la dialéctica.

La diferencia sustancial entre el dialogo y la dialéctica es que la dialéctica no busca imponer o convencer a alguna de las partes de que la idea del contrario es correcta o absoluta, el objetivo de la dialéctica es conciliar las ideas expuestas para llegar a una síntesis y acercarse cada vez más a la verdad.

El progreso viene precisamente de la síntesis de ideas distintas, nos permite ampliar nuestra perspectiva y hacer un análisis más completo para poder obtener conclusiones y soluciones más adecuadas.

Imaginemos que sucedería en temas como la política, si en vez de buscar desacreditar los argumentos de los demás, pudiéramos asimilar y adaptar diferentes puntos de vista, a la nuestra, nos enriqueceríamos de ideas y surgirían nuevas corrientes de pensamiento.

Durante nuestros años de formación escolar, y particularmente en la carrera de derecho, nos enseñan a argumentar y debatir, cosa que no está mal, pero no deberíamos adoptar una postura conflictiva cuando se trata de buscar nuevas soluciones y nuevas ideas.

Expuesto lo anterior, exhorto a nuestros queridos lectores a reconsiderar el llevar a cabo más frecuentemente el ejercicio de la dialéctica, normalicemos el uso de ésta herramienta y reaprendamos.

Cuando entablamos una conversación con alguien, y particularmente cuando las ideas de cada uno de los participantes son divergentes, el sesgo que toma el dialogo suele ser conflictivo, intentamos convencer o persuadir a las otras personas utilizando nuestros argumentos y herramientas de discurso de que la idea o postura individual que tenemos debería ser adoptada ya que es “la correcta”. Esto es precisamente lo que distingue al dialogo de la dialéctica.

La diferencia sustancial entre el dialogo y la dialéctica es que la dialéctica no busca imponer o convencer a alguna de las partes de que la idea del contrario es correcta o absoluta, el objetivo de la dialéctica es conciliar las ideas expuestas para llegar a una síntesis y acercarse cada vez más a la verdad.

El progreso viene precisamente de la síntesis de ideas distintas, nos permite ampliar nuestra perspectiva y hacer un análisis más completo para poder obtener conclusiones y soluciones más adecuadas.

Imaginemos que sucedería en temas como la política, si en vez de buscar desacreditar los argumentos de los demás, pudiéramos asimilar y adaptar diferentes puntos de vista, a la nuestra, nos enriqueceríamos de ideas y surgirían nuevas corrientes de pensamiento.

Durante nuestros años de formación escolar, y particularmente en la carrera de derecho, nos enseñan a argumentar y debatir, cosa que no está mal, pero no deberíamos adoptar una postura conflictiva cuando se trata de buscar nuevas soluciones y nuevas ideas.

Expuesto lo anterior, exhorto a nuestros queridos lectores a reconsiderar el llevar a cabo más frecuentemente el ejercicio de la dialéctica, normalicemos el uso de ésta herramienta y reaprendamos.