Interesante resultó la lectura del libro cuyo título se utiliza donde introduce a la importancia de las emociones y su impacto en la toma de decisiones. El autor propone que el sistema de razonamiento se desarrolló como una extensión del sistema emocional, el cual permitía tomar decisiones no conscientes, imprescindibles para nuestra supervivencia. Y es que las emociones juegan un papel trascendental en las intuiciones. Se presentan algunos casos donde se infiere que la razón y la emoción requieren una complementación mutua. Se intenta explicar por qué en una única región del cerebro se hayan reunidas funciones tan diferentes que se pueden manifestar al tomar decisiones, procesar emociones o conservar una imagen mental.
Los fenómenos mentales sólo pueden comprenderse en el contexto de la interacción de un organismo con su ambiente. Poseer una mente conlleva la capacidad de formar representaciones neurales que pueden convertirse en imágenes, ordenadas a través del pensamiento, e influir en el comportamiento para predecir, planificar y elegir. Esto nos conduce a la conciencia.
Al intentar explicar toda la maquinaria cognitiva y neural que hay detrás del razonamiento y la toma de decisiones, se analiza el concepto de sentimiento. Contrariamente a la opción científica tradicional, los sentimientos son tan cognitivos como otras percepciones.
Otro punto tocado por el autor, probablemente no del todo esclarecida, es la diferenciación que hace de los conceptos emoción y sentimiento. La experimentación de una emoción conlleva un conjunto de cambios del estado corporal conectados a determinadas imágenes mentales que han activado un sistema cerebral específico. Es decir, un estímulo desencadena una reacción automática. Cuando somos capaces de percibir un estímulo generador (exterior), la reacción en el cuerpo (la determina el cerebro) y las ideas que acompañan a esta reacción, tenemos un sentimiento.
Existen emociones positivas y emociones negativas. El objeto de una educación adecuada para los jóvenes, e incluso para los adultos, conllevaría el aprendizaje de la gestión emocional, cultivando las emociones buenas e intentando eliminar las malas. Aunque, como seres humanos que somos, hemos de asumir que presentamos ambas.
Partiendo de la base del estudio de pacientes con desórdenes de tipo emocional y dificultades en la toma de decisiones, el autor establece la hipótesis del marcador somático, según la cual las emociones ayudan en el proceso de razonamiento (la creencia común era que lo perturbaban). Los marcadores somáticos constituyen un tipo especial de sentimientos, adquiridos mediante la experiencia, que ayudan a deliberar resaltando algunas opciones.
La distinción dualista entre mente y cuerpo “no pensante”, del “Pienso, luego existo” de Descartes, constituye el verdadero error, según la propuesta del autor. Durante la evolución apareció una conciencia elemental y, con ella, una mente simple. El progreso hacia una mente más compleja posibilitó el pensar y, más tarde, utilizar el lenguaje para comunicar y organizar mejor el pensamiento. Por lo que se ha de concluir que para nosotros en el principio fue el ser y, sólo más tarde, el pensar.
El pasado no puede cambiarse, pero el futuro está en nuestras manos.
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