/ viernes 22 de enero de 2021

El Espectador | Una fantasía llamada Pemex

Petróleos Mexicanos se ha convertido en un secreto bien guardado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pues a pesar de ser una de las empresas más importantes del mundo con todo y sus graves problemas financieros, sus representantes no son capaces de informar claramente en qué etapa de su agonía están. Ayer su director, Octavio Romero Oropeza, envió una carta a los trabajadores de la compañía con motivo del inicio del 2021, y también mandó copia a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

Aseguró a los empleados e inversionistas que a pesar de las difíciles circunstancias derivadas de la emergencia sanitaria y la crisis del sector petrolero internacional, la empresa productiva del Estado ha llevado a cabo una revolución administrativa para mejorar sus procesos de soporte a la producción para detonar a plenitud sus operaciones estratégicas. De acuerdo con la misiva, ellos tienen como baluarte la transparencia y rendición de cuentas.

“Toda nuestra gestión es pública y no por la obligación legal, sino por convicción, y así lo acreditamos cotidianamente”, dice Romero Oropeza. Seguramente y confiamos en ello, es lo que cree este buen hombre, pero bajo los reflectores y ante los ojos de los espectadores, Pemex no ha logrado informar con transparencia todas sus acciones y al final del día es percibida como una empresa turbia que no paga sus deudas y que está empeñada en tirar el dinero de los mexicanos en negocios sin sentido.

“El director general de Pemex advierte que no se tolera la corrupción y cuando se ha tenido prueba o indicio de ello, se ha actuado y se seguirá actuando en consecuencia. No se trata de vulnerar ningún derecho, sino de afianzar con decisiones claras el mensaje de que las cosas en Pemex cambiaron y no hay lugar para prácticas nefastas del pasado”, dice en su comunicado la dirección de comunicación de la empresa petrolera.

Romero Oropeza no se ha enfrentado a las preguntas de los medios de comunicación, se ha mantenido en una especie de castillo en donde lo protegen los silencios de sus voceros y la voz del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. No lo dejan hablar libremente y da la sensación de que está en su puesto de adorno, que es un directivo ornamental que solamente traga sapos y vive tratando de justificar una fantasía.

“Romero Oropeza hizo un llamado a los trabajadores petroleros a seguir dando lo mejor de sí en este compromiso compartido, para hacer de Pemex la empresa insignia del Estado mexicano. Al mismo tiempo pidió a la comunidad petrolera cuidarse y acatar las medidas sanitarias para lograr detener la pandemia”, escriben sus voceros como si fuera él el de la voz. Decepcionante situación del hombre fuerte de Pemex, sobretodo con la herencia de opacidad, corrupción y poco valor de dar la cara de sus antecesores. Desde afuera se nota un personaje débil, con una empresa que no luce desde ningún ángulo con posibilidades de sobrevivir. Pero esa percepción la quieren tapar con comunicados dirigidos a la BMV que nadie cree.

Petróleos Mexicanos se ha convertido en un secreto bien guardado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pues a pesar de ser una de las empresas más importantes del mundo con todo y sus graves problemas financieros, sus representantes no son capaces de informar claramente en qué etapa de su agonía están. Ayer su director, Octavio Romero Oropeza, envió una carta a los trabajadores de la compañía con motivo del inicio del 2021, y también mandó copia a la Bolsa Mexicana de Valores (BMV).

Aseguró a los empleados e inversionistas que a pesar de las difíciles circunstancias derivadas de la emergencia sanitaria y la crisis del sector petrolero internacional, la empresa productiva del Estado ha llevado a cabo una revolución administrativa para mejorar sus procesos de soporte a la producción para detonar a plenitud sus operaciones estratégicas. De acuerdo con la misiva, ellos tienen como baluarte la transparencia y rendición de cuentas.

“Toda nuestra gestión es pública y no por la obligación legal, sino por convicción, y así lo acreditamos cotidianamente”, dice Romero Oropeza. Seguramente y confiamos en ello, es lo que cree este buen hombre, pero bajo los reflectores y ante los ojos de los espectadores, Pemex no ha logrado informar con transparencia todas sus acciones y al final del día es percibida como una empresa turbia que no paga sus deudas y que está empeñada en tirar el dinero de los mexicanos en negocios sin sentido.

“El director general de Pemex advierte que no se tolera la corrupción y cuando se ha tenido prueba o indicio de ello, se ha actuado y se seguirá actuando en consecuencia. No se trata de vulnerar ningún derecho, sino de afianzar con decisiones claras el mensaje de que las cosas en Pemex cambiaron y no hay lugar para prácticas nefastas del pasado”, dice en su comunicado la dirección de comunicación de la empresa petrolera.

Romero Oropeza no se ha enfrentado a las preguntas de los medios de comunicación, se ha mantenido en una especie de castillo en donde lo protegen los silencios de sus voceros y la voz del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. No lo dejan hablar libremente y da la sensación de que está en su puesto de adorno, que es un directivo ornamental que solamente traga sapos y vive tratando de justificar una fantasía.

“Romero Oropeza hizo un llamado a los trabajadores petroleros a seguir dando lo mejor de sí en este compromiso compartido, para hacer de Pemex la empresa insignia del Estado mexicano. Al mismo tiempo pidió a la comunidad petrolera cuidarse y acatar las medidas sanitarias para lograr detener la pandemia”, escriben sus voceros como si fuera él el de la voz. Decepcionante situación del hombre fuerte de Pemex, sobretodo con la herencia de opacidad, corrupción y poco valor de dar la cara de sus antecesores. Desde afuera se nota un personaje débil, con una empresa que no luce desde ningún ángulo con posibilidades de sobrevivir. Pero esa percepción la quieren tapar con comunicados dirigidos a la BMV que nadie cree.