/ miércoles 23 de febrero de 2022

El excremento del diablo

Con este título quiero dejar muy en claro hechos que se repiten con diferentes variedades de extractivismos, como la explotación petrolera, la megaminería o los monocultivos de exportación. A pesar de todas las promesas de beneficios económicos, despegues en el desarrollo o saltos en las exportaciones, los extractivismos no han servido para resolver los problemas de pobreza o calidad de vida. Al contrario del mito desarrollista, en todos los países sudamericanos esa supuesta riqueza no resuelve los problemas de la pobreza o de los equilibrios económicos, sino que puede empeorarlos. Todos ellos vinculados con impactos sociales y ambientales negativos, además de violaciones de los derechos de comunidades locales, a distintas formas de imposición de enormes corporaciones. Son imágenes, recuerdos o vivencias vinculadas a la destrucción, la violencia o la violación. Es como si una maldición acechara en ellos (Eduardo Gudynas -CLAES- Uruguay).

El venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo publica en uno de sus últimos libros precisamente “Hundiéndonos en el excremento del diablo” (1976 [2009]). Allí denuncia que los gobiernos despilfarran el petróleo para aumentar sus ingresos fiscales, y es por ello que “estamos hundiéndonos en el excremento del diablo”.

Por lo menos desde inicios del siglo XX se volvió evidente que una explosión exportadora de materias primas, un elemento típico de los extractivismos, no resolvía los problemas de fondo. Los gobiernos se entusiasmaban con esos ingresos de exportación, que se utilizaban de manera dispendiosa y mientras tanto se inhibía la diversificación productiva.

Siempre me he preguntado: ¿Qué pasaría con nosotros en México si no hubiéramos tenido el petróleo? Existen numerosos países que sin el petróleo son países exitosos y desarrollados: Francia, Japón, Suiza, Austria, España, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Australia, Finlandia, Nueva Zelanda, etc. La respuesta es, nuestros políticos no tendrían tanto dinero para corromperse y en el proceso corromper a la sociedad. Las instituciones serían la prioridad del Estado y no el ver qué hacer con las carretadas de dinero que les llegaron por lustros. Pero hoy llega ya el fin del petróleo como combustible, la industria petroquímica seguirá por un rato más, aunque no demasiado y no en los niveles de producción actuales y aún así el actual gobierno está empeñado en rescatar a Pemex, el cual es un barril sin fondo, inyectándole 250 mil millones de pesos a través de la SER en 2021 a costa de los fracasos en las áreas de salud, economía, educación, seguridad, con ingresos que sumados a los 550 mil millones de pesos producidos, dan un total de 800 mil millones de pesos, y siendo la meta de 900 mil millones de pesos, de los cuales quedaron 100 mil millones de pesos, nosotros los dueños del petróleo deberíamos haber recibido 600 mil millones de pesos (70%). Nos robaron 100 mil millones de pesos.


Con este título quiero dejar muy en claro hechos que se repiten con diferentes variedades de extractivismos, como la explotación petrolera, la megaminería o los monocultivos de exportación. A pesar de todas las promesas de beneficios económicos, despegues en el desarrollo o saltos en las exportaciones, los extractivismos no han servido para resolver los problemas de pobreza o calidad de vida. Al contrario del mito desarrollista, en todos los países sudamericanos esa supuesta riqueza no resuelve los problemas de la pobreza o de los equilibrios económicos, sino que puede empeorarlos. Todos ellos vinculados con impactos sociales y ambientales negativos, además de violaciones de los derechos de comunidades locales, a distintas formas de imposición de enormes corporaciones. Son imágenes, recuerdos o vivencias vinculadas a la destrucción, la violencia o la violación. Es como si una maldición acechara en ellos (Eduardo Gudynas -CLAES- Uruguay).

El venezolano Juan Pablo Pérez Alfonzo publica en uno de sus últimos libros precisamente “Hundiéndonos en el excremento del diablo” (1976 [2009]). Allí denuncia que los gobiernos despilfarran el petróleo para aumentar sus ingresos fiscales, y es por ello que “estamos hundiéndonos en el excremento del diablo”.

Por lo menos desde inicios del siglo XX se volvió evidente que una explosión exportadora de materias primas, un elemento típico de los extractivismos, no resolvía los problemas de fondo. Los gobiernos se entusiasmaban con esos ingresos de exportación, que se utilizaban de manera dispendiosa y mientras tanto se inhibía la diversificación productiva.

Siempre me he preguntado: ¿Qué pasaría con nosotros en México si no hubiéramos tenido el petróleo? Existen numerosos países que sin el petróleo son países exitosos y desarrollados: Francia, Japón, Suiza, Austria, España, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Australia, Finlandia, Nueva Zelanda, etc. La respuesta es, nuestros políticos no tendrían tanto dinero para corromperse y en el proceso corromper a la sociedad. Las instituciones serían la prioridad del Estado y no el ver qué hacer con las carretadas de dinero que les llegaron por lustros. Pero hoy llega ya el fin del petróleo como combustible, la industria petroquímica seguirá por un rato más, aunque no demasiado y no en los niveles de producción actuales y aún así el actual gobierno está empeñado en rescatar a Pemex, el cual es un barril sin fondo, inyectándole 250 mil millones de pesos a través de la SER en 2021 a costa de los fracasos en las áreas de salud, economía, educación, seguridad, con ingresos que sumados a los 550 mil millones de pesos producidos, dan un total de 800 mil millones de pesos, y siendo la meta de 900 mil millones de pesos, de los cuales quedaron 100 mil millones de pesos, nosotros los dueños del petróleo deberíamos haber recibido 600 mil millones de pesos (70%). Nos robaron 100 mil millones de pesos.