/ jueves 15 de agosto de 2019

¿El fin del sueño americano?

La esperanza de obtener mejores condiciones de vida ha alimentado el sueño de vida americano, motivando la inmigración masiva de diversas partes del mundo a los Estados Unidos de Norteamérica.

La ilusión de emigrar al país norteamericano estuvo vigente hasta el siglo XX, pues en el presente siglo está en crisis debido a diversos factores. Uno de ellos es el miedo y el odio propagado por líderes supremacistas blancos en contra de las minorías raciales, principalmente de las hispanoamericanas a las que genéricamente denominan como latinas.

El joven blanco texano autor de la masacre en El Paso declaró que viajó más de mil kilómetros desde Allen para eliminar a mexicanos, en este caso a los que usualmente iban de compras al supermercado Walmart de Cielo Vista.

El trágico final de la chihuahuense María Eugenia Legarreta se debió a que la identificó como mexicana, más que por el color de su piel. Este dato ha llevado a algunos analistas a considerar que fue más un crimen motivado por el nacionalismo blanco que por cuestiones raciales.

El nacionalismo blanco con raíces en la mítica supremacía blanca es el promovido demagógicamente por Donald Trump desde que era candidato a la presidencia.

Ahora en plena precampaña electoral para reelegirse el polémico mandatario ha tomado otra vez como principal bandera la amenaza que representan los inmigrantes, principalmente los latinos y especialmente los mexicanos.

Se debe recordar que cuando inició su carrera política Trump culpaba a los mexicanos como responsables del incremento del tráfico de drogas y de la violencia criminal en su país.

Los mexicanos que viven en Estados Unidos, legal o ilegalmente, se preguntan ahora temerosos si ya se terminó el sueño americano al transformarse en una pesadilla que los amenaza por el solo hecho de no ser blancos, protestantes y anglosajones.

Genuino creyente y defensor del estereotipo WASP, el presidente descendiente de inmigrantes discrimina públicamente a los que son de distinto color, cultura y religión.

Por ello ha arremetido en contra de los musulmanes y de los latinos por considerarlos la mayor amenaza para su país. Y desde luego no faltan frustrados y perturbados mentales que asumen como su misión salvar a su patria de los extranjeros invasores.

La matanza de El Paso debe ser interpretada no sólo como una más debido al fácil acceso y uso de armas de alto poder, sino también como el resultado del discurso cotidiano de odio de los líderes nacionalistas blancos, entre ellos el propio Trump, el cual por el bien de su nación no debería ser reelecto y de ser posible sustituido antes de que cause un mayor daño a la humanidad.

La esperanza de obtener mejores condiciones de vida ha alimentado el sueño de vida americano, motivando la inmigración masiva de diversas partes del mundo a los Estados Unidos de Norteamérica.

La ilusión de emigrar al país norteamericano estuvo vigente hasta el siglo XX, pues en el presente siglo está en crisis debido a diversos factores. Uno de ellos es el miedo y el odio propagado por líderes supremacistas blancos en contra de las minorías raciales, principalmente de las hispanoamericanas a las que genéricamente denominan como latinas.

El joven blanco texano autor de la masacre en El Paso declaró que viajó más de mil kilómetros desde Allen para eliminar a mexicanos, en este caso a los que usualmente iban de compras al supermercado Walmart de Cielo Vista.

El trágico final de la chihuahuense María Eugenia Legarreta se debió a que la identificó como mexicana, más que por el color de su piel. Este dato ha llevado a algunos analistas a considerar que fue más un crimen motivado por el nacionalismo blanco que por cuestiones raciales.

El nacionalismo blanco con raíces en la mítica supremacía blanca es el promovido demagógicamente por Donald Trump desde que era candidato a la presidencia.

Ahora en plena precampaña electoral para reelegirse el polémico mandatario ha tomado otra vez como principal bandera la amenaza que representan los inmigrantes, principalmente los latinos y especialmente los mexicanos.

Se debe recordar que cuando inició su carrera política Trump culpaba a los mexicanos como responsables del incremento del tráfico de drogas y de la violencia criminal en su país.

Los mexicanos que viven en Estados Unidos, legal o ilegalmente, se preguntan ahora temerosos si ya se terminó el sueño americano al transformarse en una pesadilla que los amenaza por el solo hecho de no ser blancos, protestantes y anglosajones.

Genuino creyente y defensor del estereotipo WASP, el presidente descendiente de inmigrantes discrimina públicamente a los que son de distinto color, cultura y religión.

Por ello ha arremetido en contra de los musulmanes y de los latinos por considerarlos la mayor amenaza para su país. Y desde luego no faltan frustrados y perturbados mentales que asumen como su misión salvar a su patria de los extranjeros invasores.

La matanza de El Paso debe ser interpretada no sólo como una más debido al fácil acceso y uso de armas de alto poder, sino también como el resultado del discurso cotidiano de odio de los líderes nacionalistas blancos, entre ellos el propio Trump, el cual por el bien de su nación no debería ser reelecto y de ser posible sustituido antes de que cause un mayor daño a la humanidad.