/ viernes 25 de enero de 2019

El fósforo y la vela

Las fábulas son un estilo literario de historias inventadas con las cuales se pretende dar una enseñanza moral. Pues bien, gracias a un buen amigo encontré una que, por lo que he podido ver, tiene varios años, sin embargo, no pude averiguar quién es su autor. Su lección es clara y simple. Aquí la copio.

El fósforo le dijo a la vela: Hoy te encenderé.

¡Oh no!, dijo la vela, tú no te das cuenta que, si me enciendes, mis días estarán contados; no me hagas una maldad así.

¿Entonces tú quieres permanecer así toda tu vida? ¿Dura, fría y sin haber brillado nunca?, preguntó el fósforo.

¿Pero tienes que quemarme? Eso duele y además consume todas mis fuerzas, murmuró la vela.

Entonces respondió el fósforo: ¡Tienes toda la razón! Pero esa es nuestra misión. Tú y yo fuimos hechos para ser luz, y lo que yo como fósforo puedo hacer es muy poco, mi llama es pequeña y mi tiempo corto. Pero si te paso mi llama, habré cumplido con el propósito de mi vida; yo fui hecho justamente para eso, para comenzar el fuego. Ahora, tú eres una vela y tu misión es brillar. Todo tu dolor y energía se transformará en luz y calor por un buen tiempo.

Oyendo eso, la vela miró al fósforo que ya estaba en el final de su llama y le dijo: ¡Por favor, enciéndeme! Y así produjo una linda y brillante llama.

Hasta aquí la fábula, y alguien concluye: Así como la vela, a veces es necesario pasar por experiencias duras, experimentar el dolor y sufrimiento para que lo mejor que tenemos surja, sea compartido y podamos ser luz. Entonces, si tuvieras que pasar por la experiencia de la vela, recuerda que servir y compartir el amor es el combustible que nos mantiene vivos. Nunca olvides que siempre debemos ser luz. Una luz que guíe, no que deslumbre o ciegue. Seamos luz para nuestros seres queridos, y para quienes Dios pone en nuestros caminos.

A todos nos pasa que lo urgente no nos permite ocuparnos en lo importante, y solemos llenar nuestros vacíos con asuntos que huelen a felicidad o a responsabilidad, pero que al reflexionar nos dejan insatisfechos. Y pasan los días y los años y se nos puede ir la vida con miedo a consumirnos sin saber que para eso vivimos.

www.padrealejandro.com

Las fábulas son un estilo literario de historias inventadas con las cuales se pretende dar una enseñanza moral. Pues bien, gracias a un buen amigo encontré una que, por lo que he podido ver, tiene varios años, sin embargo, no pude averiguar quién es su autor. Su lección es clara y simple. Aquí la copio.

El fósforo le dijo a la vela: Hoy te encenderé.

¡Oh no!, dijo la vela, tú no te das cuenta que, si me enciendes, mis días estarán contados; no me hagas una maldad así.

¿Entonces tú quieres permanecer así toda tu vida? ¿Dura, fría y sin haber brillado nunca?, preguntó el fósforo.

¿Pero tienes que quemarme? Eso duele y además consume todas mis fuerzas, murmuró la vela.

Entonces respondió el fósforo: ¡Tienes toda la razón! Pero esa es nuestra misión. Tú y yo fuimos hechos para ser luz, y lo que yo como fósforo puedo hacer es muy poco, mi llama es pequeña y mi tiempo corto. Pero si te paso mi llama, habré cumplido con el propósito de mi vida; yo fui hecho justamente para eso, para comenzar el fuego. Ahora, tú eres una vela y tu misión es brillar. Todo tu dolor y energía se transformará en luz y calor por un buen tiempo.

Oyendo eso, la vela miró al fósforo que ya estaba en el final de su llama y le dijo: ¡Por favor, enciéndeme! Y así produjo una linda y brillante llama.

Hasta aquí la fábula, y alguien concluye: Así como la vela, a veces es necesario pasar por experiencias duras, experimentar el dolor y sufrimiento para que lo mejor que tenemos surja, sea compartido y podamos ser luz. Entonces, si tuvieras que pasar por la experiencia de la vela, recuerda que servir y compartir el amor es el combustible que nos mantiene vivos. Nunca olvides que siempre debemos ser luz. Una luz que guíe, no que deslumbre o ciegue. Seamos luz para nuestros seres queridos, y para quienes Dios pone en nuestros caminos.

A todos nos pasa que lo urgente no nos permite ocuparnos en lo importante, y solemos llenar nuestros vacíos con asuntos que huelen a felicidad o a responsabilidad, pero que al reflexionar nos dejan insatisfechos. Y pasan los días y los años y se nos puede ir la vida con miedo a consumirnos sin saber que para eso vivimos.

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