El pasado martes, el diputado Alfonso Ramírez Cuéllar afirmó que la visita del presidente de Argentina a México era un motivo para evaluar las medidas que se llevan a cabo para hacerle frente a la pandemia. Y algo a revisar sería cómo los ricos del país pueden contribuir a mitigar el daño de dicha emergencia.
El boletín de prensa de la Cámara de Diputados sobre este particular indicaba que “el encuentro del presidente de Argentina con el presidente Andrés Manuel López Obrador es una oportunidad para revisar la contribución de las grandes fortunas a reducir los efectos causados por el Covid-19”.
“El aporte solidario y extraordinario de las grandes fortunas”, como así se le llama en Argentina a esa contribución, se aplica en aquel país desde diciembre pasado con la finalidad de colaborar con el fortalecimiento financiero frente a las consecuencias que la pandemia está dejando en nuestra sociedad.
El “impuesto a las grandes fortunas” sería establecido por única vez, según Ramírez Cuéllar, quien sostiene que dicha contribución mejoraría la capacidad del estado frente a la pandemia. En pocas palabras, pues, atender la contingencia justifica el nuevo impuesto a los más ricos del país; una justificación muy al estilo de la 4T.
En Argentina, dicho impuesto se aplica a riquezas patrimoniales que superan los 2.5 millones de dólares, según el boletín de prensa de la Cámara de Diputados. Con dicha aportación “solidaria y extraordinaria” el gobierno argentino espera recaudar unos 3.5 mil millones de dólares.
Para México, según un estudio referido en el mismo comunicado, una recaudación de un impuesto similar sobre tasas que van desde un 2 hasta un 3.5 por ciento, según el patrimonio, podría representar aproximadamente 100 mil millones de pesos, afectando sólo a 173 mil personas, los que poseen más de un millón de dólares.
Esto lo miran muy “justo” desde la 4T, pero quién sabe cómo lo aprecien los ricos afectados. Los más ricos solidarizándose justamente con el combate a la pandemia y sus estragos sobre el pueblo de México. Una gran oportunidad para que los ricos muestren la disposición para solidarizarse, efectivamente; cosa que la patria les reconocerá, dirán quienes miran desde el gobierno de México.
Pero ya que mencionamos al gobierno mexicano, quizás la opacidad en la cual se ha movido termine por ser la razón -más que suficiente- para que los potenciales contribuyentes (y hasta los no contribuyentes) desconfíen ante este nuevo impuesto. Entonces, más que una falta de voluntad se caería en la falta de credibilidad ante la poca transparencia gubernamental.
El impuesto único a la riqueza sí podría ser una medida poderosa y factible, ¡por supuesto!; pero es necesaria la confianza sobre su final destino para que no se convierta en factor de más división nacional, la cual también ha dejado sus estragos, como la pandemia.