/ viernes 17 de mayo de 2019

El infierno de los bancos, y el presidente contando cacahuates

Una verdadera calamidad y sobre todo una verdadera mafia en el poder, porque el verdadero poder lo da el dinero, la capacidad económica, son los bancos y ni quién les diga nada, incluso el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, que con ellos parece ajustarse al dicho revolucionario de que todo lo puede un cañonazo de cincuenta mil pesos.

Y es que los bancos se han convertido en una lacra para toda la sociedad y más que todos, o cuando menos los más poderosos, aquí sí casi todos son extranjeros y sus dueños lo más probable es que ni conozcan México, pero íi su oro, su plata y sus billetes que se llevan a carretadas impunemente.

Pero aún más grave es que este monstruo ataca directamente a la clase media, a la clase trabajadora, a la clase productiva, mientras que al empresario, al potentado, nada le importan las acciones de estas dizque instituciones para esquilmar a sus trabajadores con las miserias que muchas veces son las que pagan los hombres del dinero en su carrera por cada día tener más.

Aquí se conjuga otro factor que para nada ha tocado el presidente justiciero, y es que no se entiende por qué no le ha visto el rabo de la corrupción a la Reforma de Telecomunicaciones, hecha también por el antecesor gobierno, en el que pomposamente se cansaron de anunciar que el pueblo de México se ahorraba más de 20 mil millones de pesos al no pagar las llamadas de larga distancia, cuando éstas para lo que sirvieron principalmente es para hostigar a los deudores, principalmente de las instituciones bancarias, más bien a los únicos, porque aparte de ellos nadie usa el terrorismo telefónico para intimidar a sus acreedores, si acaso una mueblería de tu ciudad que sigue la misma tónica terrorista para cobrarle a sus clientes.

Pero a las y los operadores de los bancos nada más les hace falta sentar a sus indiciados en un banquillo con un reflector o torturarlos con la famosa chicharra para que digan las razones por la que han dejado de abonar religiosamente a su banco lo que éstos le prestaron generosamente, según ellos, para que salvaran sus compromisos o adquirieran un vehículo y no se diga una casa. Se les van como fieras a la yugular o hasta como aduaneros chicanos contra sus paisanos en la frontera gringa. Aquí dicen que éstos, los mexicoamericanos, son los principales enemigos del inmigrante como los bancos con sus clientes.

Aquí, dentro del sistema que han implementado los bancos, el hostigamiento es feroz contra el usuario y más si éste se encuentra atrasado, pero la banca, con la autorización del gobierno, casi siempre está garantizando su pago, muchas de las veces hasta con la cuarta parte del crédito que otorgan por las altas tasas de intereses que cobran.

Así es por lo que se pueden volver hasta benefactores, ya que cuando ya concluyeron determinado tiempo de llamadas de hostigamiento para cobrar las fabulosas cantidades que para cuando les están haciendo les debe el usuario, entonces empieza otra etapa con el acoso telefónico y éste consiste en ofertas de condonación de pagos, dos por uno o cancelación de intereses, en fin, de mil maneras que tienen para ofertar reducciones en la deuda, misma que aseguran desde que enganchan al deudor, por lo que cualquier reducción o arreglo no es más que una ilusión óptica o movimiento de manos que siempre es más rápida que la vista.

Ahí están los bancos, señor presidente. A que no se atreve a expulsarlos del país.

Una verdadera calamidad y sobre todo una verdadera mafia en el poder, porque el verdadero poder lo da el dinero, la capacidad económica, son los bancos y ni quién les diga nada, incluso el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, que con ellos parece ajustarse al dicho revolucionario de que todo lo puede un cañonazo de cincuenta mil pesos.

Y es que los bancos se han convertido en una lacra para toda la sociedad y más que todos, o cuando menos los más poderosos, aquí sí casi todos son extranjeros y sus dueños lo más probable es que ni conozcan México, pero íi su oro, su plata y sus billetes que se llevan a carretadas impunemente.

Pero aún más grave es que este monstruo ataca directamente a la clase media, a la clase trabajadora, a la clase productiva, mientras que al empresario, al potentado, nada le importan las acciones de estas dizque instituciones para esquilmar a sus trabajadores con las miserias que muchas veces son las que pagan los hombres del dinero en su carrera por cada día tener más.

Aquí se conjuga otro factor que para nada ha tocado el presidente justiciero, y es que no se entiende por qué no le ha visto el rabo de la corrupción a la Reforma de Telecomunicaciones, hecha también por el antecesor gobierno, en el que pomposamente se cansaron de anunciar que el pueblo de México se ahorraba más de 20 mil millones de pesos al no pagar las llamadas de larga distancia, cuando éstas para lo que sirvieron principalmente es para hostigar a los deudores, principalmente de las instituciones bancarias, más bien a los únicos, porque aparte de ellos nadie usa el terrorismo telefónico para intimidar a sus acreedores, si acaso una mueblería de tu ciudad que sigue la misma tónica terrorista para cobrarle a sus clientes.

Pero a las y los operadores de los bancos nada más les hace falta sentar a sus indiciados en un banquillo con un reflector o torturarlos con la famosa chicharra para que digan las razones por la que han dejado de abonar religiosamente a su banco lo que éstos le prestaron generosamente, según ellos, para que salvaran sus compromisos o adquirieran un vehículo y no se diga una casa. Se les van como fieras a la yugular o hasta como aduaneros chicanos contra sus paisanos en la frontera gringa. Aquí dicen que éstos, los mexicoamericanos, son los principales enemigos del inmigrante como los bancos con sus clientes.

Aquí, dentro del sistema que han implementado los bancos, el hostigamiento es feroz contra el usuario y más si éste se encuentra atrasado, pero la banca, con la autorización del gobierno, casi siempre está garantizando su pago, muchas de las veces hasta con la cuarta parte del crédito que otorgan por las altas tasas de intereses que cobran.

Así es por lo que se pueden volver hasta benefactores, ya que cuando ya concluyeron determinado tiempo de llamadas de hostigamiento para cobrar las fabulosas cantidades que para cuando les están haciendo les debe el usuario, entonces empieza otra etapa con el acoso telefónico y éste consiste en ofertas de condonación de pagos, dos por uno o cancelación de intereses, en fin, de mil maneras que tienen para ofertar reducciones en la deuda, misma que aseguran desde que enganchan al deudor, por lo que cualquier reducción o arreglo no es más que una ilusión óptica o movimiento de manos que siempre es más rápida que la vista.

Ahí están los bancos, señor presidente. A que no se atreve a expulsarlos del país.