/ martes 25 de enero de 2022

El mundo AC y DC (antes y después de Covid)

¿Usted recuerda cómo era el mundo antes de Covid? Algunos quizá todavía pensemos en nuestra interacción antes de este virus, pero en general, ya logrado adaptarnos a este estilo de vida sus “asegunes”. Se propaga en redes un “meme” de una mujer en una playa con la leyenda 2020, huyendo aterrorizada de una guerra a sus espaldas y al lado, se muestra la imagen 2022 con el mismo fondo, pero ella recostada sobre la arena tomando el sol, como si nada pasara; así nosotros ahora. En cuanto las desigualdades nada ha cambiado, excepto que se reforzaron exponencialmente. El virus contagia sin distinción, pero afecta diferente a cada persona. No es lo mismo poder costear un seguro de gatos médicos mayores y acudir a Star Médica en caso de emergencia, que hacer fila en el IMSS, o quedarse en casa por falta de recursos. O darse el “lujo” de trabajar en Home Office para una empresa que sí cuida y se preocupa por sus empleados El tema de la salud se volvió el eje central de nuestras vidas. Ante los contagios y pérdidas masivas de vidas ya somos “más” conscientes de que, sin ella, no tenemos nada. La Organización Mundial de la Salud indicó que la salud va más allá del bienestar físico; involucra una satisfacción integral mente-espiritual, es decir, cuidado bio-psico-social. Más allá del cuerpo biológico, también depende de factores sociales e institucionales.

Una amiga trabaja en el corporativo de HSBC. Al inicio de la pandemia la empresa los mandó a trabajar a casa, les compró una silla ergonómica de oficina, les pagó el internet y seguido, ofreció un programa de bienestar monitoreado por un reloj inteligente y una app por zoom: quien lograra la mayor cantidad de horas de sueño, meditara e hiciera ejercicio, se llevaba un bono y un kit de yoga con incentivos y clases pagadas. Les ofrecieron terapia, coaching, consultas médicas por zoom y actividades para cuidar la salud mental y emocional. A aquellos que debieron permanecer en la oficina por la naturaleza de sus actividades, les llegó un jugoso cheque de compensación. Indagan sobre sus sentimientos y emociones, se interesan por su aspecto personal y familiar y, procuran que estén bien. A final de cuentas, un empleado feliz y seguro siempre será más productivo que al que le exigen con el zapato en su cuello sin importarle cómo está. El empleado y su salud es prioridad, luego por consecuencia, llega la productividad.

¿Quién no quisiera trabajar en un lugar como este? En contraposición hay lugares donde las medidas de prevención son casi nulas, el trabajo viene primero y si se contagian los empleados, con suerte tendrán algunos días de incapacidad. Hay cuatro preguntas elementales que podemos cuestionarnos en estos tiempos para ayudarnos a encontrar lo que nos da bienestar y sentido ¿qué es lo que nos gusta hacer?, ¿en qué somos buenos?, ¿cómo nos pueden pagar y ¿cómo vamos a ayudar al mundo y nuestra comunidad? Si llegamos a contestarlas, lograremos lo que en Japón se llama el Ikigai, el sentid de vida que da paz y plenitud. A esta altura, todos conocemos a alguien que está contagiado, si no, significa que no tenemos amigos. Levantémonos de la arena y movámonos a un lugar placentero alejado del desastre, por lo menos espiritualmente y ante esta realidad, conectemos con aquello que nos haga sentir bien. Si no se siente valorado en su trabajo, tenga la valentía de moverse y conseguir paz, ya no está para aguantar. Busque lo que se merece que le de plenitud y recuerde que la vida, es frágil y efímera. Si no es hoy, entonces ¿cuándo?

¿Usted recuerda cómo era el mundo antes de Covid? Algunos quizá todavía pensemos en nuestra interacción antes de este virus, pero en general, ya logrado adaptarnos a este estilo de vida sus “asegunes”. Se propaga en redes un “meme” de una mujer en una playa con la leyenda 2020, huyendo aterrorizada de una guerra a sus espaldas y al lado, se muestra la imagen 2022 con el mismo fondo, pero ella recostada sobre la arena tomando el sol, como si nada pasara; así nosotros ahora. En cuanto las desigualdades nada ha cambiado, excepto que se reforzaron exponencialmente. El virus contagia sin distinción, pero afecta diferente a cada persona. No es lo mismo poder costear un seguro de gatos médicos mayores y acudir a Star Médica en caso de emergencia, que hacer fila en el IMSS, o quedarse en casa por falta de recursos. O darse el “lujo” de trabajar en Home Office para una empresa que sí cuida y se preocupa por sus empleados El tema de la salud se volvió el eje central de nuestras vidas. Ante los contagios y pérdidas masivas de vidas ya somos “más” conscientes de que, sin ella, no tenemos nada. La Organización Mundial de la Salud indicó que la salud va más allá del bienestar físico; involucra una satisfacción integral mente-espiritual, es decir, cuidado bio-psico-social. Más allá del cuerpo biológico, también depende de factores sociales e institucionales.

Una amiga trabaja en el corporativo de HSBC. Al inicio de la pandemia la empresa los mandó a trabajar a casa, les compró una silla ergonómica de oficina, les pagó el internet y seguido, ofreció un programa de bienestar monitoreado por un reloj inteligente y una app por zoom: quien lograra la mayor cantidad de horas de sueño, meditara e hiciera ejercicio, se llevaba un bono y un kit de yoga con incentivos y clases pagadas. Les ofrecieron terapia, coaching, consultas médicas por zoom y actividades para cuidar la salud mental y emocional. A aquellos que debieron permanecer en la oficina por la naturaleza de sus actividades, les llegó un jugoso cheque de compensación. Indagan sobre sus sentimientos y emociones, se interesan por su aspecto personal y familiar y, procuran que estén bien. A final de cuentas, un empleado feliz y seguro siempre será más productivo que al que le exigen con el zapato en su cuello sin importarle cómo está. El empleado y su salud es prioridad, luego por consecuencia, llega la productividad.

¿Quién no quisiera trabajar en un lugar como este? En contraposición hay lugares donde las medidas de prevención son casi nulas, el trabajo viene primero y si se contagian los empleados, con suerte tendrán algunos días de incapacidad. Hay cuatro preguntas elementales que podemos cuestionarnos en estos tiempos para ayudarnos a encontrar lo que nos da bienestar y sentido ¿qué es lo que nos gusta hacer?, ¿en qué somos buenos?, ¿cómo nos pueden pagar y ¿cómo vamos a ayudar al mundo y nuestra comunidad? Si llegamos a contestarlas, lograremos lo que en Japón se llama el Ikigai, el sentid de vida que da paz y plenitud. A esta altura, todos conocemos a alguien que está contagiado, si no, significa que no tenemos amigos. Levantémonos de la arena y movámonos a un lugar placentero alejado del desastre, por lo menos espiritualmente y ante esta realidad, conectemos con aquello que nos haga sentir bien. Si no se siente valorado en su trabajo, tenga la valentía de moverse y conseguir paz, ya no está para aguantar. Busque lo que se merece que le de plenitud y recuerde que la vida, es frágil y efímera. Si no es hoy, entonces ¿cuándo?