/ jueves 7 de marzo de 2019

El nonagenario tricolor

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) acaba de cumplir noventa años el pasado 4 de marzo con la menor representación popular de su historia y una fuerte crisis interna.

En 1929 fue creado el Partido Nacional Revolucionario (PNR) por Plutarco Elías Calles después del asesinato de Álvaro Obregón, quien se había reelegido como presidente. Calles reunió a decenas de partidos bajo los colores patrios y desde entonces se convirtió en el partido hegemónico del siglo veinte.

El presidencialismo de hecho fue establecido por Lázaro Cárdenas con un enfoque social apoyándose en los obreros y campesinos organizados en la CTM y la CNC.

Cárdenas no sólo exilió a Elías Calles, quien se había convertido en el “jefe máximo de la Revolución”, también en 1938 le cambió al partido su nombre pasando a ser el PRM (Partido de la Revolución Mexicana), el cual en 1946 se convirtió en el actual PRI y llevó a la presidencia al primer presidente civil posrevolucionario.

En la actualidad el PRI se encuentra en la mayor debacle de su historia al pasar de ser el partido mayoritario a un partido de oposición minoritario. Con sólo 47 diputados federales y 14 senadores se ha convertido sin embargo en un partido bisagra que puede inclinar la balanza para uno u otro lado, pero ya no se ostenta como el otrora partido mayoritario.

En lo territorial cuenta con 13 gobernadores (incluido el interino de Puebla), por lo que aún conserva fuerza en algunas entidades como el Estado de México, Hidalgo, Campeche y otros.

Sin embargo el tsunami llamado Morena no sólo arrasó con su candidato presidencial sino también con la mayoría priista en buena parte de los congresos locales. En Chihuahua son sólo cuatro los diputados priistas, por lo que está casi en la misma condición de los otros minipartidos.

Con el objetivo de superar su actual crisis los priistas nombrarán una nueva dirigencia nacional en forma directa y secreta, por lo que serán sus militantes los que decidirán con su voto. Sería la primera vez en su historia que tendría una elección interna organizada por el INE.

Al PRI como a otras instituciones políticas le llegó la hora de renovarse o morir. Sus dirigentes hablan de refundar el partido ahora “refundido” de acuerdo a sus críticos.

El desgaste y desprestigio abruman al partido después de décadas de ejercer una “democracia dirigida” en la que era el presidente, el “primer priista”, el que nombraba a los directivos del partido y decidía también quiénes serían los candidatos de elección popular.

En el nombramiento de la nueva dirigencia nacional ya no será el presidente el “fiel de la balanza”, por lo que los postulantes deberán realizar una ardua tarea de proselitismo y convencimiento para que los priistas opten por ellos y no por sus contrarios.

La posibilidad de cambiarle de nombre al parecer no está en la agenda y el partido seguirá siendo PRI tal vez hasta llegar a sus cien años.

En el 2000 al perder por primera vez la Presidencia de la República se vaticinaba el final del Institucional debido a que se consideraba que sin esta posición no podría volver a Palacio Nacional. Sin embargo el tricolor no sólo se recuperó de la pérdida sino que volvió a ocupar la silla presidencial en el 2012.

La estrategia que siguió el PRI fue volver a su posición centrista para dejar al PAN y al PRD enfrentarse, lo cual le dio resultados positivos, pues Peña Nieto fue electo sin ninguna objeción y hasta pudo encabezar un pacto con estos partidos para llevar a cabo sus once reformas estructurales.

La alternativa más viable que tienen los priistas es volver a jugar una postura mediadora y pragmática entre el gobierno morenista y la oposición que le permita recuperar parte del terreno perdido.

Los gobernadores priistas volverán a jugar un papel fundamental para tomar esta u otra estrategia que les permita no sólo sobrevivir, sino volver al poder. El tiempo es el que confirmará si dentro de diez años el PRI continuará o no en la escena nacional para festejar su primer centenario.




El Partido Revolucionario Institucional (PRI) acaba de cumplir noventa años el pasado 4 de marzo con la menor representación popular de su historia y una fuerte crisis interna.

En 1929 fue creado el Partido Nacional Revolucionario (PNR) por Plutarco Elías Calles después del asesinato de Álvaro Obregón, quien se había reelegido como presidente. Calles reunió a decenas de partidos bajo los colores patrios y desde entonces se convirtió en el partido hegemónico del siglo veinte.

El presidencialismo de hecho fue establecido por Lázaro Cárdenas con un enfoque social apoyándose en los obreros y campesinos organizados en la CTM y la CNC.

Cárdenas no sólo exilió a Elías Calles, quien se había convertido en el “jefe máximo de la Revolución”, también en 1938 le cambió al partido su nombre pasando a ser el PRM (Partido de la Revolución Mexicana), el cual en 1946 se convirtió en el actual PRI y llevó a la presidencia al primer presidente civil posrevolucionario.

En la actualidad el PRI se encuentra en la mayor debacle de su historia al pasar de ser el partido mayoritario a un partido de oposición minoritario. Con sólo 47 diputados federales y 14 senadores se ha convertido sin embargo en un partido bisagra que puede inclinar la balanza para uno u otro lado, pero ya no se ostenta como el otrora partido mayoritario.

En lo territorial cuenta con 13 gobernadores (incluido el interino de Puebla), por lo que aún conserva fuerza en algunas entidades como el Estado de México, Hidalgo, Campeche y otros.

Sin embargo el tsunami llamado Morena no sólo arrasó con su candidato presidencial sino también con la mayoría priista en buena parte de los congresos locales. En Chihuahua son sólo cuatro los diputados priistas, por lo que está casi en la misma condición de los otros minipartidos.

Con el objetivo de superar su actual crisis los priistas nombrarán una nueva dirigencia nacional en forma directa y secreta, por lo que serán sus militantes los que decidirán con su voto. Sería la primera vez en su historia que tendría una elección interna organizada por el INE.

Al PRI como a otras instituciones políticas le llegó la hora de renovarse o morir. Sus dirigentes hablan de refundar el partido ahora “refundido” de acuerdo a sus críticos.

El desgaste y desprestigio abruman al partido después de décadas de ejercer una “democracia dirigida” en la que era el presidente, el “primer priista”, el que nombraba a los directivos del partido y decidía también quiénes serían los candidatos de elección popular.

En el nombramiento de la nueva dirigencia nacional ya no será el presidente el “fiel de la balanza”, por lo que los postulantes deberán realizar una ardua tarea de proselitismo y convencimiento para que los priistas opten por ellos y no por sus contrarios.

La posibilidad de cambiarle de nombre al parecer no está en la agenda y el partido seguirá siendo PRI tal vez hasta llegar a sus cien años.

En el 2000 al perder por primera vez la Presidencia de la República se vaticinaba el final del Institucional debido a que se consideraba que sin esta posición no podría volver a Palacio Nacional. Sin embargo el tricolor no sólo se recuperó de la pérdida sino que volvió a ocupar la silla presidencial en el 2012.

La estrategia que siguió el PRI fue volver a su posición centrista para dejar al PAN y al PRD enfrentarse, lo cual le dio resultados positivos, pues Peña Nieto fue electo sin ninguna objeción y hasta pudo encabezar un pacto con estos partidos para llevar a cabo sus once reformas estructurales.

La alternativa más viable que tienen los priistas es volver a jugar una postura mediadora y pragmática entre el gobierno morenista y la oposición que le permita recuperar parte del terreno perdido.

Los gobernadores priistas volverán a jugar un papel fundamental para tomar esta u otra estrategia que les permita no sólo sobrevivir, sino volver al poder. El tiempo es el que confirmará si dentro de diez años el PRI continuará o no en la escena nacional para festejar su primer centenario.