/ viernes 7 de diciembre de 2018

El nuevo sexenio

Me parece que ha empezado muy poco interesante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Me puse a observar los cuatro primeros ejemplares de El Heraldo de diciembre de 2018, que no soslaya las noticias importantes. El ejemplar del sábado 1 (un día antes de la toma de posesión) dedica al nuevo presidente ocho páginas. El domingo 2 (cuando se está reseñando el día de la posesión) publica sobre el presidente tres páginas, aunque no completas; con ausencia de felicitaciones, bueno sólo la de un senador. El lunes 3 publica una página a sus funcionarios. Y el martes 4, nada sobre AMLO. Para mí esto es señal del descenso abrupto de la fama de Andrés Manuel.

Creo que el perder la fama ante México se debe a la violación a su propia palabra. Todo el peso del apoyo de los que votaron por él se basó en la promesa de ir contra la corrupción. Su promesa porfiada, constante e infatigable fue acabar e ir contra los corruptos. Pero llega el día de su toma de posesión en la que anuncia el nacimiento de una nueva república, y se compromete, ante toda la nación, con todas las difusoras de televisión en cadena, con estas palabras: “No perseguiré a funcionarios corruptos de sexenios anteriores”.

En lo que no advierte AMLO es en que no se trata de perseguirlos. Simplemente se trata de aplicar la ley. La ley no dice que al acabarse un sexenio se acaba el delito. Si hay delito hay que aplicar los castigos que están ordenados. Pero el nuevo, con la mano en la cintura, se da la presunción de violar las leyes existentes. No valen las leyes hechas. Si es necesaria una ley y no existe, la hará.

La medida se aplica inmediatamente. Había una exposición en la Ciudad de México sobre un corrupto del sexenio pasado y simplemente fue clausurada.

Todos los corruptos de sexenios anteriores estarán diciendo: Si hay nuevas elecciones votaremos por López Obrador. La medida aumentará el número de corruptos.

El discurso alberga otra promesa: “Bajo ninguna circunstancia habré de reelegirme”. Si las promesas no obligan, no tiene fuerza. Después de la violación a la lucha contra la corrupción, se dará el descaro de volver a violar su palabra. Ya alguna televisora se manifestó como partidaria de la reelección. Entrevistó a todos los nombrados funcionarios de Morena, y al mismo presidente electo.

La violación de las promesas se repetirá.

Me parece que ha empezado muy poco interesante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Me puse a observar los cuatro primeros ejemplares de El Heraldo de diciembre de 2018, que no soslaya las noticias importantes. El ejemplar del sábado 1 (un día antes de la toma de posesión) dedica al nuevo presidente ocho páginas. El domingo 2 (cuando se está reseñando el día de la posesión) publica sobre el presidente tres páginas, aunque no completas; con ausencia de felicitaciones, bueno sólo la de un senador. El lunes 3 publica una página a sus funcionarios. Y el martes 4, nada sobre AMLO. Para mí esto es señal del descenso abrupto de la fama de Andrés Manuel.

Creo que el perder la fama ante México se debe a la violación a su propia palabra. Todo el peso del apoyo de los que votaron por él se basó en la promesa de ir contra la corrupción. Su promesa porfiada, constante e infatigable fue acabar e ir contra los corruptos. Pero llega el día de su toma de posesión en la que anuncia el nacimiento de una nueva república, y se compromete, ante toda la nación, con todas las difusoras de televisión en cadena, con estas palabras: “No perseguiré a funcionarios corruptos de sexenios anteriores”.

En lo que no advierte AMLO es en que no se trata de perseguirlos. Simplemente se trata de aplicar la ley. La ley no dice que al acabarse un sexenio se acaba el delito. Si hay delito hay que aplicar los castigos que están ordenados. Pero el nuevo, con la mano en la cintura, se da la presunción de violar las leyes existentes. No valen las leyes hechas. Si es necesaria una ley y no existe, la hará.

La medida se aplica inmediatamente. Había una exposición en la Ciudad de México sobre un corrupto del sexenio pasado y simplemente fue clausurada.

Todos los corruptos de sexenios anteriores estarán diciendo: Si hay nuevas elecciones votaremos por López Obrador. La medida aumentará el número de corruptos.

El discurso alberga otra promesa: “Bajo ninguna circunstancia habré de reelegirme”. Si las promesas no obligan, no tiene fuerza. Después de la violación a la lucha contra la corrupción, se dará el descaro de volver a violar su palabra. Ya alguna televisora se manifestó como partidaria de la reelección. Entrevistó a todos los nombrados funcionarios de Morena, y al mismo presidente electo.

La violación de las promesas se repetirá.