/ martes 10 de mayo de 2022

El país de la impunidad 

Por: Antonio Ríos Ramírez

Se dice que en nuestro país el problema más grave es la corrupción. Que por cierto aún continúa y lo único que está pasando es que “cambió de manos”. Recorramos un día cualquiera en la vida de un ciudadano promedio en nuestras regiones. Sale por la mañana a trabajar y se enfrenta a la corrupción de los agentes viales, mientras el agente vial “trata” de ver cómo saca ventaja, observa una gasolinera donde días anteriores fue denunciada por dar litros incompletos de una gasolina cuyo octanaje es adulterado y viene de un transportista que fue saqueado durante su trayecto para que pudiera llegar en tiempo y forma a su destino. La gasolina proviene de un sistema extremadamente corrupto y lleno de fallas, que hasta la fecha continúan. Llega a su lugar de trabajo y resulta que no encuentra dónde estacionarse y recurre a los franeleros que “le cuidan y asignan” su lugar. Estos franeleros son parte de un grupo al que una persona les pide cuota semanal por dejarlos trabajar. Deja su auto y en el camino hay varios negocios que sólo le dan su cuota al que tramita sus permisos y obviamente no están registrados en Hacienda, esto es, no pagan impuestos, no pagan Seguro Social, Infonavit, etc. Eso sólo se permite por la corrupción dentro de las instituciones. Esto es sólo la llegada al trabajo, imagínese relatando todo el día.

Pero una de las razones más poderosas del porque continúa este mundo de corrupción, definitivamente es la impunidad. Si no hay consecuencia de los actos, estos se convierten en costumbre que llega al absurdo grado de exigir su funcionalidad.

Día a día vemos autos estacionados en lugares prohibidos, autos pasarse luces rojas, excesos de velocidad, etc. Un sinnúmero de negocios informales, un sinnúmero de servicios informales, el ofrecimiento de productos o servicios de mala calidad que tienen consecuencias en la persona, robos, fraudes, cohechos, funcionarios públicos de primer nivel incluyendo al Ejecutivo infringiendo descaradamente la ley y hasta anunciándolo, y “no pasa nada”. Pareciera que no existen leyes, reglamentos y sanciones para cada uno de los delitos que se cometen diariamente por funcionarios públicos y ciudadanos comunes. Cómo queremos avanzar en cualquiera de los modelos económicos y sociales, si carecemos de los esencial para la convivencia de los ciudadanos, el orden y respeto por la ley.

Estamos en una época donde debemos empezar por nosotros mismos y cuestionar nuestros actos en función de las estructuras existentes de convivencia, las leyes y reglamentos. Después debemos no sólo ser ejemplo ante nuestras familias y amigos, sino también fomentar y desarrollar una cultura de orden y respeto, con consecuencias al incumplimiento de éstas. Aquí es donde nace todo. Aquí es donde empezamos la cadena de corrupción, la cadena de impunidad o el surgimiento de ciudadanos.

El perdón, el silencio, la omisión y la no acción son creadores y motivadores a la cultura de corrupción e impunidad. En nuestros ámbitos debemos luchar día a día contra el monstruo de la corrupción y ser parte de una cruzada cultural de la no impunidad.

Estos comportamientos del día a día serán probablemente nuestra mayor aportación a un mejor futuro para nuestras generaciones. Cada vez que tengamos frente a nosotros la oportunidad de revertir estas acciones, reflexionemos y demos un gran paso hacia una mejor sociedad.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

Por: Antonio Ríos Ramírez

Se dice que en nuestro país el problema más grave es la corrupción. Que por cierto aún continúa y lo único que está pasando es que “cambió de manos”. Recorramos un día cualquiera en la vida de un ciudadano promedio en nuestras regiones. Sale por la mañana a trabajar y se enfrenta a la corrupción de los agentes viales, mientras el agente vial “trata” de ver cómo saca ventaja, observa una gasolinera donde días anteriores fue denunciada por dar litros incompletos de una gasolina cuyo octanaje es adulterado y viene de un transportista que fue saqueado durante su trayecto para que pudiera llegar en tiempo y forma a su destino. La gasolina proviene de un sistema extremadamente corrupto y lleno de fallas, que hasta la fecha continúan. Llega a su lugar de trabajo y resulta que no encuentra dónde estacionarse y recurre a los franeleros que “le cuidan y asignan” su lugar. Estos franeleros son parte de un grupo al que una persona les pide cuota semanal por dejarlos trabajar. Deja su auto y en el camino hay varios negocios que sólo le dan su cuota al que tramita sus permisos y obviamente no están registrados en Hacienda, esto es, no pagan impuestos, no pagan Seguro Social, Infonavit, etc. Eso sólo se permite por la corrupción dentro de las instituciones. Esto es sólo la llegada al trabajo, imagínese relatando todo el día.

Pero una de las razones más poderosas del porque continúa este mundo de corrupción, definitivamente es la impunidad. Si no hay consecuencia de los actos, estos se convierten en costumbre que llega al absurdo grado de exigir su funcionalidad.

Día a día vemos autos estacionados en lugares prohibidos, autos pasarse luces rojas, excesos de velocidad, etc. Un sinnúmero de negocios informales, un sinnúmero de servicios informales, el ofrecimiento de productos o servicios de mala calidad que tienen consecuencias en la persona, robos, fraudes, cohechos, funcionarios públicos de primer nivel incluyendo al Ejecutivo infringiendo descaradamente la ley y hasta anunciándolo, y “no pasa nada”. Pareciera que no existen leyes, reglamentos y sanciones para cada uno de los delitos que se cometen diariamente por funcionarios públicos y ciudadanos comunes. Cómo queremos avanzar en cualquiera de los modelos económicos y sociales, si carecemos de los esencial para la convivencia de los ciudadanos, el orden y respeto por la ley.

Estamos en una época donde debemos empezar por nosotros mismos y cuestionar nuestros actos en función de las estructuras existentes de convivencia, las leyes y reglamentos. Después debemos no sólo ser ejemplo ante nuestras familias y amigos, sino también fomentar y desarrollar una cultura de orden y respeto, con consecuencias al incumplimiento de éstas. Aquí es donde nace todo. Aquí es donde empezamos la cadena de corrupción, la cadena de impunidad o el surgimiento de ciudadanos.

El perdón, el silencio, la omisión y la no acción son creadores y motivadores a la cultura de corrupción e impunidad. En nuestros ámbitos debemos luchar día a día contra el monstruo de la corrupción y ser parte de una cruzada cultural de la no impunidad.

Estos comportamientos del día a día serán probablemente nuestra mayor aportación a un mejor futuro para nuestras generaciones. Cada vez que tengamos frente a nosotros la oportunidad de revertir estas acciones, reflexionemos y demos un gran paso hacia una mejor sociedad.

email: antonio.rios@tec.mx, miembro de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua