/ lunes 12 de octubre de 2020

El país de los niños sicarios

Desde hace al menos 15 años, México está convertido en la nación de los niños sicarios, se multiplican a lo largo y ancho de la República, ante la indiferencia de autoridades y sociedad.

En octubre de 2019, Francisco Tenorio, alcalde de Valle de Chalco, Edomex, sufrió un atentado con arma de fuego, quedando gravemente herido, días después falleció. Según declaraciones de su secretario particular, quien también resultó herido durante el ataque, el agresor fue un jovencito que se fotografió previamente con el edil durante su visita a una colonia popular, luego le pidió un aventón, y al estar dentro de la camioneta, disparó sin miramiento. Semanas después fue detenido, al ser menor de edad fue sentenciado a 5 años en prisión. ¿Cómo un adolescente puede jalar del gatillo con esa sangre fría? ¿Cuánto le pudieron haber pagado por realizar ese “trabajo”? 10 mil, máximo 20 mil pesos. Eso vale una vida en nuestro país, ¿qué está ocurriendo?

En la frustrada captura de Ovidio Guzmán, varios de los que llegaron a causar pánico en Culiacán, eran jovencitos, pequeños criminales, como Edgar Jiménez “el Ponchis”, aquel niño de 14 años que cuando fue apresado en 2010 confesó haber matado a varias personas. Luego de cumplir una condena mínima por ser menor de edad, fue liberado en 2013, probablemente de nada sirvió el encierro y volvió a las andadas, ese mismo año fue asesinado en Zacatecas.

A pesar de su triste desenlace, cada vez surgen más niños sicarios. Con las redes sociales en máxima efervescencia, varios jóvenes delincuentes presumen armas, autos, fiestas, estilo de vida deslumbrante y hasta corridos en su honor, todo esto motiva admiración y lamentablemente varios jovencitos terminan imitándolos.

Graves fallos en nuestro sistema judicial permiten que los adolescentes criminales regresen a las calles muy pronto, como “el Ivancito”, un muchacho de 17 años, plenamente identificado como asesino de 19 personas, quien fue condenado solamente a 5 años de prisión. En noviembre de 2012 obtuvo su libertad, pero en enero de 2013 ya estaba de vuelta en la cárcel por el asesinato de un hombre, según dijo, lo mató por haberlo mirado feo.

Muchos de esos adolescentes provienen de familias despedazadas por la inconsciencia humana, descienden de padres que por su caótica vida, olvidan amar, respetar y valorar la piedra angular de una sociedad, la familia. Algunos son hijos de drogadictos, asesinos, o rateros, y en cuanto crecen un poco, empiezan a imitar el patrón de conducta que los rodea. Iniciando a los 11 años aproximadamente su carrera delictiva, robando celulares, quitando dinero a sus compañeros de escuela; son agresivos, frecuentemente son expulsados de instituciones educativas, después, su perverso potencial llama la atención de líderes criminales, quienes ofrecen “el trabajo perfecto”, entonces se convierten en halcones, robacarros, secuestradores, distribuidores de droga, asaltantes o sicarios. Bien saben que si son atrapados, su libertad está asegurada en máximo 5 años, por eso algunos no se tientan el corazón para matar.

De poco sirve la estancia en la correccional, pues las autoridades en diversos casos no dan seguimiento a los adolescentes criminales cuando cumplen su condena; no otorgan apoyo psicológico postencarcelamiento; todo finaliza en cuanto abandona el reformatorio, entonces irremediablemente muchos vuelven a sus actividades ilícitas. Aun sabiendo las graves consecuencias que enfrentarán, no les importan, su lema es: “Prefiero morir joven y rico, que vivo y jodido, como mi papá”, sin embargo, seguramente al estar agonizando, cambiarían en ese instante su riqueza efímera por seguir vivos, aunque fuera jodido… como su papá.


@carlosaesparza

esparzadeister@gmail.com




Desde hace al menos 15 años, México está convertido en la nación de los niños sicarios, se multiplican a lo largo y ancho de la República, ante la indiferencia de autoridades y sociedad.

En octubre de 2019, Francisco Tenorio, alcalde de Valle de Chalco, Edomex, sufrió un atentado con arma de fuego, quedando gravemente herido, días después falleció. Según declaraciones de su secretario particular, quien también resultó herido durante el ataque, el agresor fue un jovencito que se fotografió previamente con el edil durante su visita a una colonia popular, luego le pidió un aventón, y al estar dentro de la camioneta, disparó sin miramiento. Semanas después fue detenido, al ser menor de edad fue sentenciado a 5 años en prisión. ¿Cómo un adolescente puede jalar del gatillo con esa sangre fría? ¿Cuánto le pudieron haber pagado por realizar ese “trabajo”? 10 mil, máximo 20 mil pesos. Eso vale una vida en nuestro país, ¿qué está ocurriendo?

En la frustrada captura de Ovidio Guzmán, varios de los que llegaron a causar pánico en Culiacán, eran jovencitos, pequeños criminales, como Edgar Jiménez “el Ponchis”, aquel niño de 14 años que cuando fue apresado en 2010 confesó haber matado a varias personas. Luego de cumplir una condena mínima por ser menor de edad, fue liberado en 2013, probablemente de nada sirvió el encierro y volvió a las andadas, ese mismo año fue asesinado en Zacatecas.

A pesar de su triste desenlace, cada vez surgen más niños sicarios. Con las redes sociales en máxima efervescencia, varios jóvenes delincuentes presumen armas, autos, fiestas, estilo de vida deslumbrante y hasta corridos en su honor, todo esto motiva admiración y lamentablemente varios jovencitos terminan imitándolos.

Graves fallos en nuestro sistema judicial permiten que los adolescentes criminales regresen a las calles muy pronto, como “el Ivancito”, un muchacho de 17 años, plenamente identificado como asesino de 19 personas, quien fue condenado solamente a 5 años de prisión. En noviembre de 2012 obtuvo su libertad, pero en enero de 2013 ya estaba de vuelta en la cárcel por el asesinato de un hombre, según dijo, lo mató por haberlo mirado feo.

Muchos de esos adolescentes provienen de familias despedazadas por la inconsciencia humana, descienden de padres que por su caótica vida, olvidan amar, respetar y valorar la piedra angular de una sociedad, la familia. Algunos son hijos de drogadictos, asesinos, o rateros, y en cuanto crecen un poco, empiezan a imitar el patrón de conducta que los rodea. Iniciando a los 11 años aproximadamente su carrera delictiva, robando celulares, quitando dinero a sus compañeros de escuela; son agresivos, frecuentemente son expulsados de instituciones educativas, después, su perverso potencial llama la atención de líderes criminales, quienes ofrecen “el trabajo perfecto”, entonces se convierten en halcones, robacarros, secuestradores, distribuidores de droga, asaltantes o sicarios. Bien saben que si son atrapados, su libertad está asegurada en máximo 5 años, por eso algunos no se tientan el corazón para matar.

De poco sirve la estancia en la correccional, pues las autoridades en diversos casos no dan seguimiento a los adolescentes criminales cuando cumplen su condena; no otorgan apoyo psicológico postencarcelamiento; todo finaliza en cuanto abandona el reformatorio, entonces irremediablemente muchos vuelven a sus actividades ilícitas. Aun sabiendo las graves consecuencias que enfrentarán, no les importan, su lema es: “Prefiero morir joven y rico, que vivo y jodido, como mi papá”, sin embargo, seguramente al estar agonizando, cambiarían en ese instante su riqueza efímera por seguir vivos, aunque fuera jodido… como su papá.


@carlosaesparza

esparzadeister@gmail.com