En estos tiempos de muchas promesas y pocas acciones, se me viene a la mente un mensaje muy impactante, en una película el papá decía a su hijo que el pecado más grave era el robo, porque quien asesina roba la vida de otros y también roba a los seres queridos de las víctimas el derecho que tienen a disfrutar de su amor, y quien dice mentiras roba a los demás el derecho a saber la verdad, se puede seguir agregando todo lo que implica el robo, por ejemplo, quien secuestra, roba la libertad y el tiempo de los demás, esto es, roba el oro preciado de la vida, porque el tiempo lo pagamos con la vida.
En época electoral muy seguido se nos roba el derecho a la verdad, por eso hay tanta gente vacunada contra la política, y afirma que la política es sucia, situación errónea porque la política es el concepto, en todo caso sucios son quienes ejercitan el concepto, es decir los políticos malos que denigran la sublime vocación de la política. Han sido muchos los engaños de tantos políticos que prometen las perlas de la Virgen andando en campaña, y cuando llegan a gobernar se les olvidan las promesas y se les acrecienta la ambición por el poder, eso sí es lamentable porque roban a la ciudadanía el derecho a la verdad y el derecho de creer en las personas de buena voluntad. San Juan Pablo Segundo decía que la política es “la calle ancha de la misericordia”, ciertamente sólo quienes tienen verdadera vocación política son capaces de entender la importancia del bien común.
El papa Francisco considera a la política como una de las formas más altas de la caridad porque busca el bien común, y es un deber de la gente buena el involucrarse en la política para trabajar por ese bien común. Los gobernantes y las autoridades tienen el compromiso con la ciudadanía de no robar, no sólo en sentido estricto, es decir, no tomar las cosas materiales que forman parte del patrimonio de los gobernados, también tiene el deber de no robar el derecho a las ilusiones, al desarrollo, al crecimiento, y el derecho a vivir con dignidad.