/ sábado 3 de febrero de 2018

El pecado de robar

En estos tiempos de muchas promesas y pocas acciones, se me viene  a la mente un mensaje muy impactante, en una película el  papá decía  a su hijo que el pecado más grave era el robo,  porque quien asesina roba la vida de otros y también  roba a los seres queridos de las víctimas el derecho que tienen a disfrutar de su amor, y  quien dice mentiras roba a los demás el derecho a saber la verdad, se puede seguir agregando todo lo que  implica el robo, por ejemplo, quien secuestra, roba  la libertad y el tiempo de los demás, esto es, roba el oro preciado de la vida, porque el  tiempo lo pagamos con la vida.

En época electoral muy seguido se nos roba el derecho a la verdad, por eso hay tanta gente  vacunada contra la política, y afirma que  la política es sucia, situación errónea  porque la política es el concepto, en todo caso sucios  son  quienes ejercitan  el concepto, es decir los políticos malos que denigran  la sublime vocación  de la  política. Han sido muchos los engaños de tantos   políticos que prometen las perlas de la Virgen andando en campaña, y cuando llegan a gobernar se les olvidan las promesas y  se les acrecienta  la ambición por el poder,  eso sí es lamentable porque roban a la ciudadanía el derecho a la verdad y  el derecho de creer en las personas de buena voluntad.  San Juan Pablo Segundo  decía que  la política es  “la calle ancha de  la misericordia”, ciertamente sólo  quienes tienen verdadera vocación política son capaces de entender la importancia del bien común.

El papa Francisco considera a  la política como una de las formas más altas de la caridad porque busca el bien común,  y es un deber de la gente buena el  involucrarse en la política para trabajar por ese bien común. Los gobernantes y las autoridades tienen el compromiso con la ciudadanía de no robar, no sólo en sentido estricto, es decir, no tomar las cosas materiales que forman parte del patrimonio de los gobernados, también tiene el deber  de  no robar el derecho a las ilusiones, al  desarrollo, al crecimiento, y el derecho a vivir con dignidad.

 

En estos tiempos de muchas promesas y pocas acciones, se me viene  a la mente un mensaje muy impactante, en una película el  papá decía  a su hijo que el pecado más grave era el robo,  porque quien asesina roba la vida de otros y también  roba a los seres queridos de las víctimas el derecho que tienen a disfrutar de su amor, y  quien dice mentiras roba a los demás el derecho a saber la verdad, se puede seguir agregando todo lo que  implica el robo, por ejemplo, quien secuestra, roba  la libertad y el tiempo de los demás, esto es, roba el oro preciado de la vida, porque el  tiempo lo pagamos con la vida.

En época electoral muy seguido se nos roba el derecho a la verdad, por eso hay tanta gente  vacunada contra la política, y afirma que  la política es sucia, situación errónea  porque la política es el concepto, en todo caso sucios  son  quienes ejercitan  el concepto, es decir los políticos malos que denigran  la sublime vocación  de la  política. Han sido muchos los engaños de tantos   políticos que prometen las perlas de la Virgen andando en campaña, y cuando llegan a gobernar se les olvidan las promesas y  se les acrecienta  la ambición por el poder,  eso sí es lamentable porque roban a la ciudadanía el derecho a la verdad y  el derecho de creer en las personas de buena voluntad.  San Juan Pablo Segundo  decía que  la política es  “la calle ancha de  la misericordia”, ciertamente sólo  quienes tienen verdadera vocación política son capaces de entender la importancia del bien común.

El papa Francisco considera a  la política como una de las formas más altas de la caridad porque busca el bien común,  y es un deber de la gente buena el  involucrarse en la política para trabajar por ese bien común. Los gobernantes y las autoridades tienen el compromiso con la ciudadanía de no robar, no sólo en sentido estricto, es decir, no tomar las cosas materiales que forman parte del patrimonio de los gobernados, también tiene el deber  de  no robar el derecho a las ilusiones, al  desarrollo, al crecimiento, y el derecho a vivir con dignidad.