/ viernes 19 de febrero de 2021

El poder de adhesión

“Dime con quién andas y te diré quién eres”

En general el hombre joven o viejo, no puede evitar imitar y parecerse a aquellos con los que se junta. Esto se llama “poder de adhesión”.

Así como nuestros cuerpos se nutren de todo lo que comemos, así nuestras mentes y nuestras almas absorben virtudes o vicios, derivados del buen o mal ejemplo de aquellos con los que nos juntamos.

Es prácticamente imposible que al asociarnos con un grupo o grupos, no produzcan una influencia en nuestra formación. A nivel inconsciente, a través del “rapport” y del “modelado” empezamos a imitar para bien o para mal a los amigos, a los maestros y a los padres. Somos imitadores por naturaleza. Imitamos el lenguaje, los amaneramientos, los gestos, las costumbres y hasta los hábitos de pensamiento de otros.

La imitación es en su mayoría tan inconsciente que sus efectos no son percibidos de inmediato por el receptor, pero generalmente sí lo son por los demás.

Parejas que han vivido juntos por muchos años se empiezan a parecer. Pero esto es más notorio entre los jóvenes, cuyas naturalezas son más plásticas, impresionables e influenciables. Quizá las modas sean un ejemplo de esto; o el consumo de drogas, la tomada, las perforaciones, etc.

A últimas fechas, se repite lo mismo que hace doscientos años: “La mejor educación se da con el ejemplo”, pues lo que sucede es que la influencia tiene un gran impacto en el período de crecimiento de los jóvenes. Conforme avanzan los años, el ejemplo y la imitación se vuelven costumbre, y gradualmente se consolidan en hábitos, los cuales son tan importantes, que antes de darnos cuenta entregamos en ocasiones hasta nuestra libertad personal. Y así, las malas costumbres convertidas ya en hábitos se convierten en adicciones casi imposibles de dejar y quedamos convertidos en esclavos.

Nadie tiene que convertirse en seguidor e imitador pasivo de aquellos que le rodean. Somos dueños de nuestra conducta, no de la de los demás. Todos tenemos la llamada “voluntad” y la libertad de escoger el camino que deseemos, lo que nos permite poder escoger nuestras amistades y afiliaciones políticas. Es solo a través de la podemos llamar la “debilidad de propósito”, que tanto jóvenes como viejos podemos convertirnos en esclavos de nuestras inclinaciones, o en serviles imitadores de otros. Sólo hay que analizar el fenómeno chairo.

Es un dicho común eso de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Los borrachos se juntan con los borrachos, los ciclistas con los ciclistas, los depravados con los depravados, los cholos con los cholos, los emos con los emos, los chairos con los chairos y así sucesivamente.

Es por esto que es importante influir y dirigir positivamente a la juventud para que conscientemente ejerciten su libre albedrío y busquen una sociedad mejor que la actual. Si se adhieren a lo bueno y a los buenos, encontrarán la paz y la felicidad, y si lo hacen con lo malo y los malos, encontrarán la agitación, la tristeza, el dolor, y la profunda y franciscana pobreza.

“Dime con quién andas y te diré quién eres”

En general el hombre joven o viejo, no puede evitar imitar y parecerse a aquellos con los que se junta. Esto se llama “poder de adhesión”.

Así como nuestros cuerpos se nutren de todo lo que comemos, así nuestras mentes y nuestras almas absorben virtudes o vicios, derivados del buen o mal ejemplo de aquellos con los que nos juntamos.

Es prácticamente imposible que al asociarnos con un grupo o grupos, no produzcan una influencia en nuestra formación. A nivel inconsciente, a través del “rapport” y del “modelado” empezamos a imitar para bien o para mal a los amigos, a los maestros y a los padres. Somos imitadores por naturaleza. Imitamos el lenguaje, los amaneramientos, los gestos, las costumbres y hasta los hábitos de pensamiento de otros.

La imitación es en su mayoría tan inconsciente que sus efectos no son percibidos de inmediato por el receptor, pero generalmente sí lo son por los demás.

Parejas que han vivido juntos por muchos años se empiezan a parecer. Pero esto es más notorio entre los jóvenes, cuyas naturalezas son más plásticas, impresionables e influenciables. Quizá las modas sean un ejemplo de esto; o el consumo de drogas, la tomada, las perforaciones, etc.

A últimas fechas, se repite lo mismo que hace doscientos años: “La mejor educación se da con el ejemplo”, pues lo que sucede es que la influencia tiene un gran impacto en el período de crecimiento de los jóvenes. Conforme avanzan los años, el ejemplo y la imitación se vuelven costumbre, y gradualmente se consolidan en hábitos, los cuales son tan importantes, que antes de darnos cuenta entregamos en ocasiones hasta nuestra libertad personal. Y así, las malas costumbres convertidas ya en hábitos se convierten en adicciones casi imposibles de dejar y quedamos convertidos en esclavos.

Nadie tiene que convertirse en seguidor e imitador pasivo de aquellos que le rodean. Somos dueños de nuestra conducta, no de la de los demás. Todos tenemos la llamada “voluntad” y la libertad de escoger el camino que deseemos, lo que nos permite poder escoger nuestras amistades y afiliaciones políticas. Es solo a través de la podemos llamar la “debilidad de propósito”, que tanto jóvenes como viejos podemos convertirnos en esclavos de nuestras inclinaciones, o en serviles imitadores de otros. Sólo hay que analizar el fenómeno chairo.

Es un dicho común eso de “dime con quién andas y te diré quién eres”. Los borrachos se juntan con los borrachos, los ciclistas con los ciclistas, los depravados con los depravados, los cholos con los cholos, los emos con los emos, los chairos con los chairos y así sucesivamente.

Es por esto que es importante influir y dirigir positivamente a la juventud para que conscientemente ejerciten su libre albedrío y busquen una sociedad mejor que la actual. Si se adhieren a lo bueno y a los buenos, encontrarán la paz y la felicidad, y si lo hacen con lo malo y los malos, encontrarán la agitación, la tristeza, el dolor, y la profunda y franciscana pobreza.