/ miércoles 13 de mayo de 2020

El presidente lo sabe: su proyecto está naufragando

La pretendida cuarta transformación de la vida pública de México está naufragando. Esto no es un logro de la oposición, es resultado de sus propios yerros. Por eso, la economía ya se venía desacelerando, la inversión cayendo, la inseguridad aumentando y el entramado institucional debilitándose desde antes del Covid-19.

Obrador pretendía crecer 4% y crear 2 millones de empleos. La realidad es que tendremos una recesión mayor de -8% y estallará una ola de quiebras y despidos a lo largo del país. Los ingresos públicos tendrán una fuerte caída rumbo al 2021 y habrá mayores recortes presupuestales y una posible reforma fiscal para aumentar impuestos. También lo ha negado religiosamente, pero habrá de desmentirse a sí mismo antes de que termine el 2021. No habrá manera de evitarlo.

Nuestro querido país sigue padeciendo problemas históricos que no han logrado, ni lograrán en el futuro próximo, ser resueltos; a menos que hagamos la tarea y construyamos un futuro alterno y reconocer que tenemos asignaturas pendientes que no hemos logrado resolver como país: la inseguridad, la pobreza, la desigualdad, el presidencialismo exacerbado y el Estado débil. Mientras eso no ocurra, seguiremos postrados en el subdesarrollo, el crecimiento mediocre y desequilibrado de la economía.

El primer paso comienza por una autocrítica que admita que no hemos logrado resolver los problemas de las mayorías, que siguen esperando.

Es hora de hablar de una reforma profunda de nuestro país que revise:

1.- La persona humana en el centro de las políticas públicas.

Tenemos que revisar y acordar cuál es la mejor función y tamaño que deben tener nuestros gobiernos; cómo y cuánto podemos decidir los ciudadanos; y qué tanta libertad o regulación debe tener el mercado.

Un renovado acuerdo nacional que resuelva institucional y democráticamente; el balance óptimo entre mercado (sector privado), Gobierno (sector público) y ciudadanía (sector social). Lograr un Estado que garantice un piso parejo, que incluya el derecho a la alimentación, la educación y la salud, sin que nadie se quede atrás.

2.- Un nuevo federalismo, emancipador.

El centralismo presidencialista está agotado y no permite liberar la energía y aportación de los estados y los municipios que se encuentran subyugados. El 90% de todos los impuestos y derechos los concentra la Federación y los redistribuye mediante fórmulas obsoletas y una discrecionalidad inadmisible.

Debemos de revisar con visión de futuro, la distribución de potestades, facultades y recursos entre los municipios, los estados y la Federación para lograr una mayor colaboración y desempeño para atender las necesidades de la población.

3.- Una seguridad humana.

Debemos reconocer que no hemos construido un sistema de seguridad pública y procuración de justicia eficaz. Fin a la impunidad y la criminalización de la pobreza.

4.- Un sistema de pesos y contrapesos democráticos en un régimen semiparlamentario que represente mejor la pluralidad y megadiversidad política y social.

La 4T sucumbe, pero los problemas históricos subsisten. Es necesario construir una alternativa, con una nueva narrativa. Ya.


La pretendida cuarta transformación de la vida pública de México está naufragando. Esto no es un logro de la oposición, es resultado de sus propios yerros. Por eso, la economía ya se venía desacelerando, la inversión cayendo, la inseguridad aumentando y el entramado institucional debilitándose desde antes del Covid-19.

Obrador pretendía crecer 4% y crear 2 millones de empleos. La realidad es que tendremos una recesión mayor de -8% y estallará una ola de quiebras y despidos a lo largo del país. Los ingresos públicos tendrán una fuerte caída rumbo al 2021 y habrá mayores recortes presupuestales y una posible reforma fiscal para aumentar impuestos. También lo ha negado religiosamente, pero habrá de desmentirse a sí mismo antes de que termine el 2021. No habrá manera de evitarlo.

Nuestro querido país sigue padeciendo problemas históricos que no han logrado, ni lograrán en el futuro próximo, ser resueltos; a menos que hagamos la tarea y construyamos un futuro alterno y reconocer que tenemos asignaturas pendientes que no hemos logrado resolver como país: la inseguridad, la pobreza, la desigualdad, el presidencialismo exacerbado y el Estado débil. Mientras eso no ocurra, seguiremos postrados en el subdesarrollo, el crecimiento mediocre y desequilibrado de la economía.

El primer paso comienza por una autocrítica que admita que no hemos logrado resolver los problemas de las mayorías, que siguen esperando.

Es hora de hablar de una reforma profunda de nuestro país que revise:

1.- La persona humana en el centro de las políticas públicas.

Tenemos que revisar y acordar cuál es la mejor función y tamaño que deben tener nuestros gobiernos; cómo y cuánto podemos decidir los ciudadanos; y qué tanta libertad o regulación debe tener el mercado.

Un renovado acuerdo nacional que resuelva institucional y democráticamente; el balance óptimo entre mercado (sector privado), Gobierno (sector público) y ciudadanía (sector social). Lograr un Estado que garantice un piso parejo, que incluya el derecho a la alimentación, la educación y la salud, sin que nadie se quede atrás.

2.- Un nuevo federalismo, emancipador.

El centralismo presidencialista está agotado y no permite liberar la energía y aportación de los estados y los municipios que se encuentran subyugados. El 90% de todos los impuestos y derechos los concentra la Federación y los redistribuye mediante fórmulas obsoletas y una discrecionalidad inadmisible.

Debemos de revisar con visión de futuro, la distribución de potestades, facultades y recursos entre los municipios, los estados y la Federación para lograr una mayor colaboración y desempeño para atender las necesidades de la población.

3.- Una seguridad humana.

Debemos reconocer que no hemos construido un sistema de seguridad pública y procuración de justicia eficaz. Fin a la impunidad y la criminalización de la pobreza.

4.- Un sistema de pesos y contrapesos democráticos en un régimen semiparlamentario que represente mejor la pluralidad y megadiversidad política y social.

La 4T sucumbe, pero los problemas históricos subsisten. Es necesario construir una alternativa, con una nueva narrativa. Ya.