/ miércoles 8 de agosto de 2018

El PRI volverá, después de seis años, a la tribuna de la oposición (I de II)

La derrota de su candidato a la presidencia, José Antonio Meade, ha sido el epílogo de un gobierno que no entendió a los mexicanos del siglo XXI, una generación con necesidades y demandas distintas a las de sus padres y abuelos que en el siglo XX aseguraron la permanencia, por más de siete décadas, de la fuerza política más antigua de México en la residencia presidencial de Los Pinos. La lección más dura para la formación política en 2018 es que ser presidente de México ya no garantiza la sucesión en el cargo. Si en el año 2000 el PRI vivió una histórica derrota que le sacó durante 12 años de la presidencia, en 2018 el partido fundado por Plutarco Elías Calles sufrió una estocada casi mortal. Además de perder la presidencia, sólo rescató uno de sus bastiones en el país: la gubernatura de Yucatán. En el 2000, la palabra ‘cambio’ era la más popular para votar en contra de los gobiernos del PRI; ahora han sido suficientes seis años y el hartazgo de los mexicanos, saturados por los episodios de corrupción y violencia, para impedir un sexenio más del PRI. La noche del 1 de julio de 2018 fue la más triste del partido en sus 89 años de historia. La sede en Ciudad de México estaba desierta en las horas previas al anuncio final.

La derrota del PRI estuvo anticipada por la estela de corrupción y acusaciones contra los políticos de la formación de los últimos seis años. Una decena de gobernadores que defraudaron a ciudadanos con saqueo de recursos públicos: dos Duartes, un Borge, un Moreira, entre ellos. La cascada de una violencia rampante: 90 homicidios en promedio al día; una campaña electoral con 48 candidatos asesinados a sangre fría. La presidencia de Enrique Peña Nieto bajo la sospecha permanente de corrupción: los sobornos de Odebrecht y la casa comprada a un proveedor del gobierno la Casa Blanca. La indignación de los mexicanos llegó a niveles estratosféricos con la desaparición de los 43 estudiantes de Aotzinapa y los votantes tampoco perdonaron que el caso siga sin resolverse tras cuatro años.

Meade encajaba con la descripción de un presidente tecnócrata…continuará.


La derrota de su candidato a la presidencia, José Antonio Meade, ha sido el epílogo de un gobierno que no entendió a los mexicanos del siglo XXI, una generación con necesidades y demandas distintas a las de sus padres y abuelos que en el siglo XX aseguraron la permanencia, por más de siete décadas, de la fuerza política más antigua de México en la residencia presidencial de Los Pinos. La lección más dura para la formación política en 2018 es que ser presidente de México ya no garantiza la sucesión en el cargo. Si en el año 2000 el PRI vivió una histórica derrota que le sacó durante 12 años de la presidencia, en 2018 el partido fundado por Plutarco Elías Calles sufrió una estocada casi mortal. Además de perder la presidencia, sólo rescató uno de sus bastiones en el país: la gubernatura de Yucatán. En el 2000, la palabra ‘cambio’ era la más popular para votar en contra de los gobiernos del PRI; ahora han sido suficientes seis años y el hartazgo de los mexicanos, saturados por los episodios de corrupción y violencia, para impedir un sexenio más del PRI. La noche del 1 de julio de 2018 fue la más triste del partido en sus 89 años de historia. La sede en Ciudad de México estaba desierta en las horas previas al anuncio final.

La derrota del PRI estuvo anticipada por la estela de corrupción y acusaciones contra los políticos de la formación de los últimos seis años. Una decena de gobernadores que defraudaron a ciudadanos con saqueo de recursos públicos: dos Duartes, un Borge, un Moreira, entre ellos. La cascada de una violencia rampante: 90 homicidios en promedio al día; una campaña electoral con 48 candidatos asesinados a sangre fría. La presidencia de Enrique Peña Nieto bajo la sospecha permanente de corrupción: los sobornos de Odebrecht y la casa comprada a un proveedor del gobierno la Casa Blanca. La indignación de los mexicanos llegó a niveles estratosféricos con la desaparición de los 43 estudiantes de Aotzinapa y los votantes tampoco perdonaron que el caso siga sin resolverse tras cuatro años.

Meade encajaba con la descripción de un presidente tecnócrata…continuará.