/ viernes 6 de julio de 2018

El proceso electoral, una farsa para entregar el poder y así conservarlo

Avasallador fue el triunfo de Andrés Manuel López Obrador el pasado domingo y, no se puede decir que fuera sorpresa, las encuestas de las casas consultoras serias siempre fueron en ese sentido. Ahora habrá que esperar el cumplimiento de las promesas de campaña, algunas totalmente fuera de la razón y que no vale la pena ni enumerarlas sino considerar que fueron eso, promesas de campaña que al final de la jornada y ante la cruda realidad se las lleva el viento porque sencillamente son imposibles de cumplir.

También es indudable que del tamaño del sapo es la pedrada y los estrategas del marketing político entre otras muchas situaciones distractoras, supieron encauzar el encono de la población con el sufragio a favor de López Obrador.

Pero ahora ya no será cuestión de mercadotecnia, sino de realidades, ahora ya no se podrá seguir un libreto que le marque la estrategia y hasta la actitud que deba seguir y, es cuando podremos conocer, aunque ya muchos tenemos sus antecedentes, al verdadero López Obrador, cuando los enconos contra el gobierno de Enrique Peña Nieto, como el alza a la gasolina, al gas, a la luz, contra el irrisorio salario mínimo, contra la “casa blanca”, la de Malinalco, ya no tengan que ofrecerle al nuevo presidente y sí en cambio encauzarle los mismos reclamos que ahora le dan el triunfo.

Pero dentro de toda esta increíble y tenebrosa política, no cabe duda que los mexicanos tenemos infinidad de recursos para sortear cualquier situación por complicada que ésta sea y además de manejar crisis de esta delicadeza y por lo pronto dejar a todos aparentemente contentos. El mismo presidente, ejerciendo quizá su autoridad omnipotente, pero avasallando la autoridad del Instituto Nacional Electoral (INE), oficializó el triunfo de López Obrador, mismo que ya había sido avalado por los demás candidatos presidenciales, José Antonio Meade Kuribreña, Jaime Rodríguez el Bronco y Ricardo Anaya, en ese orden cronológico.

Y es aquí donde estriba la inteligencia y el manejo que del pueblo hacen los hombres del poder, además de que no había un verdadero y real líder que pudiera poner en peligro la estabilidad social del país, porque la orden de repecharse y de reconocer el triunfo del presunto líder de Morena salió de algún lado, incluso al mismo presidente y no de él, como muchos pudiésemos creer.

Y qué bueno, porque a estas alturas entrar en conflictos poselectorales no traerían algún beneficio a nadie, salvo a los mercenarios que se encuentran a la expectativa para vivir de los despojos de un país y de una elección.

Ahora por el bien de todos solidarizarnos con quien será nuestro nuevo presidente y armar nuevas estructuras que permitan la entrada a nuevos y jóvenes valores para que México deje de ser un país de viejos y enmohecido.

Pero cuidado porque hay quienes aseguran que esta entrega del poder al tabasqueño ya estaba arreglada desde las mismas entrañas del verdadero poder político y económico, lo que pudo pasar es que se excedieron y a ver ahora cómo le hacen para controlar al tigre, aunque la mera verdad no ha de ser muy difícil, aunque hay que reconocer que se excedieron en darle fuerza al liderazgo que le construyeron a López Obrador.

Avasallador fue el triunfo de Andrés Manuel López Obrador el pasado domingo y, no se puede decir que fuera sorpresa, las encuestas de las casas consultoras serias siempre fueron en ese sentido. Ahora habrá que esperar el cumplimiento de las promesas de campaña, algunas totalmente fuera de la razón y que no vale la pena ni enumerarlas sino considerar que fueron eso, promesas de campaña que al final de la jornada y ante la cruda realidad se las lleva el viento porque sencillamente son imposibles de cumplir.

También es indudable que del tamaño del sapo es la pedrada y los estrategas del marketing político entre otras muchas situaciones distractoras, supieron encauzar el encono de la población con el sufragio a favor de López Obrador.

Pero ahora ya no será cuestión de mercadotecnia, sino de realidades, ahora ya no se podrá seguir un libreto que le marque la estrategia y hasta la actitud que deba seguir y, es cuando podremos conocer, aunque ya muchos tenemos sus antecedentes, al verdadero López Obrador, cuando los enconos contra el gobierno de Enrique Peña Nieto, como el alza a la gasolina, al gas, a la luz, contra el irrisorio salario mínimo, contra la “casa blanca”, la de Malinalco, ya no tengan que ofrecerle al nuevo presidente y sí en cambio encauzarle los mismos reclamos que ahora le dan el triunfo.

Pero dentro de toda esta increíble y tenebrosa política, no cabe duda que los mexicanos tenemos infinidad de recursos para sortear cualquier situación por complicada que ésta sea y además de manejar crisis de esta delicadeza y por lo pronto dejar a todos aparentemente contentos. El mismo presidente, ejerciendo quizá su autoridad omnipotente, pero avasallando la autoridad del Instituto Nacional Electoral (INE), oficializó el triunfo de López Obrador, mismo que ya había sido avalado por los demás candidatos presidenciales, José Antonio Meade Kuribreña, Jaime Rodríguez el Bronco y Ricardo Anaya, en ese orden cronológico.

Y es aquí donde estriba la inteligencia y el manejo que del pueblo hacen los hombres del poder, además de que no había un verdadero y real líder que pudiera poner en peligro la estabilidad social del país, porque la orden de repecharse y de reconocer el triunfo del presunto líder de Morena salió de algún lado, incluso al mismo presidente y no de él, como muchos pudiésemos creer.

Y qué bueno, porque a estas alturas entrar en conflictos poselectorales no traerían algún beneficio a nadie, salvo a los mercenarios que se encuentran a la expectativa para vivir de los despojos de un país y de una elección.

Ahora por el bien de todos solidarizarnos con quien será nuestro nuevo presidente y armar nuevas estructuras que permitan la entrada a nuevos y jóvenes valores para que México deje de ser un país de viejos y enmohecido.

Pero cuidado porque hay quienes aseguran que esta entrega del poder al tabasqueño ya estaba arreglada desde las mismas entrañas del verdadero poder político y económico, lo que pudo pasar es que se excedieron y a ver ahora cómo le hacen para controlar al tigre, aunque la mera verdad no ha de ser muy difícil, aunque hay que reconocer que se excedieron en darle fuerza al liderazgo que le construyeron a López Obrador.