/ sábado 21 de julio de 2018

El que nace pa’ maceta, no pasa del corredor

Muchos viven con la ilusión de hacer una empresa, de dirigir una empresa, pero esto no es para todos


Ser empresario es un oficio, y como todos, requiere cualidades humanas y experiencias previas que se ponen en juego y apalancan la capacidad de descubrir y realizar negocios.

Hace falta iniciativa para imaginar algo nuevo, algo diferente, ponerse en marcha y hacerlo de verdad. Hace falta el oficio para penetrar la realidad y encontrar en ella filones de oportunidad. Es necesario poder entusiasmar, involucrar y comprometer a otros, poder organizar a las personas y orientar su trabajo.

Hace falta ser capaz de acometer una aventura y poner en riesgo el dinero y el esfuerzo que habrán de invertirse, ser capaz de soportar la incertidumbre y los malos momentos, de compartir beneficios, de trabajar, trabajar y trabajar sin límites preestablecidos; en suma, ser capaz de tomar en las manos el destino incierto de un proyecto inventado por uno.

¡Qué lamentable que todo esto no se los dicen en las escuelas de negocio y menos en los programas de emprendedurismo! Solamente les venden la ilusión de que serán empresarios “sin despeinarse”… porque ahora tendrán un diploma.

¡Qué penoso que no haya nadie que les advierta dentro de esos sistemas educativos que el esfuerzo y riesgo serán necesarios! Porque los que debieran hacerlo se la pasan “viaticando”, conociendo modelos extranjeros pero que nunca de los nuncas han tenido la responsabilidad de un negocio propio.

Para hacer empresa hay que atreverse. Nadie sabe si podrá cuando lo intenta por primera vez. Los cambios son infinitos, son de cada cual. Arrancan siempre desde las circunstancias personales, desde el propio trabajo, desde la necesidad imperiosa de alimentar una familia, desde la oportunidad que se descubre, desde la ambición de ser y tener más… y se desarrolla por caminos muchas veces insospechados, que con frecuencia se encuentran por accidente.

Para hacer empresa hay que hacerla, y no cualquiera está en condiciones. Si se intenta y no se logra no hay que desilusionarse, lo importante es encontrar para qué se es bueno y dedicarse a ello con determinación y entusiasmo.


Muchos viven con la ilusión de hacer una empresa, de dirigir una empresa, pero esto no es para todos


Ser empresario es un oficio, y como todos, requiere cualidades humanas y experiencias previas que se ponen en juego y apalancan la capacidad de descubrir y realizar negocios.

Hace falta iniciativa para imaginar algo nuevo, algo diferente, ponerse en marcha y hacerlo de verdad. Hace falta el oficio para penetrar la realidad y encontrar en ella filones de oportunidad. Es necesario poder entusiasmar, involucrar y comprometer a otros, poder organizar a las personas y orientar su trabajo.

Hace falta ser capaz de acometer una aventura y poner en riesgo el dinero y el esfuerzo que habrán de invertirse, ser capaz de soportar la incertidumbre y los malos momentos, de compartir beneficios, de trabajar, trabajar y trabajar sin límites preestablecidos; en suma, ser capaz de tomar en las manos el destino incierto de un proyecto inventado por uno.

¡Qué lamentable que todo esto no se los dicen en las escuelas de negocio y menos en los programas de emprendedurismo! Solamente les venden la ilusión de que serán empresarios “sin despeinarse”… porque ahora tendrán un diploma.

¡Qué penoso que no haya nadie que les advierta dentro de esos sistemas educativos que el esfuerzo y riesgo serán necesarios! Porque los que debieran hacerlo se la pasan “viaticando”, conociendo modelos extranjeros pero que nunca de los nuncas han tenido la responsabilidad de un negocio propio.

Para hacer empresa hay que atreverse. Nadie sabe si podrá cuando lo intenta por primera vez. Los cambios son infinitos, son de cada cual. Arrancan siempre desde las circunstancias personales, desde el propio trabajo, desde la necesidad imperiosa de alimentar una familia, desde la oportunidad que se descubre, desde la ambición de ser y tener más… y se desarrolla por caminos muchas veces insospechados, que con frecuencia se encuentran por accidente.

Para hacer empresa hay que hacerla, y no cualquiera está en condiciones. Si se intenta y no se logra no hay que desilusionarse, lo importante es encontrar para qué se es bueno y dedicarse a ello con determinación y entusiasmo.