/ sábado 18 de mayo de 2019

El reflejo de nosotros mismos

Decía Mandela que la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar al mundo. Los grandes hombres y mujeres que dieron luz a la humanidad han centrado sus sueños, trabajos y metas reconociendo la importancia de la educación, para que los pueblos puedan alcanzar desarrollo y bienestar. Los países prósperos y con mejores niveles de vida son los que invierten en educación. Me comentaba un francés que en su país se invertía dinero suficiente para encauzar desde la niñez al desarrollo de sus capacidades, y que a nivel de educación media, los adolescentes y jóvenes despertaban su vocación, no todos podían ser médicos o arquitectos, sino sólo los más inteligentes y quienes demostraban capacidad para el ejercicio de esas profesiones. Pero que en su país existen muchas alternativas para otras carreras profesionales y técnicas que también son muy bien pagadas.

Finlandia es uno de los países punteros en materia educativa, y sólo pueden aspirar a ser maestros los mejores promedios universitarios, ya que para enseñar se debe tener mucho conocimiento, los educadores están obligados a tener Maestría en Educación.

¿Pero qué tienen de común denominador los países con mejor educación? La respuesta es que por su cultura siempre están innovando, creando, descubriendo, inventando; que invierten cantidades millonarias en educación, en mejora continua, exigen a sus educadores, pero les pagan bien; tienen sistemas educativos muy exigentes. Y de esto pueden dar fe países como Estados Unidos, Francia, Nueva Zelanda, los Países Nórdicos, Singapur, entre otros. Pero, ¿qué pasa en México? Apenas se empezaba a evaluar a los educadores cuando viene la Reforma Educativa de López Obrador, y elimina la evaluación de los docentes. Recordemos que lo que no se mide no sirve. Por eso somos el reflejo de nosotros mismos. Las reformas legales en materia educativa deben garantizarnos mejor nivel de vida. En México caminamos como el cangrejo, si no exigimos educación de calidad para nuestros hijos, estaremos condenados a fracasar y condenados al subdesarrollo y a la pobreza.



Decía Mandela que la educación es el arma más poderosa que se puede usar para cambiar al mundo. Los grandes hombres y mujeres que dieron luz a la humanidad han centrado sus sueños, trabajos y metas reconociendo la importancia de la educación, para que los pueblos puedan alcanzar desarrollo y bienestar. Los países prósperos y con mejores niveles de vida son los que invierten en educación. Me comentaba un francés que en su país se invertía dinero suficiente para encauzar desde la niñez al desarrollo de sus capacidades, y que a nivel de educación media, los adolescentes y jóvenes despertaban su vocación, no todos podían ser médicos o arquitectos, sino sólo los más inteligentes y quienes demostraban capacidad para el ejercicio de esas profesiones. Pero que en su país existen muchas alternativas para otras carreras profesionales y técnicas que también son muy bien pagadas.

Finlandia es uno de los países punteros en materia educativa, y sólo pueden aspirar a ser maestros los mejores promedios universitarios, ya que para enseñar se debe tener mucho conocimiento, los educadores están obligados a tener Maestría en Educación.

¿Pero qué tienen de común denominador los países con mejor educación? La respuesta es que por su cultura siempre están innovando, creando, descubriendo, inventando; que invierten cantidades millonarias en educación, en mejora continua, exigen a sus educadores, pero les pagan bien; tienen sistemas educativos muy exigentes. Y de esto pueden dar fe países como Estados Unidos, Francia, Nueva Zelanda, los Países Nórdicos, Singapur, entre otros. Pero, ¿qué pasa en México? Apenas se empezaba a evaluar a los educadores cuando viene la Reforma Educativa de López Obrador, y elimina la evaluación de los docentes. Recordemos que lo que no se mide no sirve. Por eso somos el reflejo de nosotros mismos. Las reformas legales en materia educativa deben garantizarnos mejor nivel de vida. En México caminamos como el cangrejo, si no exigimos educación de calidad para nuestros hijos, estaremos condenados a fracasar y condenados al subdesarrollo y a la pobreza.