/ lunes 28 de diciembre de 2020

El reto del 2021

Establecía el ilustre exrector de la UNAM, el politólogo e historiador Pablo González Casanova en su libro la “Sociología de le Explotación” (1980), dos condiciones indispensables para que un país avance en sus índices de bienestar: 1) Que genere riqueza; esto es, que aumente su producto interno bruto (PIB), lo que se entiende como el valor monetario de los bienes y servicios producidos por un país en un período de tiempo determinado, convencionalmente un año; y 2) Que la riqueza que genere la distribuya bien.

¿En qué consiste distribuir bien la riqueza? Simple y sencillamente en que el sistema garantice a todos los habitantes de la comunidad política un ingreso suficiente para cubrir decorosamente sus necesidades primarias: casa, comida, alimentación, vestido, educación y salud. Estas condiciones son concomitantes. Independientemente de la ideología del gobierno en turno, la falta de realización de alguna de ellas impedirá el avance en los índices de bienestar de la población gobernada.

Este año, con el azote mundial de la pandemia provocada por el Covid 19, los índices de generación de riqueza se redujeron considerablemente en prácticamente la totalidad de los países del mundo. En México se estima una caída entre el 8% y 10% del PIB. Sólo en los meses de abril y mayo pasados se habían perdido en el país más de un millón de empleos formales.

Los esfuerzos de la Cuarta Transformación para distribuir mejor el ingreso en México con la implementación de su política social, consistente en la instrumentación de los programas del bienestar y el fortalecimiento del poder adquisitivo del salario mínimo, si bien han parcialmente reivindicado a los grupos más vulnerables y a las clases marginadas, requieren también concentrarse en cómo durante esta nueva “normalidad” y asumiendo la eventual superación de la crisis sanitaria, se dinamizará la economía del país y nos reencausaremos en le ruta del crecimiento económico. El reto principal para el próximo año y lo que resta del sexenio es abatir la informalidad. Lograr la inserción de la población olvidada en el sector formal de la economía mediante la creación de empleos. Es este sector el que paga contribuciones y fortalece al Estado. No se logrará la recuperación económica sin la participación decidida del sector privado. Ante la caída en la recaudación tributaria y petrolera por la importante reducción de la actividad económica, es únicamente la interacción con el sector privado lo que nos ayudará a crecer y aprovechar las grandes potencialidades del país o primordialmente nuestra integración y alianza comercial con Estados Unidos y Canadá, formalizada a través del T-MEC, con libre concurrencia a los mercados, certidumbre y reglas claras; sin empresarios “favoritos” ni amañados con ningún gobierno.

Dos son los principios que se deben procurar: la eliminación de los privilegios indebidos y la lucha continua contra la corrupción. El cumplimiento irrestricto de estos principios emblemáticos de la cuarta transformación sólo se logrará con administraciones profesionales, honradas y eficientes, que se manejen austeramente y que entiendan que el ejercicio del gobierno es una oportunidad para ampliar y mejorar la calidad de los servicios públicos y no una fuente de riqueza, de proyección o de beneficio personal. El reto es grande y su consecución debe partir necesariamente de representantes populares con militancia y convicción de los ideales que llevaron a la 4T al gobierno federal y por los que votaron, el 1 de julio de 2018, más de 30 millones de mexicanos.


Establecía el ilustre exrector de la UNAM, el politólogo e historiador Pablo González Casanova en su libro la “Sociología de le Explotación” (1980), dos condiciones indispensables para que un país avance en sus índices de bienestar: 1) Que genere riqueza; esto es, que aumente su producto interno bruto (PIB), lo que se entiende como el valor monetario de los bienes y servicios producidos por un país en un período de tiempo determinado, convencionalmente un año; y 2) Que la riqueza que genere la distribuya bien.

¿En qué consiste distribuir bien la riqueza? Simple y sencillamente en que el sistema garantice a todos los habitantes de la comunidad política un ingreso suficiente para cubrir decorosamente sus necesidades primarias: casa, comida, alimentación, vestido, educación y salud. Estas condiciones son concomitantes. Independientemente de la ideología del gobierno en turno, la falta de realización de alguna de ellas impedirá el avance en los índices de bienestar de la población gobernada.

Este año, con el azote mundial de la pandemia provocada por el Covid 19, los índices de generación de riqueza se redujeron considerablemente en prácticamente la totalidad de los países del mundo. En México se estima una caída entre el 8% y 10% del PIB. Sólo en los meses de abril y mayo pasados se habían perdido en el país más de un millón de empleos formales.

Los esfuerzos de la Cuarta Transformación para distribuir mejor el ingreso en México con la implementación de su política social, consistente en la instrumentación de los programas del bienestar y el fortalecimiento del poder adquisitivo del salario mínimo, si bien han parcialmente reivindicado a los grupos más vulnerables y a las clases marginadas, requieren también concentrarse en cómo durante esta nueva “normalidad” y asumiendo la eventual superación de la crisis sanitaria, se dinamizará la economía del país y nos reencausaremos en le ruta del crecimiento económico. El reto principal para el próximo año y lo que resta del sexenio es abatir la informalidad. Lograr la inserción de la población olvidada en el sector formal de la economía mediante la creación de empleos. Es este sector el que paga contribuciones y fortalece al Estado. No se logrará la recuperación económica sin la participación decidida del sector privado. Ante la caída en la recaudación tributaria y petrolera por la importante reducción de la actividad económica, es únicamente la interacción con el sector privado lo que nos ayudará a crecer y aprovechar las grandes potencialidades del país o primordialmente nuestra integración y alianza comercial con Estados Unidos y Canadá, formalizada a través del T-MEC, con libre concurrencia a los mercados, certidumbre y reglas claras; sin empresarios “favoritos” ni amañados con ningún gobierno.

Dos son los principios que se deben procurar: la eliminación de los privilegios indebidos y la lucha continua contra la corrupción. El cumplimiento irrestricto de estos principios emblemáticos de la cuarta transformación sólo se logrará con administraciones profesionales, honradas y eficientes, que se manejen austeramente y que entiendan que el ejercicio del gobierno es una oportunidad para ampliar y mejorar la calidad de los servicios públicos y no una fuente de riqueza, de proyección o de beneficio personal. El reto es grande y su consecución debe partir necesariamente de representantes populares con militancia y convicción de los ideales que llevaron a la 4T al gobierno federal y por los que votaron, el 1 de julio de 2018, más de 30 millones de mexicanos.