/ viernes 20 de abril de 2018

El ritual tarahumara de correr

Los tarahumaras corren, ¡y corren mucho! Para ellos, correr es un ritual, una manifestación de su perspectiva del ser humano y del mundo, de las fuerzas íntimas de la persona y de las fuerzas poderosas del cosmos.

Para el rarámuri, el universo es una totalidad dinámica donde la energía mueve cada elemento y mantiene un equilibrio dinámico. Entonces, el movimiento del corredor aparece como un reconocimiento y una contribución al dinamismo cósmico. Correr, entonces, es un ritual.

La carrera tarahumara (rarajípari) representa tanto un instrumento de supervivencia en la geografía serrana como una expresión de conciencia sobre el movimiento y su valor en la realización de todo lo que hay, de todo lo que es, de la vida misma.

Para el tarahumara, que puede correr cientos de kilómetros durante días, correr es un deber y no una competencia. Se trata de un deber (como el deber del río, que también es correr) que corresponde a su ser en el mundo, un deber metafísico y hasta místico, difícil de comprender desde la cultura occidentalizada.

En la sierra, correr es un ritual que enaltece al ser, a lo que está y a lo que vive. Los tarahumaras no corren para ganar, el ejercicio no tiene afán competitivo, pese a lo que nuestra cultura les intenta transmitir para persuadirles de que así lo hagan.

Desde niños, los tarahumaras se ven involucrados en la carrera, porque se trata de algo importante en su cultura. Así que la carrera es parte de la vida desde temprana edad, y con el tiempo se identifica con la vida, transformando el ejercicio en un rito de enorme significado.

Las características somáticas de los tarahumaras deben cumplir un papel determinante en la capacidad o resistencia que ellos despliegan al correr, pero igual influyen aspectos culturales como la formación en la comunidad, la actitud y la convicción en la forma que se ve el mundo. Así lo han venido mostrando los estudios antropológicos que instituciones de investigación han realizado.

Así que no se trata sólo de correr, sino de hacer un ritual de ese ejercicio. Esto implica una cosmovisión, ciertos valores, significados ontológicos, compromisos éticos. No consiste sólo en mover los pies ni en perseguir medallas o trofeos.

Los tarahumaras corren, ¡y corren mucho! Para ellos, correr es un ritual, una manifestación de su perspectiva del ser humano y del mundo, de las fuerzas íntimas de la persona y de las fuerzas poderosas del cosmos.

Para el rarámuri, el universo es una totalidad dinámica donde la energía mueve cada elemento y mantiene un equilibrio dinámico. Entonces, el movimiento del corredor aparece como un reconocimiento y una contribución al dinamismo cósmico. Correr, entonces, es un ritual.

La carrera tarahumara (rarajípari) representa tanto un instrumento de supervivencia en la geografía serrana como una expresión de conciencia sobre el movimiento y su valor en la realización de todo lo que hay, de todo lo que es, de la vida misma.

Para el tarahumara, que puede correr cientos de kilómetros durante días, correr es un deber y no una competencia. Se trata de un deber (como el deber del río, que también es correr) que corresponde a su ser en el mundo, un deber metafísico y hasta místico, difícil de comprender desde la cultura occidentalizada.

En la sierra, correr es un ritual que enaltece al ser, a lo que está y a lo que vive. Los tarahumaras no corren para ganar, el ejercicio no tiene afán competitivo, pese a lo que nuestra cultura les intenta transmitir para persuadirles de que así lo hagan.

Desde niños, los tarahumaras se ven involucrados en la carrera, porque se trata de algo importante en su cultura. Así que la carrera es parte de la vida desde temprana edad, y con el tiempo se identifica con la vida, transformando el ejercicio en un rito de enorme significado.

Las características somáticas de los tarahumaras deben cumplir un papel determinante en la capacidad o resistencia que ellos despliegan al correr, pero igual influyen aspectos culturales como la formación en la comunidad, la actitud y la convicción en la forma que se ve el mundo. Así lo han venido mostrando los estudios antropológicos que instituciones de investigación han realizado.

Así que no se trata sólo de correr, sino de hacer un ritual de ese ejercicio. Esto implica una cosmovisión, ciertos valores, significados ontológicos, compromisos éticos. No consiste sólo en mover los pies ni en perseguir medallas o trofeos.