/ jueves 8 de noviembre de 2018

El sándwich de la crisis migratoria centroamericana

México pasó de ser exportador de emigrantes a importador de inmigrantes procedentes principalmente de Centroamérica.

Esta nueva etapa de la tradicional crisis migratoria que asola todo el mundo tiene como característica que son oleadas de centroamericanos las que ahora ingresan al país, legal e ilegalmente.

Lo que usualmente exigía nuestro país al vecino del norte ahora lo tendrá que cumplir a los miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que arriban y cruzan el territorio nacional.

Ante la oposición rotunda de Donald Trump que moviliza el Ejército a la frontera norte e incluso con la bárbara recomendación a sus soldados de que si eran agredidos dispararan, aunque después la matizó ordenándoles arrestarlos y regresarlos a su país de origen.

El gobierno mexicano ha tenido una política ambivalente pues lo mismo regresa a cientos que les otorga a otros el permiso para residir y trabajar. Asimismo, en la frontera sur intentó detener las caravanas logrando que algunos inmigrantes desistieran para ser enviados a su tierra de origen.

La realidad es que ante la fuerte presión del vecino país y la creciente que ejercen los centroamericanos México se ha convertido en un emparedado (sándwich).

La firma del USMCA o T-MEC depende en buena parte de las acciones ejercidas por las autoridades migratorias mexicanas y el inestable ánimo del inquilino de la Casa Blanca. No es una situación cómoda para un gobierno que usualmente se hacía de la vista gorda lo mismo con los mexicanos emigrantes que con los inmigrantes centroamericanos.

Ahora el conflicto migratorio está haciendo crisis no sólo para el gobierno saliente, sino también para el entrante.

El problema dejó de ser sólo de la Federación, pues los estados y municipios encaran directamente las demandas emergentes de miles de personas que arriban a pequeñas comunidades que no están preparadas para que su población se duplique o triplique de una día a otro.

Sin embargo será en las ciudades fronterizas donde se concentrarán las caravanas y las demandas de alimento y alojamiento por tiempo indefinido, pues planean permanecer hasta que los Estados Unidos los acepten como refugiados.

En los puentes fronterizos de Ciudad Juárez ya acampan a la intemperie docenas de inmigrantes de varios países anticipándose al arribo de los miles de las caravanas que continúan recorriendo el territorio nacional.

Esta nueva e insólita problemática no será desde luego resuelta por Peña Nieto, por lo que López Obrador debería proponer y aplicar una política migratoria funcional que proteja los Derechos Humanos de los inmigrantes a la vez que la estabilidad de los poblados mexicanos receptores .

La situación socioeconómica centroamericana es grave, por lo que se incrementarán las oleadas de inmigrantes que no sólo van de paso sino que intentan residir en el país. Complejo es el aplicar medidas a un problema global y menos cuando se ha sido omiso durante décadas.

Ser el sándwich de la crisis migratoria de la región es una posición geopolítica complicada y difícil de resolver a corto y mediano plazo. Por ello no queda más que afrontar el fenómeno y empezar a tratar de resolverlo de fondo en lugar de sólo aplicar paliativos y acciones improvisadas por parte de los distintos niveles de gobierno.





México pasó de ser exportador de emigrantes a importador de inmigrantes procedentes principalmente de Centroamérica.

Esta nueva etapa de la tradicional crisis migratoria que asola todo el mundo tiene como característica que son oleadas de centroamericanos las que ahora ingresan al país, legal e ilegalmente.

Lo que usualmente exigía nuestro país al vecino del norte ahora lo tendrá que cumplir a los miles de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños que arriban y cruzan el territorio nacional.

Ante la oposición rotunda de Donald Trump que moviliza el Ejército a la frontera norte e incluso con la bárbara recomendación a sus soldados de que si eran agredidos dispararan, aunque después la matizó ordenándoles arrestarlos y regresarlos a su país de origen.

El gobierno mexicano ha tenido una política ambivalente pues lo mismo regresa a cientos que les otorga a otros el permiso para residir y trabajar. Asimismo, en la frontera sur intentó detener las caravanas logrando que algunos inmigrantes desistieran para ser enviados a su tierra de origen.

La realidad es que ante la fuerte presión del vecino país y la creciente que ejercen los centroamericanos México se ha convertido en un emparedado (sándwich).

La firma del USMCA o T-MEC depende en buena parte de las acciones ejercidas por las autoridades migratorias mexicanas y el inestable ánimo del inquilino de la Casa Blanca. No es una situación cómoda para un gobierno que usualmente se hacía de la vista gorda lo mismo con los mexicanos emigrantes que con los inmigrantes centroamericanos.

Ahora el conflicto migratorio está haciendo crisis no sólo para el gobierno saliente, sino también para el entrante.

El problema dejó de ser sólo de la Federación, pues los estados y municipios encaran directamente las demandas emergentes de miles de personas que arriban a pequeñas comunidades que no están preparadas para que su población se duplique o triplique de una día a otro.

Sin embargo será en las ciudades fronterizas donde se concentrarán las caravanas y las demandas de alimento y alojamiento por tiempo indefinido, pues planean permanecer hasta que los Estados Unidos los acepten como refugiados.

En los puentes fronterizos de Ciudad Juárez ya acampan a la intemperie docenas de inmigrantes de varios países anticipándose al arribo de los miles de las caravanas que continúan recorriendo el territorio nacional.

Esta nueva e insólita problemática no será desde luego resuelta por Peña Nieto, por lo que López Obrador debería proponer y aplicar una política migratoria funcional que proteja los Derechos Humanos de los inmigrantes a la vez que la estabilidad de los poblados mexicanos receptores .

La situación socioeconómica centroamericana es grave, por lo que se incrementarán las oleadas de inmigrantes que no sólo van de paso sino que intentan residir en el país. Complejo es el aplicar medidas a un problema global y menos cuando se ha sido omiso durante décadas.

Ser el sándwich de la crisis migratoria de la región es una posición geopolítica complicada y difícil de resolver a corto y mediano plazo. Por ello no queda más que afrontar el fenómeno y empezar a tratar de resolverlo de fondo en lugar de sólo aplicar paliativos y acciones improvisadas por parte de los distintos niveles de gobierno.