/ miércoles 28 de abril de 2021

El sotol de Coyame

El vértigo noticioso está a todo lo que da fundamentalmente en el tema político. Creo que es obligación de quien escribe apartar a sus lectores de tal mareo mediático y compartir historias que les conciernen, que tienen que ver con su mundo. Les comparto una:

Un amigo de Ciudad Aldama me comenta: ¿Vacuna? ¿Para qué quieren vacuna? Coronavirus, mal del zambito, tiña, sarna, resfrío, influenza y hasta mal de amores cura el sotolito de Coyame.

Todo buen bebedor en alguna ocasión gozó del raspado de cogote que se siente al decir “salud” con el sotol. Yo me deleité con él, en el mismísimo Coyame, en casa del profesor Rafael Rascón Mendoza, quien decía: “El perlado líquido, que en estos momentos consumimos, se produjo de la misma forma tradicional tal y como era fabricado por los pobladores de la región desde hace cientos de años”. Lo decía con autoridad porque era un profundo conocedor del proceso de elaboración de esta “bebida espirituosa”.

En lo personal me considero un conocedor del sotol tanto por los muchos años que ingerí los caballitos de Rascón, como porque abrevé de las diferentes destilaciones de agave, desde bacanora, lechuguilla o raicilla, y sé que el sotol, con su profundidad de aroma y sabor, es simplemente otro pariente de mezcal.

Sé también que hubo una época en la que los vinateros fueron perseguidos por la autoridad por considerarse la producción de sotol ilegal. Algunos sobrevivientes recuerdan que muchos murieron a manos de los rurales que sin juicio para los sotoleros simplemente los asesinaban. Particularmente en Coyame, narraba Rascón, “también fueron asediados los productores de sotol. Pobres, seguían con la tradición, aseguraban el sustento familiar y los gobiernos a dale y dale. Nunca encontré un argumento razonable para hacerlo. Afortunadamente ahora su producción y venta es legal”.

Volviendo al amigo de Aldama, sin tapujos le lanzo la pregunta: ¿El sotol cura todo?

Responde: Bueno, no sé si todo, pero te aseguro que un caballito de sotol bien elaborado, derecho, sin mezcolanzas, sin duda te cura la gripe.

¿Y curará el coronavirus?

“Bueno, ‘ai’ sí está cabrón, pero, ¿por qué no probar en contra de ese Covid no sé qué?”.

No creo que cure algo, ni siquiera decepciones y amoríos frustrados. Más bien creo que las propiedades sanadoras del sotol es materia de científicos y si otros aseguran que es una especie de pócima maravillosa, quizás sea el pretexto para empinar el codo seguido y justificar su consumo sin grandes trabas del freno de mano casero.

En tanto, algunos sostienen con fe de carbonero que: “A grandes males, grandes remedios” y en sus alacenas no falta el sotol. “Oye -dice el aldamense citado-, si en la noche te da un dolor, ¿qué haces? Médico, ni de dónde. Entonces: sotol, sotolito, sagrado tormento, qué haces afuera, vamos pa’ dentro”.

¡Salud!

El vértigo noticioso está a todo lo que da fundamentalmente en el tema político. Creo que es obligación de quien escribe apartar a sus lectores de tal mareo mediático y compartir historias que les conciernen, que tienen que ver con su mundo. Les comparto una:

Un amigo de Ciudad Aldama me comenta: ¿Vacuna? ¿Para qué quieren vacuna? Coronavirus, mal del zambito, tiña, sarna, resfrío, influenza y hasta mal de amores cura el sotolito de Coyame.

Todo buen bebedor en alguna ocasión gozó del raspado de cogote que se siente al decir “salud” con el sotol. Yo me deleité con él, en el mismísimo Coyame, en casa del profesor Rafael Rascón Mendoza, quien decía: “El perlado líquido, que en estos momentos consumimos, se produjo de la misma forma tradicional tal y como era fabricado por los pobladores de la región desde hace cientos de años”. Lo decía con autoridad porque era un profundo conocedor del proceso de elaboración de esta “bebida espirituosa”.

En lo personal me considero un conocedor del sotol tanto por los muchos años que ingerí los caballitos de Rascón, como porque abrevé de las diferentes destilaciones de agave, desde bacanora, lechuguilla o raicilla, y sé que el sotol, con su profundidad de aroma y sabor, es simplemente otro pariente de mezcal.

Sé también que hubo una época en la que los vinateros fueron perseguidos por la autoridad por considerarse la producción de sotol ilegal. Algunos sobrevivientes recuerdan que muchos murieron a manos de los rurales que sin juicio para los sotoleros simplemente los asesinaban. Particularmente en Coyame, narraba Rascón, “también fueron asediados los productores de sotol. Pobres, seguían con la tradición, aseguraban el sustento familiar y los gobiernos a dale y dale. Nunca encontré un argumento razonable para hacerlo. Afortunadamente ahora su producción y venta es legal”.

Volviendo al amigo de Aldama, sin tapujos le lanzo la pregunta: ¿El sotol cura todo?

Responde: Bueno, no sé si todo, pero te aseguro que un caballito de sotol bien elaborado, derecho, sin mezcolanzas, sin duda te cura la gripe.

¿Y curará el coronavirus?

“Bueno, ‘ai’ sí está cabrón, pero, ¿por qué no probar en contra de ese Covid no sé qué?”.

No creo que cure algo, ni siquiera decepciones y amoríos frustrados. Más bien creo que las propiedades sanadoras del sotol es materia de científicos y si otros aseguran que es una especie de pócima maravillosa, quizás sea el pretexto para empinar el codo seguido y justificar su consumo sin grandes trabas del freno de mano casero.

En tanto, algunos sostienen con fe de carbonero que: “A grandes males, grandes remedios” y en sus alacenas no falta el sotol. “Oye -dice el aldamense citado-, si en la noche te da un dolor, ¿qué haces? Médico, ni de dónde. Entonces: sotol, sotolito, sagrado tormento, qué haces afuera, vamos pa’ dentro”.

¡Salud!

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