/ viernes 4 de junio de 2021

El sufragio y su valor

“El voto es el instrumento más poderoso jamás concebido por el hombre para derribar la injusticia y destruir las terribles paredes que encarcelan a hombres por ser diferentes de otros hombres.” (Lyndon Baynes Johnson)

El sufragio es un derecho ciudadano, y, dentro de una democracia, debemos aprender a valorarlo como uno de los fundamentos de la vida pública. En el sistema educativo democrático, la valoración del sufragio debería ser uno de los ejes de la formación ciudadana desde el nivel básico.

El sufragio es el derecho que tenemos para elegir a nuestros gobernantes. Entonces, gracias a él la frase trillada de que “la democracia es el gobierno del pueblo” tiene su significado, aunque en el ejercicio del poder frecuentemente dicho sentido se vea traicionado.

Siendo derecho o garantía política de los ciudadanos en una democracia, el sufragio es el principio y la acción de un ideal. En la realidad, los ideales sufren tremendas sacudidas y derrotas constantemente, pero aun así no nos deshacemos de ellos por ser una guía.

Uno de los principales enemigos del sufragio es la corrupción electoral, la cual tiene como objetivo dañar la libertad ciudadana en el sufragio. Los enemigos de la democracia se esfuerzan por debilitar la libertad para elegir a los gobernantes y luego presentar a estos como legítimos representantes de la voluntad popular.

La importancia de ejercer nuestro derecho a sufragar despreciando la corrupción radica en que con el voto podemos determinar los cambios que creemos que hacen falta para mejorar nuestra vida colectiva. Cada uno de los ciudadanos somos responsables (por acción u omisión) de lo que ocurra en nuestra organización como sociedad.

El sufragio debería dejar dos satisfacciones, una subjetiva y otra objetiva. La subjetiva: aquella que aparece en el interior del votante después de ejercer libremente su derecho a votar; la objetiva: la que todos podemos constatar en tanto que es la realización de un buen gobierno elegido por la mayoría de los electores.

Por lo anterior, el sufragio tiene valor en tanto que nos permite actuar con libertad y también porque la elección realizada trae desarrollo comunitario. Es la corrupción sobre la que hay que estar cuidadosos para que no impida la elección libre y para que el electo no descuide el bien común.

El sufragio es un momento de la vida democrática, no es toda la vida democrática. Después de ejercer el derecho a votar, le queda al ciudadano responsable cuidar que el emergido gobierno de su voto sea de un efectivo beneficio para la colectividad.

Agreguemos entonces, finalmente, que una educación cívica para la democracia no solo debe formar ciudadanos para que sufraguen, sino que debe añadirse otra meta: que el ciudadano bien formado sepa distinguir los buenos de los malos gobiernos y esté dispuesto a reconocer a los primeros y exigir a los segundos, sea en el ágora o en otras elecciones.

“El voto es el instrumento más poderoso jamás concebido por el hombre para derribar la injusticia y destruir las terribles paredes que encarcelan a hombres por ser diferentes de otros hombres.” (Lyndon Baynes Johnson)

El sufragio es un derecho ciudadano, y, dentro de una democracia, debemos aprender a valorarlo como uno de los fundamentos de la vida pública. En el sistema educativo democrático, la valoración del sufragio debería ser uno de los ejes de la formación ciudadana desde el nivel básico.

El sufragio es el derecho que tenemos para elegir a nuestros gobernantes. Entonces, gracias a él la frase trillada de que “la democracia es el gobierno del pueblo” tiene su significado, aunque en el ejercicio del poder frecuentemente dicho sentido se vea traicionado.

Siendo derecho o garantía política de los ciudadanos en una democracia, el sufragio es el principio y la acción de un ideal. En la realidad, los ideales sufren tremendas sacudidas y derrotas constantemente, pero aun así no nos deshacemos de ellos por ser una guía.

Uno de los principales enemigos del sufragio es la corrupción electoral, la cual tiene como objetivo dañar la libertad ciudadana en el sufragio. Los enemigos de la democracia se esfuerzan por debilitar la libertad para elegir a los gobernantes y luego presentar a estos como legítimos representantes de la voluntad popular.

La importancia de ejercer nuestro derecho a sufragar despreciando la corrupción radica en que con el voto podemos determinar los cambios que creemos que hacen falta para mejorar nuestra vida colectiva. Cada uno de los ciudadanos somos responsables (por acción u omisión) de lo que ocurra en nuestra organización como sociedad.

El sufragio debería dejar dos satisfacciones, una subjetiva y otra objetiva. La subjetiva: aquella que aparece en el interior del votante después de ejercer libremente su derecho a votar; la objetiva: la que todos podemos constatar en tanto que es la realización de un buen gobierno elegido por la mayoría de los electores.

Por lo anterior, el sufragio tiene valor en tanto que nos permite actuar con libertad y también porque la elección realizada trae desarrollo comunitario. Es la corrupción sobre la que hay que estar cuidadosos para que no impida la elección libre y para que el electo no descuide el bien común.

El sufragio es un momento de la vida democrática, no es toda la vida democrática. Después de ejercer el derecho a votar, le queda al ciudadano responsable cuidar que el emergido gobierno de su voto sea de un efectivo beneficio para la colectividad.

Agreguemos entonces, finalmente, que una educación cívica para la democracia no solo debe formar ciudadanos para que sufraguen, sino que debe añadirse otra meta: que el ciudadano bien formado sepa distinguir los buenos de los malos gobiernos y esté dispuesto a reconocer a los primeros y exigir a los segundos, sea en el ágora o en otras elecciones.